La guerra en Gaza lastra los proyectos de gasoducto de la región

La guerra en Gaza lastra los proyectos de gasoducto de la región

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18 | 02 | 2025

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Las rivalidades en el Mediterráneo oriental cuestionan las promesas de colaboración en la explotación de las reservas de gas y petróleo en la zona

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Plataforma en el campo de gas Leviatán, explotado por Israel [NewMed Energy]

Por si la región del Mediterráneo Oriental no fuese lo suficientemente convulsa, los descubrimientos de yacimientos de gas realizados en los últimos treinta años en la zona han supuesto un nuevo motivo de rivalidad, en parte por las nuevas oportunidades que ofrecen. Los depósitos localizados en Chipre (Afrodita), Israel (Leviatán y Tamar), Egipto (Zohr) o Líbano (Qana), junto con el Gaza Marine, en la parte costera de la Franja de Gaza, son importantes por su significación estratégica, pero también por la magnitud de sus reservas. La guerra en Gaza, en cualquier caso, ha lastrado el desarrollo de los proyectos.

La explotación de tan importantes recursos ha despertado el interés de las principales potencias del Mediterráneo Oriental y aumentado la fricción en la región mientras se suceden proyectos de explotación y de construcción de gasoductos que faciliten la exportación. A los problemas asociados a esas operaciones se suma ahora el conflicto que sacude el Levante desde el ataque de Hamás sobre Israel del 7 de octubre de 2023.

En 2019, y con el decisivo impulso de la UE y de Estados Unidos, Chipre, Egipto, Grecia, Israel, Palestina y Jordania acordaron el desarrollo del gasoducto EastMed en el marco de la organización EastMed Gas Forum. Con una longitud de 2.000 km, el gasoducto proporcionaría 11.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa, y permitiría reducir la dependencia europea del gas ruso que aún se mantiene en 2024, a pesar de la guerra en Ucrania. No obstante, el proyecto EastMed colapsó cuando en 2022 Biden dio un paso atrás, negando su apoyo con los argumentos de las frecuentes hostilidades en la zona y el elevado coste del proyecto.

Los países que buscaban una alianza con Europa y Estados Unidos en el marco de EastMed, como, por ejemplo, Egipto y Chipre, pretendían la exclusión de Ankara para reducir su influencia en la zona. Como cabía esperar, Turquía, nada dispuesta a quedarse sin participar del negocio, reaccionó a estas maniobras firmando, en noviembre de 2019, un acuerdo con el gobierno libio de Fayez al Sarraj (GNA) para delimitar sus respectivas zonas marítimas económicas exclusivas (ZEE), al que siguió, en el 2020, una moción de envío de tropas en apoyo al GNA. La definición de sus ZEE dotó a Turquía de amplios derechos de soberanía en el Mediterráneo Oriental. Esto crispó a sus vecinos griegos y chipriotas. Tres años después, en 2022, Turquía firmó un nuevo acuerdo con el GNA libio para la exploración marítima de gas y de petróleo en aguas libias. En 2023, el acuerdo fue suspendido temporalmente por el Tribunal de Apelación de Trípoli por cuestiones legales.

En 2022 se retomó la idea de un gasoducto submarino que bebería del yacimiento Leviatán, en el norte de Israel, hasta llegar a sus socios europeos. Las relaciones diplomáticas entre Turquía e Israel no habían sido muy buenas hasta el momento como queda patente, por ejemplo, en la negativa del presidente turco Erdogan a calificar a Hamás en marzo de 2024 como organización terrorista. Los intereses mutuos ponderaron, por un momento, a favor de la cooperación, dejando parcialmente atrás los desencuentros; ese mismo año hubo negociaciones entre el gobierno israelí y turco sobre la provisión de gas a Turquía a través de un gaseoductoque, desde este país, lo transportaría hasta Europa.

Uno de los principales obstáculos que complican desde entonces esta iniciativa es el de la necesidad de contar con la intermediación de Siria o de Chipre (en función del itinerario que se decida seguir) para conducir el gas de un punto a otro, pues se trata de países enemistados con Israel y Turquía, respectivamente. Para solventar este problema y hacer llegar el gas a Europa, una buena solución sería licuarlo en Chipre y transportarlo desde allí al continente. Sin embargo, Turquía, que reclama una plataforma continental que alcanza a parte de las islas griegas y al norte de Chipre, alega que el gasoducto atravesaría su Zona Económica Exclusiva (ZEE) lo que, bajo esta visión, le otorgaría derechos de explotación, y reclama estar dentro de la ecuación a la hora de gestionar el gasoducto pasando por Chipre. La política exterior de Turquía no es tan bien recibida por el estado chipriota ni por sus vecinos en el Mar Egeo.

En paralelo, Egipto e Israel firmaron en El Cairo un acuerdo para exportar gas a la UE, por el cual el gas deberá fluir desde la costa de Ashkelon y los campos de gas Tamar y Leviatán en Israel hasta la localidad egipcia de El-Arish, en la península del Sinaí, por un gasoducto de 100 km, donde sería licuado para su transporte a Europa. Este proyecto permitiría a Europa una alternativa al gas ruso, así como una mejor diversificación de suministradores. El acuerdo, con una vigencia de tres años, pero renovable —aunque la renovación no está clara— prevé aumentar el suministro, de 5.000 millones de metros cúbicos a un total de 7.000.

No han sido pocos los acuerdos entre Israel y Líbano, Turquía, Chipre o Grecia, que aún sin haber llegado a ser vinculantes manifiestan un deseo de cooperación en términos de explotación gasística. Las estadounidenses Chevron y ExxonMobil, la italiana Eni y la francesa Total Energies son las principales empresas interesadas en el posible proyecto de cooperación.

El estallido de la guerra en Gaza y su impacto

En junio de 2023, el gobierno Israelí dio permiso para comenzar la explotación del yacimiento Gaza Marine a través del proyecto “Gaza Marine Coworking” emprendido entre la autoridad Israelí y la autoridad Palestina de Cisjordania. Acuerdos entre israelíes y palestinos, además del amparo del Derecho Internacional, conceden a Palestina la soberanía sobre el área, aunque la condición para la explotación del gas fuera el consentimiento israelí. Israel había evitado conceder su consentimiento antes porque Hamás controlaba la totalidad del territorio desde 2007, y no quería conceder a Hamás la posibilidad de lucrarse con la misma. Aunque los ingresos irían de manera oficial a la AP, se asume que Hamás obtendría parte de ellos.

Con la escalada de la guerra entre Hamás e Israel desde octubre de 2023, el proyecto de gasoducto y la explotación de las plataformas petroleras y gasísticas de Gaza Marine quedaron suspendidos. Gaza Marine, en la franja de Gaza, y Meged, un yacimiento de petróleo en Cisjordania con unas reservas estimadas de 1.500 millones de barriles, se han visto paralizados por la guerra, perjudicando aún más las perspectivas en las precarias condiciones de vida de la población palestina.

El conflicto, perjudicial en sí mismo, impone una renuncia a todos los beneficios económicos del proyecto, y supone un profundo retroceso en las relaciones diplomáticas y los acuerdos que habían ido trazando un camino de cooperación. Los ataques al territorio palestino por el gobierno israelí han generado el rechazo de los estados árabes de la región, que tienden su mano a sus aliados habituales. Por otro lado, Líbano, que ha sufrido en su propia piel la extensión del conflicto, se ve ahora afectado por la política exterior israelí, que pretende anular los acuerdos que confiaban a Beirut la explotación del yacimiento de Qana.

El conflicto en Gaza no sólo ha tenido consecuencias nefastas en Oriente Medio. Más allá de la región, en Europa, la escalada inicial de violencia se tradujo en un incremento del precio del gas que derivó en el regreso a la UE del ‘mecanismo ibérico’ vigente hasta diciembre del 2023, que establecía un límite en el precio del gas a fin de reducir el coste en el sector gasístico. Además, el bloqueo de los acuerdos y explotación de los yacimientos en la región amenazan también la seguridad energética en Europa. Tal podría ser el caso del acuerdo alcanzado en 2022 entre Israel, Egipto y la UE para reducir la dependencia del gas ruso y abrir camino a otras alternativas. El encauzamiento del proyecto, junto con la mejora de las condiciones económicas, pronosticaban un 2023 estable que se vio truncado por el estallido del conflicto.

Chipre, isla mediterránea dividida desde 1974 entre la República de Chipre (griega y formando parte de la UE) y la República del Norte (reconocida por Turquía exclusivamente), juega un papel fundamental en el suministro de gas a Europa. Como no es de extrañar, las tensiones sobre la delimitación de las zonas de explotación y la soberanía han sido una constante. El apoyo de Chipre a Israel ha acentuado las diferencias. Recientemente, Hakan Fidan, ministro de Asuntos Exteriores turco, denunciaba que Chipre se había convertido en una base de operaciones de Israel, avalando al entonces aún vivo líder de Hezbolá Hassan Nasralá, quien había señalado que Israel “lleva a cabo operaciones en Chipre todos los años”.

La guerra en Gaza, con la extensión de operaciones al Líbano, está dejando una profunda crisis energética, obstaculizando e incluso bloqueando los posibles acuerdos entre suministradores y receptores del gas en la región —Oriente Medio y África— así como en Europa. Chipre se presenta como parte de la solución a este nuevo reto con su yacimiento Afrodita. Lo hace de la mano de Israel, a través de NewMed Energy, que cuenta con un 30% del yacimiento Afrodita. En ese sentido, la compañía israelita propuso la construcción de un gasoducto hasta Egipto, en donde se procesaría el gas en la planta de licuefacción de El-Arish, ubicada en su Zona Económica Exclusiva (ZEE). Con la explotación de este yacimiento se trataría de reducir la dependencia europea, no sólo del gas ruso, sino también de gigantes proveedores como Qatar. Las tensiones crecen, porque Turquía permanece firme en su reclamo de soberanía sobre los recursos naturales chipriotas.

Respecto a la planta de licuefacción en Egipto del yacimiento de gas de Chipre, la idea ha experimentado ciertas idas y venidas. En 2024 estalló la polémica en Europa cuando, en el mes de enero, se publicó un informe de cuentas de Chipre que desencadenó una investigación por corrupción que llevó a la UE a reclamar los 100 millones de euros que había invertido en el desarrollo del proyecto.

Gaza Marine y el gasoducto con Turquía no sólo se han ido dejando de lado por la guerra actual: las tensiones con Chipre y los derechos de soberanía que Ankara reclama sobre parte del espacio marítimo de la isla han dado paso al desarrollo de iniciativas alternativas que no cuentan con la participación del gobierno turco. A esto se suma el histórico apoyo de Turquía al grupo militante de Hamás, lo que le posiciona en contra de Israel, el socio comercial por excelencia de Chipre en la nueva planta de licuación que se está llevando a cabo con varios países de Oriente Medio, así como Europa y Estados Unidos.

Los ataques a infraestructuras y a civiles han dejado una huella que permanecerá más allá del fin del conflicto. Los gasoductos son una puerta hacia el crecimiento económico de la región, pero también se ha utilizado como arma de doble filo, privando de seguridad energética a gran parte de la población.