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El rey de Marruecos recibe a Macron en Rabat, el 28 de octubre de 2024 [Elíseo]
Marruecos se ha convertido en los últimos tiempos en el último aliado fiable de Francia en el continente africano. París se encuentra en una encrucijada: a los numerosos golpes de estado en el Sahel durante 2023, y al empeoramiento de relaciones con otros países como Argelia, se suma ahora la petición de varios estados reclamando que abandone su territorio, siendo Chad y Costa de Marfil los últimos en hacerlo. Llegamos así a una situación en la que Marruecos se presenta como el único gran aliado francés restante en África.
Francia, tradicional potencia en África, se encuentra de retirada. Los golpes de estado, junto con el despertar nacionalista en la región y la intervención de China y Rusia, han llevado a país galo a reducir su posición en el continente: de 10.000 soldados en 2015, a los cerca de 2.000 que quedan tras el anuncio del cierre de la base francesa en Costa de Marfil. De ellos, 1.500 se encuentran principalmente en Yibuti, punto estratégico clave, mientras que los otros 500 están estacionados en Gabón, última base francesa en el entorno del golfo de Guinea desde la que irradia una influencia en la región bastante limitada en comparación con la que podía ejercer desde las bases abandonadas en Mali o Chad.
Además de haber perdido posición militar, Francia ha visto disminuida su proyección social, cultural y política en la región. Desde la independencia de muchos de esos territorios en la década de 1960, París había construido una idea de unidad con la antigua metrópoli a través del concepto de la Francofonía, basado en la idea de que las excolonias francesas siguieran dependiendo de Francia, no sólo en materia de seguridad, sino también económica y políticamente. La creación del franco CFA (franco de la Comunidad Financiera Africana) en 1945 fue, ante todo, un proyecto para mantener un cierto control de la política monetaria de hasta 14 excolonias francesas en África.
Los tiempos del dominio absoluto francés en el Sahel y el golfo de Guinea han llegado, sin embargo, a su fin. China, con una serie de fuertes inversiones en la región, y Rusia, a través del África Corps (anterior grupo Wagner), se han presentado como dos nuevos actores capaces de traer a la región seguridad tanto política como económica. Es en esta situación, y con la clara proyección que tiene el Magreb hacia el Sahel, que los Campos Elíseos han centrado su atención en Marruecos, donde ven un aliado fiable para mantener influencia tanto en el Sahel como en el Magreb.
Tres claves del apoyo francés
París ve en la monarquía alauita una puerta hacia el continente, siendo esta la causa principal por la que le ha dado grandes muestras de apoyo en el último año, materializadas en tres acontecimientos políticos principales durante los últimos seis meses: la visita del presidente Macron a Rabat, el viaje del embajador francés en Marruecos al Sáhara Occidental y la visita de la ministra de Cultura también al Sáhara.
El viaje del presidente francés a Marruecos ha marcado un nuevo punto en la relación estratégica entre ambos países: en palabras del propio Macron ante el Parlamento marroquí, “vamos a escribir juntos un nuevo libro”. La importancia de la visita, no obstante, está en la reafirmación que Macron hizo, durante la misma, del plan de autonomía marroquí para el Sáhara al referirse explícitamente al “presente y el futuro del Sáhara en el marco de la soberanía de Marruecos”, en unas declaraciones que venían a reforzar la carta que el presidente francés mandó el verano pasado al rey Mohamed VI en la que hablaba del Sáhara Occidental en términos similares. Además de para hacer estas declaraciones políticas, la visita sirvió también para que empresas francesas cerrarán inversiones por cerca de 10.000 millones de euros en el país norteafricano. Entre estas inversiones destacan las destinadas a proyectos como el tren de alta velocidad entre Kenitra (norte de Rabat) y Marrakech, tramo adjudicado a la empresa francesa Egis Rail dos semanas después de la visita de Macron al país magrebí, pasando por encima de la propuesta de la empresa española Ineco.
La siguiente muestra de apoyo fue la visita del embajador francés en Rabat, Christophe Lecourtier, al Sáhara Occidental. La visita, que había sido confirmada sin fechas por el ministro de Asuntos Exteriores francés, se llevó a cabo sin anuncio oficial, continuando con la diplomacia de “los pequeños pasos” que está llevando a cabo el país galo. Es un paso importante ya que, aunque Francia apoya desde 2007 el plan de autonomía marroquí para el Sáhara, hasta la fecha era normalmente el agregado político de la embajada quien se desplazaba al territorio para evitar enfrentamientos con Argelia. Además, y en línea con esta imagen simbólica, Francia ha anunciado la apertura de un consulado en el Sáhara tras la visita del presidente del Senado francés, Gerard Larcher, quien viajó a la capital del Sáhara, El Aaiún. Este movimiento pretende reforzar el reconocimiento que le ha dado Francia a la anexión del territorio, además de seguir avanzando en las muestras de apoyo al país magrebí y fortaleciendo una relación estratégica que se muestra indispensable para los intereses franceses.
El último paso en este acercamiento diplomático ha sido la visita, de nuevo al Sáhara Occidental, de la ministra de Cultura francesa, Rachida Dati, quien, en unas declaraciones, la consideró como “histórica” y confirmó la apertura de un centro cultural galo en la región.
Todos estos eventos han llevado a que las relaciones franco-marroquíes se encuentren en máximos históricos, lo cual se ha trasladado también al ámbito militar.