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Plataforma en el campo de gas Leviatán, explotado por Israel [NewMed Energy]
Por si la región del Mediterráneo Oriental no fuese lo suficientemente convulsa, los descubrimientos de yacimientos de gas realizados en los últimos treinta años en la zona han supuesto un nuevo motivo de rivalidad, en parte por las nuevas oportunidades que ofrecen. Los depósitos localizados en Chipre (Afrodita), Israel (Leviatán y Tamar), Egipto (Zohr) o Líbano (Qana), junto con el Gaza Marine, en la parte costera de la Franja de Gaza, son importantes por su significación estratégica, pero también por la magnitud de sus reservas. La guerra en Gaza, en cualquier caso, ha lastrado el desarrollo de los proyectos.
La explotación de tan importantes recursos ha despertado el interés de las principales potencias del Mediterráneo Oriental y aumentado la fricción en la región mientras se suceden proyectos de explotación y de construcción de gasoductos que faciliten la exportación. A los problemas asociados a esas operaciones se suma ahora el conflicto que sacude el Levante desde el ataque de Hamás sobre Israel del 7 de octubre de 2023.
En 2019, y con el decisivo impulso de la UE y de Estados Unidos, Chipre, Egipto, Grecia, Israel, Palestina y Jordania acordaron el desarrollo del gasoducto EastMed en el marco de la organización EastMed Gas Forum. Con una longitud de 2.000 km, el gasoducto proporcionaría 11.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa, y permitiría reducir la dependencia europea del gas ruso que aún se mantiene en 2024, a pesar de la guerra en Ucrania. No obstante, el proyecto EastMed colapsó cuando en 2022 Biden dio un paso atrás, negando su apoyo con los argumentos de las frecuentes hostilidades en la zona y el elevado coste del proyecto.
Los países que buscaban una alianza con Europa y Estados Unidos en el marco de EastMed, como, por ejemplo, Egipto y Chipre, pretendían la exclusión de Ankara para reducir su influencia en la zona. Como cabía esperar, Turquía, nada dispuesta a quedarse sin participar del negocio, reaccionó a estas maniobras firmando, en noviembre de 2019, un acuerdo con el gobierno libio de Fayez al Sarraj (GNA) para delimitar sus respectivas zonas marítimas económicas exclusivas (ZEE), al que siguió, en el 2020, una moción de envío de tropas en apoyo al GNA. La definición de sus ZEE dotó a Turquía de amplios derechos de soberanía en el Mediterráneo Oriental. Esto crispó a sus vecinos griegos y chipriotas. Tres años después, en 2022, Turquía firmó un nuevo acuerdo con el GNA libio para la exploración marítima de gas y de petróleo en aguas libias. En 2023, el acuerdo fue suspendido temporalmente por el Tribunal de Apelación de Trípoli por cuestiones legales.
En 2022 se retomó la idea de un gasoducto submarino que bebería del yacimiento Leviatán, en el norte de Israel, hasta llegar a sus socios europeos. Las relaciones diplomáticas entre Turquía e Israel no habían sido muy buenas hasta el momento como queda patente, por ejemplo, en la negativa del presidente turco Erdogan a calificar a Hamás en marzo de 2024 como organización terrorista. Los intereses mutuos ponderaron, por un momento, a favor de la cooperación, dejando parcialmente atrás los desencuentros; ese mismo año hubo negociaciones entre el gobierno israelí y turco sobre la provisión de gas a Turquía a través de un gaseoductoque, desde este país, lo transportaría hasta Europa.
Uno de los principales obstáculos que complican desde entonces esta iniciativa es el de la necesidad de contar con la intermediación de Siria o de Chipre (en función del itinerario que se decida seguir) para conducir el gas de un punto a otro, pues se trata de países enemistados con Israel y Turquía, respectivamente. Para solventar este problema y hacer llegar el gas a Europa, una buena solución sería licuarlo en Chipre y transportarlo desde allí al continente. Sin embargo, Turquía, que reclama una plataforma continental que alcanza a parte de las islas griegas y al norte de Chipre, alega que el gasoducto atravesaría su Zona Económica Exclusiva (ZEE) lo que, bajo esta visión, le otorgaría derechos de explotación, y reclama estar dentro de la ecuación a la hora de gestionar el gasoducto pasando por Chipre. La política exterior de Turquía no es tan bien recibida por el estado chipriota ni por sus vecinos en el Mar Egeo.
En paralelo, Egipto e Israel firmaron en El Cairo un acuerdo para exportar gas a la UE, por el cual el gas deberá fluir desde la costa de Ashkelon y los campos de gas Tamar y Leviatán en Israel hasta la localidad egipcia de El-Arish, en la península del Sinaí, por un gasoducto de 100 km, donde sería licuado para su transporte a Europa. Este proyecto permitiría a Europa una alternativa al gas ruso, así como una mejor diversificación de suministradores. El acuerdo, con una vigencia de tres años, pero renovable —aunque la renovación no está clara— prevé aumentar el suministro, de 5.000 millones de metros cúbicos a un total de 7.000.
No han sido pocos los acuerdos entre Israel y Líbano, Turquía, Chipre o Grecia, que aún sin haber llegado a ser vinculantes manifiestan un deseo de cooperación en términos de explotación gasística. Las estadounidenses Chevron y ExxonMobil, la italiana Eni y la francesa Total Energies son las principales empresas interesadas en el posible proyecto de cooperación.