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Vista del puerto de Sebastopol el 28 de octubre de 2022, con la identificación de los buques cortesía de @Torger78 [Planet Labs Inc. y @vcdgf555]
El puerto de Sebastopol, en Crimea, en el que se acuartela parte de la Flota del Mar Negro de la Armada rusa, resultó víctima a finales de octubre de un ataque sorpresa por parte de varios vehículos de superficie no tripulados que causaron daños en varios buques que se hallaban fondeados. Se notificaron daños en la fragata ‘Almirante Makarov’ (buque insignia de la Flota del Mar Negro) y el buque barreminas ‘Ivan Golubets’. Los círculos de expertos en inteligencia de fuentes abiertas apuntan a que los daños fueron mayores que los declarados por las autoridades rusas. El ataque, realizado por Ucrania, supone un hito en la estrategia naval, como en su día lo fue el perpetrado por los británicos en Tarento, del que aprendió Japón para su acción sobre Pearl Harbor.
El ataque al puerto de Sebastopol marca un antes y un después en la estrategia naval, por el uso de vehículos de superficie no tripulados (‘Unmanned Surface Vehicles’, USV por sus siglas en inglés) de tan reducido tamaño con capacidad de infligir daños significativos a unidades navales ancladas. Como apunta el analista HI Sutton, la “simplicidad conceptual” de los USV y su “relativa sofisticación los sitúan aparte de otros barcos explosivos anteriores”. A falta de que esclarezcan del todo los hechos, el suceso ha tenido varias consecuencias. De entrada, el Ministerio de Defensa ruso anunció la cancelación inmediata del acuerdo para exportación de cereales, alegando que los buques de la Flota del Mar Negro que acababan de ser víctimas de un “ataque terrorista” se encargan de garantizar la seguridad del corredor de cereal como parte de una iniciativa internacional para exportar productos agrícolas desde puerto ucranianos.
No obstante, más allá de las consecuencias inmediatas –difíciles de conocer con exactitud–, se pueden extraer diversas lecciones de lo que constituía el primer ataque masivo que, combinando vehículos aéreos y de superficie no tripulados, los utilizaba como drones suicidas contra una flota anclada en un puerto.
De Tarento a Sebastopol: La historia se repite
A quien haya leído sobre las batallas navales de la 2ª Guerra Mundial, las características de este suceso le recordarán a las de uno de los hitos que tuvieron lugar durante aquella contienda: el ataque británico sobre el puerto de Tarento.
La noche del 11 al 12 de noviembre de 1940, una docena de bombarderos de la RAF despegaron del portaviones ‘HMS Illustrious’ en dirección al puerto italiano de Tarento, donde se encontraba parte de la flota de la Regia Marina italiana. Allí, los aviones ingleses sorprendieron con éxito a una flota que no había contemplado la opción de un ataque aéreo con torpedos, y que presenció impotentemente cómo tres de sus acorazados (‘Littorio’, ‘Conte di Cavour’ y ‘Caio Duilio’) y un crucero (‘Gorizia’) resultaban gravemente bombardeados. Esa acción con torpedos, especialmente modificados para operar en aguas poco profundas como eran las de Tarento, constituía algo nunca visto hasta entonces, y logró con creces su propósito. Horas después, se confirmaba el rotundo éxito de una operación que dejó en dique seco durante muchos meses a tres de los mencionados buques, y sentenció al ‘Conte di Cavour’ a hundirse pocas horas después, causando, además, un daño psicológico importante entre los almirantes italianos.
Este evento no sólo marcó el principio del fin para la guerra naval de superficie, sino también el comienzo de una nueva era de control aéreo de los mares. Poco más de un año después, el almirante Yamamoto, que había estudiado este suceso detenidamente, planificaría siguiendo este modelo el ataque sorpresa sobre la base de la Flota del Pacífico de la US Navy que precipitó el ingreso de Estados Unidos en la contienda: el ataque de Pearl Harbor en diciembre de 1941.
El impacto que tuvieron ambos eventos resuena ahora, más de 80 años después, en los sucesos acaecidos a finales de octubre en el puerto de Sebastopol. Si bien en menor escala, la importancia de este suceso merece destacar varias lecciones que la Armada rusa –o cualquier otra— deben extraer de los acontecimientos.