Marruecos, la última puerta de Francia a África

Marruecos, la última puerta de Francia a África

ANÁLISIS

24 | 04 | 2025

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Obligado a retirarse del Sahel, el país galo proyecta influir en la gran región a través de su gran aliado norafricano, abrazando un Sáhara marroquí y distanciándose de Argelia

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El rey de Marruecos recibe a Macron en Rabat, el 28 de octubre de 2024 [Elíseo]

Marruecos se ha convertido en los últimos tiempos en el último aliado fiable de Francia en el continente africano. París se encuentra en una encrucijada: a los numerosos golpes de estado en el Sahel durante 2023, y al empeoramiento de relaciones con otros países como Argelia, se suma ahora la petición de varios estados reclamando que abandone su territorio, siendo Chad y Costa de Marfil los últimos en hacerlo. Llegamos así a una situación en la que Marruecos se presenta como el único gran aliado francés restante en África.

Francia, tradicional potencia en África, se encuentra de retirada. Los golpes de estado, junto con el despertar nacionalista en la región y la intervención de China y Rusia, han llevado a país galo a reducir su posición en el continente: de 10.000 soldados en 2015, a los cerca de 2.000 que quedan tras el anuncio del cierre de la base francesa en Costa de Marfil. De ellos, 1.500 se encuentran principalmente en Yibuti, punto estratégico clave, mientras que los otros 500 están estacionados en Gabón, última base francesa en el entorno del golfo de Guinea desde la que irradia una influencia en la región bastante limitada en comparación con la que podía ejercer desde las bases abandonadas en Mali o Chad.

Además de haber perdido posición militar, Francia ha visto disminuida su proyección social, cultural y política en la región. Desde la independencia de muchos de esos territorios en la década de 1960, París había construido una idea de unidad con la antigua metrópoli a través del concepto de la Francofonía, basado en la idea de que las excolonias francesas siguieran dependiendo de Francia, no sólo en materia de seguridad, sino también económica y políticamente. La creación del franco CFA (franco de la Comunidad Financiera Africana) en 1945 fue, ante todo, un proyecto para mantener un cierto control de la política monetaria de hasta 14 excolonias francesas en África.

Los tiempos del dominio absoluto francés en el Sahel y el golfo de Guinea han llegado, sin embargo, a su fin. China, con una serie de fuertes inversiones en la región, y Rusia, a través del África Corps (anterior grupo Wagner), se han presentado como dos nuevos actores capaces de traer a la región seguridad tanto política como económica. Es en esta situación, y con la clara proyección que tiene el Magreb hacia el Sahel, que los Campos Elíseos han centrado su atención en Marruecos, donde ven un aliado fiable para mantener influencia tanto en el Sahel como en el Magreb.

Tres claves del apoyo francés

París ve en la monarquía alauita una puerta hacia el continente, siendo esta la causa principal por la que le ha dado grandes muestras de apoyo en el último año, materializadas en tres acontecimientos políticos principales durante los últimos seis meses: la visita del presidente Macron a Rabat, el viaje del embajador francés en Marruecos al Sáhara Occidental y la visita de la ministra de Cultura también al Sáhara.

El viaje del presidente francés a Marruecos ha marcado un nuevo punto en la relación estratégica entre ambos países: en palabras del propio Macron ante el Parlamento marroquí, “vamos a escribir juntos un nuevo libro”. La importancia de la visita, no obstante, está en la reafirmación que Macron hizo, durante la misma, del plan de autonomía marroquí para el Sáhara al referirse explícitamente al “presente y el futuro del Sáhara en el marco de la soberanía de Marruecos”, en unas declaraciones que venían a reforzar la carta que el presidente francés mandó el verano pasado al rey Mohamed VI en la que hablaba del Sáhara Occidental en términos similares. Además de para hacer estas declaraciones políticas, la visita sirvió también para que empresas francesas cerrarán inversiones por cerca de 10.000 millones de euros en el país norteafricano. Entre estas inversiones destacan las destinadas a proyectos como el tren de alta velocidad entre Kenitra (norte de Rabat) y Marrakech, tramo adjudicado a la empresa francesa Egis Rail dos semanas después de la visita de Macron al país magrebí, pasando por encima de la propuesta de la empresa española Ineco.

La siguiente muestra de apoyo fue la visita del embajador francés en Rabat, Christophe Lecourtier, al Sáhara Occidental. La visita, que había sido confirmada sin fechas por el ministro de Asuntos Exteriores francés, se llevó a cabo sin anuncio oficial, continuando con la diplomacia de “los pequeños pasos” que está llevando a cabo el país galo. Es un paso importante ya que, aunque Francia apoya desde 2007 el plan de autonomía marroquí para el Sáhara, hasta la fecha era normalmente el agregado político de la embajada quien se desplazaba al territorio para evitar enfrentamientos con Argelia. Además, y en línea con esta imagen simbólica, Francia ha anunciado la apertura de un consulado en el Sáhara tras la visita del presidente del Senado francés, Gerard Larcher, quien viajó a la capital del Sáhara, El Aaiún. Este movimiento pretende reforzar el reconocimiento que le ha dado Francia a la anexión del territorio, además de seguir avanzando en las muestras de apoyo al país magrebí y fortaleciendo una relación estratégica que se muestra indispensable para los intereses franceses.

El último paso en este acercamiento diplomático ha sido la visita, de nuevo al Sáhara Occidental, de la ministra de Cultura francesa, Rachida Dati, quien, en unas declaraciones, la consideró como histórica y confirmó la apertura de un centro cultural galo en la región.

Todos estos eventos han llevado a que las relaciones franco-marroquíes se encuentren en máximos históricos, lo cual se ha trasladado también al ámbito militar.

Apoyo militar

El de la cooperación militar está siendo otro de los ámbitos en los que Rabat y París están buscando llegar a acuerdos. Los esfuerzos en este terreno se centran en estos momentos en el posible contrato con la empresa francesa Naval Group para entregar a Marruecos dos submarinos de la clase ‘Scorpène’, que aumentaría la capacidad de disuasión marroquí, y que colma el viejo anhelo que lleva persiguiendo desde los años 90 de dotarse de este tipo de armamento para hacer frente, principalmente, a la flota de submarinos de Argelia, que cuenta con 4 sumergibles de fabricación rusa de la clase 636.

En este proyecto, Francia compite con la empresa alemana TKMS, que propone sus submarinos clase ‘Dolphin’ como alternativa. La reciente mejora de las relaciones institucionales mutuas parece favorecer a los franceses, quienes, si finalmente sus gestiones culminan con el éxito, conseguirían firmar un suculento contrato en el país magrebí.

Si Francia se hiciera, finalmente, con el contrato, España, además de Alemania, sería otro claro perdedor, ya que Navantia (principal productor naval español) no ha sido ni considerado en la discusión con su nueva clase S-80. Es cierto que Marruecos buscaba una opción económica y contrastada, y que las opciones alemana y francesa satisfacían perfectamente esos criterios; sin embargo, el hecho de que España ni siquiera haya entrado en la ecuación demostraría que Marruecos ve a Madrid como un competidor regional y no desea crear una relación de dependencia de España en materia de armamento.

Otro apartado donde Francia y Marruecos están cooperando militarmente es el aeronáutico. Francia dio permiso el año pasado para que Emiratos Árabes Unidos traspasara a Marruecos 30 de sus viejos ‘Mirage’ 2000-9 en los próximos años. Este traspaso será paulatino, a medida que EAU vaya recibiendo los Dassault ‘Rafale’ adquiridos para sustituir a los ‘Mirage’. Aunque la transferencia es entre Rabat y Abu Dhabi, Francia ha de dar su aprobación, al ser el país productor de los aviones. Estos dos movimientos vienen a reforzar una cooperación que se está dando a todos los niveles y en la que los dos estados tienen mucho que ganar.

Clave argelina

Es importante destacar también la influencia de Argelia en la relación franco-marroquí. Argel es el principal competidor de Rabat por la hegemonía en el norte de África, y también cuenta con una complicada relación histórica con el país galo, situación que la monarquía alauita ha utilizado desde su independencia para ganar con Francia un aliado a la hora de negociar conflictos como el del Sáhara Occidental o las disputas fronterizas que mantienen. En julio de 2024, Argelia retiró a su embajador en París en respuesta al mencionado apoyo de Macron para el plan de autonomía del Sáhara marroquí.

El caso del escritor franco-argelino Boulaem Sansal se inscribe también esta crisis diplomática: el autor fue detenido el 16 de noviembre en el aeropuerto de Argel con la justificación de estar “atentando contra la seguridad del Estado”. Sansal fue premiado por la Academia Francesa y es un conocido defensor de la libertad de expresión desde que empezó a escribir en los años 90, durante la guerra civil argelina, mostrándose crítico con las lacras de la política de su país.

Pese a crisis recurrentes, París siempre había intentado no cortar todos los lazos con Argelia, manteniendoun equilibrio en el Magreb: ni demostraba tajantemente su apoyo al plan de autonomía para el Sáhara, ni se alineaba totalmente con Argel. La carta del presidente Macron en el verano de 2024 supuso un cambio rotundo a esta estrategia y generó una alteración del equilibrio en la región, quejando a Argelia más sola en su enfrentamiento con Marruecos.

A principios de abril, Macron intentó reducir tensiones con Argelia llamando al presidente argelino Tebboune para reconducir la situación. En la llamada se acordó la visita a Argel del ministro de exterior francés, Jean-Nöel Barrot, para continuar trabajando en el deshielo. Sin embargo, a pesar de estos últimos movimientos, Francia se ha decantado más que nunca por Marruecos, de modo que parece complicado que una visita oficial y una simple llamada puedan reconducir las relaciones institucionales, ya que hay intereses estratégicos de fondo en los que ambos países tienen posiciones completamente diferentes.

Hoja de ruta marroquí

Además de la importancia geoestratégica que tienen para el norte de África, estas nuevas relaciones también suponen un intento de nivelar el tablero en el Sahel. El Magreb tiene una clara proyección estratégica hacia esta región, lo que lleva a pensar que Francia puede estar buscando en Marruecos una especie de estado ‘proxy’ que posea intereses semejantes a los suyos y coopere con ella para conseguir imponerlos en la zona. No obstante, a pesar de compartir preocupaciones con París, la monarquía alauita tiene su propia hoja de ruta, articulada sobre dos ejes: la contención del terrorismo y de la cooperación económica.

En primer lugar, el terrorismo es un problema para Marruecos, no solo porque quiere trasmitir actualmente la imagen de un estado aperturista y moderno (un claro ejemplo de ello es su apuesta por organizar el campeonato del mundo de fútbol de 2030), sino también porque el terrorismo extremista que se ha instalado en zonas del Sahel es visto como un peligro que debe ser atajado, pues podría influir en la población marroquí, que es mayoría de suní y sigue la escuela Maliki del islam, menos radical que otras escuelas como el Wahabismo saudita. También ve esta cuestión como una oportunidad para ganar influencia en la región, ya que Marruecos podría llegar a construir en el extremo sur del Sáhara un nuevo aeropuerto militar para realizar operaciones en contra de estos grupos terroristas. Este proyecto se construiría en colaboración con Francia y Estados Unidos, y vendría acompañado de acuerdos con los gobiernos de Mali y Burkina Faso para realizar desde él ataques aéreos.

Por otro parte, en lo que se refiere a cooperación económica, destaca la ‘Iniciativa del Atlántico’, planteada por Mohammed VI en un discurso por la conmemoración del aniversario de la Marcha Verde en noviembre de 2023 en el que ofreció a países del Sahel sin salida al mar la posibilidad de facilitar sus exportaciones a través del puerto de Dajla (antigua Villa Cisneros) en el Sáhara Occidental, para cuya modernización se contaría con una fuerte inversión de 1.250 millones de euros. Burkina Faso, a través de las declaraciones de su ministro de exteriores, Karamoko Traore, en la cumbre de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) de mayo de 2024, ya ha dado su visto bueno a esta iniciativa; otros países, como Mali o Níger, también han sido tanteados por Marruecos (con respuestas bastantes positivas), país que ganaría una gran influencia en el Sahel, en contraposición a Argelia, en caso de que se unan a la iniciativa.

Además de lo anterior, y según fuentes argelinas, Emiratos Árabes Unidos y Marruecos habrían llegado a un acuerdo en 2023 por el cual el país del golfo pérsico daría a Marruecos 15 millones de euros para crear descontento en los países del Sahel hacia la influencia argelina, demostrando con ello la abierta intención marroquí de imponerse a su competidor en la región.

Estos últimos movimientos apuntan a Argelia como el gran perdedor en el continente africano. Si Argel había tenido un papel preponderante en el Sahel durante los últimos diez años llevando el peso, por ejemplo, del proceso de paz en Mali (los llamados ‘Acuerdos de Argel’), ahora, durante este último, está viendo su influencia sustituida por la marroquí, ya que los golpes de estado que ha visto la región en 2023, además de tener un marcado carácter antifrancés, han derribado también gobiernos favorables a Argelia, lo que ha limitado el margen de maniobra de este país para mantener su influencia.

Plausibilidad y dificultades

Francia ha creído encontrar en Marruecos su caballo ganador en África. El cambio de política liderado por Macron en el último año supone una fuerte apuesta por Rabat, alejando a París de Argelia. A corto plazo, la opción francesa de apoyar a Marruecos política y militarmente puede parecer correcta, al conseguir con ello un aliado clave para sus intereses. Sin embargo, aún queda comprobar cuáles serán los resultados a largo plazo de esta decisión, ya que el éxito de esta política depende tanto de la capacidad que tenga Marruecos para trasladar su influencia en el continente como a la conveniencia que tenga Rabat de mantener intereses franceses en la región.

Lo primero parece bastante plausible, y es que la política internacional de Marruecos gira en torno al viejo anhelo del irredentismo marroquí: el Gran Marruecos, que abarcaría parte de los antiguos dominios de las dinastías almohade y benimerín en los territorios de Mauritania o Mali. Más problemática parece la segunda condición, pues es en el ámbito económico donde Marruecos y Francia pueden chocar. París siempre ha pretendido tener un cierto control sobre la economía del Sahel y la ‘Iniciativa del Atlántico’ de Marruecos, que aspira a convertirse en el líder regional que necesita el Sahel, dañaría la influencia francesa en estos mercados; eso podría generar desencuentros y fricción dentro de esta nueva relación estratégica.

A nivel regional, también está por ver el impacto en el Magreb de esta alianza, ya que Argelia sigue contando con el mayor gasto militar del continente, además de con aliados importantes como Rusia, y de una favorable posición estratégica gracias a sus recursos energéticos (solo hay que consultar los últimos acuerdos entre Italia y Argelia respecto a este tema). Por otra parte, el apoyo francés puede desnivelar el equilibrio de poder actual. Si los acuerdos militares continúan ampliándose, Marruecos podría acabar poseyendo capacidades militares que en las que Argelia carecería, sobre todo en materia de guerra convencional (como resalta de los acuerdos mencionados anteriormente), pero también en ciberseguridad y drones, áreas en las que París y Rabat también pueden avanzar en una cooperación que, de tener lugar, daría a Marruecos una gran ventaja con respecto a su competidor, y ofrecería a la monarquía alauita un gran trampolín parar imponer su hoja de ruta en el Magreb.

En cuanto al Sáhara Occidental, estos últimos acontecimientos parecen ser los últimos clavos en el ataúd del Frente Polisario, que cada vez ve más lejos la posibilidad de lograr un Sáhara independiente. Sin apoyo occidental, este desenlace es una quimera y acerca al Sáhara a convertirse en una región autónoma dentro de Marruecos. El tiempo acabará dictando si este nuevo posicionamiento estratégico puede plantear un frente común tanto en el Magreb como en el Sahel frente a Rusia y China, permitiendo a Francia volver a estar al volante de los acontecimientos en África.