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Claudia Sheinbaum en el arranque de su campaña presidencial en el Zócalo de la Ciudad de México [EneasMx]
INFORME SRA 2025 / [ Versión en pdf ]
√ La guerra a los cárteles de Calderón conllevó un alza de los homicidios en general; los feminicidios bajaron con Peña Nieto, pero las estadísticas empeoraron con López Obrador.
√ El arraigado machismo en la sociedad mexicana, agravado con los códigos de los narcotraficantes, explica en parte la perdurabilidad del problema.
√ La dificultad de definir el feminicidio y los cambios en el sistema de cómputo oficial da lugar a números divergentes que alimentan la desconfianza social.
El contexto de violencia en México tiene en la tasa de feminicidios una alarmante manifestación. Las cifras del gobierno mexicano muestran una ligera mejora, aunque el descenso es lento y el número de mujeres asesinadas sigue siendo elevado. Hace diez años, los asesinatos de mujeres en los que el género estuvo entre las motivaciones del atacante habían alcanzado un mínimo de 28 mensuales (en mayo de 2015). A partir de ahí se produjo una contante escalada hasta llegar a los 112 al mes (mayo de 2021), que significó un tope del que se está bajando en una curva descendente.
Así, el mandato de Andrés Manuel López Obrador fue el sexenio en el que más feminicidios se registraron (un total próximo a los 5.500, rayando varias veces los mil anuales, aunque los números varían según las fuentes). Hacia el final de la presidencia de AMLO, que confluyó en septiembre de 2024, las cifras de homicidios en general mejoraron, y así ocurrió también específicamente con los feminicidios, de forma que los primeros meses de Claudia Sheinbaum no han supuesto una sustancial variación, si bien podría esperarse que continúe la tendencia de descenso. En enero de 2025 se contabilizaron 54 feminicidios, la segunda cota más baja en siete años.
Femicidio y entorno cultural
Según ONU Mujeres, los feminicidios pueden definirse como el “asesinato intencional con una motivación relacionada con el género, que puede estar impulsado por roles de género estereotipados, discriminación hacia mujeres y niñas, relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres, o normas sociales perjudiciales”. Dicho esto, la epidemia de feminicidios en México puede atribuirse a normas culturales profundamente arraigadas en el machismo, una lucha constante con los cárteles de la droga, así como a un gobierno negligente que continúa otorgando impunidad a los perpetradores, ignorando la crisis. Por lo tanto, se crea un panorama violento donde la violencia de género prospera y la justicia sigue siendo esquiva.
El gobierno mexicano define el machismo como un conjunto de actitudes y comportamientos que violan injustamente la dignidad de las mujeres en comparación con los hombres, a menudo asociado con normas de género profundamente arraigadas y perpetuadas por aspectos culturales inamovibles. Según una cita de este sitio web oficial, “los estereotipos sobre el machismo constituyen ingredientes críticos del capital simbólico utilizado por los mexicanos comunes. Para muchos, el machismo se considera parte constitutiva del patrimonio nacional de México”. Esto se traduce directamente en la dinámica social y familiar, donde se considera que el hombre tiene derecho a gestionar las interacciones y la vida de las mujeres.
Esto conduce a altas tasas de violencia de género generalizada. Un informe gubernamental indica que en 2021 el 70,1% de las mujeres a nivel nacional reportaron haber sufrido violencia de género. La categoría más alta es la psicológica, con una tasa del 51,6%, seguida de las agresiones sexuales con un 49,7%, la violencia física con un 34,7% y, finalmente, la discriminación económica con un 27,4%. Esto es especialmente preocupante considerando que más del 40% de los perpetradores de feminicidios son familiares, exparejas o las propias parejas. Los casos de violencia doméstica también han mostrado un mayor nivel de violencia en el acto mismo, siendo los métodos más comunes el estrangulamiento o el apuñalamiento repetido. Esto demuestra la naturaleza personal del acto y, por lo tanto, la dinámica de poder desequilibrada que perpetúa el machismo.