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Firma en Berlín en junio de 2020 del acuerdo sobre hidrógeno verde, entre la embajadora marroquí y el ministro alemán de Desarrollo [Gob. Marruecos]
Los dos últimos meses Marruecos y Alemania han reconducido su relación, con significativas señales lanzadas desde ambas partes. El nuevo Gobierno alemán, dirigido por el socialdemócrata Olaf Scholz, se estrenó a mediados de diciembre aceptando la fórmula de una autonomía para el Sáhara Occidental; a comienzos de enero el presidente Frank-Walter Steinmeier invitó al rey Mohamed VI a viajar a Berlín, y dos semanas después la embajadora marroquí regresó a su puesto en la capital alemana. La presión de Marruecos funcionó y Alemania ve desencallada su inversión para la producción marroquí de hidrógeno verde, en la que la potencia centroeuropea confía para garantizar su futura seguridad energética.
El ambicioso plan de Marruecos de desarrollo de sus capacidades de energías renovables, para superar su actual dependencia energética y a largo plazo convertirse incluso en exportador de electricidad e hidrógeno, se cruza, en su necesidad de financiación, con el interés de Alemania por garantizarse una seguridad energética con la menor vinculación posible al gas ruso. La guerra en Ucrania no ha hecho sino dar urgencia a proyectos que Berlín ya estaba impulsando. Uno de ellos, firmado con Marruecos en 2020 para estudiar el desarrollo de hidrógeno verde con vistas a la exportación, con una inversión alemana en el país magrebí de hasta 300 millones de euros, ha estado bloqueado en el último año por estrategias diplomáticas de Rabat en relación con la cuestión del Sáhara Occidental. El cambio de postura alemana, a raíz de esa presión y de la llegada de un nuevo Gobierno, ha permitido superar la crisis diplomática y desencallar unas inversiones que, tras la invasión a Ucrania y las sanciones a Rusia, cobran especial importancia para Berlín.
Marruecos es reconocido, como apunta la Agencia Internacional de la Energía en su informe sobre el país, como una futura potencia energética en la nueva geopolítica de las renovables. Partiendo de una gran dependencia energética del 93,6% –el país no cuenta con las riquezas de hidrocarburos de otros vecinos del Magreb, como Argelia y Libia–, el reinado de Mohamed VI realizó una pronta apuesta por fuentes alternativas, aprovechando sus abundantes recursos eólicos y solares. En 2009 Marruecos lanzó la Estrategia Nacional de Energías Renovables y al año siguientes se constituyó su principal brazo ejecutor, la MASEN (Agencia Marroquí para las Energías Durables). El país pasó de producir mediante renovables el 1,7% de su electricidad en 2010, a una generación del 20% en 2020, en medio de una seria dinamización del sector. En 2017, el Parlamento marroquí fijó el objetivo de llegar a una potencia instalada de energías renovables del 52% para 2030, algo que podría ser alcanzada incluso en 2025. Con este propósito, Marruecos prevé invertir 40.000 millones de dólares en los próximos 15 años. De momento, combina ese avance con el hecho de que en 2020 el 68% de la electricidad era producida a partir del carbón.
Las posibilidades eólicas y solares del país son claras. Marruecos está ubicado en una zona que se beneficia de un alto potencial de radiación solar de más de 3.000 horas al año, que equivale a unos 1.825 kwh por metro cuadrado. En cuanto a la energía eólica, cuenta con 3.500 km de costa atlántica con una velocidad de ventilación entre 7,5 y 11 metros por segundo (casi la mitad de esa extensión corresponde al Sáhara Occidental, lo que aumenta el interés marroquí en garantizarse la posesión de ese territorio) . Su posición geográfica cerca de Europa también supone un aliciente para la generación de excedente eléctrico destinado a la exportación, si bien para alcanzar el centro del continente deberían resolverse diversos aspectos logísticos.
La apuesta de Marruecos se orienta igualmente hacia el hidrógeno verde. Una alta generación eléctrica mediante renovables debiera llevar a utilizar parte de esa potencia en la producción de hidrógeno sin liberar emisiones contaminantes. El país lanzó en enero de 2021 su estrategia nacional de hidrógeno verde, que prevé alcanzar una cuota de mercado mundial del 4% para 2030. Marruecos piensa en la exportación, especialmente a la Unión Europea, pero también en su uso para la producción de amoníaco, que ahora debe importar para la fabricación de fertilizantes a partir de la gran riqueza de fosfatos de que dispone (Marruecos y el Sáhara Occidental concentran el 70% de las reservas mundiales).
El informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) de enero de 2022 relativo al ‘factor hidrógeno’ menciona a Marruecos como el tercer país exportador de hidrógeno verde del futuro, por detrás de Australia y Chile (sitúa a España en un potencial cuarto puesto, pero advierte que el coste de producción puede restarle competitividad). Lo ve también como tercer mayor productor en el horizonte de 2050. Considera que hacia 2030, Marruecos podría suplir un mercado local de 4 Twh y una exportación de 10 Twh; para ello debería construir 6 GW de nueva capacidad de generación renovable. Este sector podría suponer la creación de 15.000 puestos de trabajo directos e indirectos. Entre los países que necesitarán importar hidrógeno el informe de IRENA se refiere a Alemania y subraya la importancia de los acuerdos bilaterales establecidos entre Berlín y Rabat.
Alemania se interesa
Alemania, que se ha fijado el objetivo de neutralidad energética para 2030, aprobó su Estrategia Nacional de Hidrógeno en junio de 2020. A comienzos de 2021 lanzó el programa H2Global, estableció una compañía para la intermediación (la Hydrogen Intermediary Network o Hint.co) y ha buscado acuerdos con países con potencial de producción, como Marruecos, Chile, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
De acuerdo con esa estrategia, Alemania se aproximó a las autoridades de Rabat para la firma en junio de 2020 de un acuerdo de colaboración. El acuerdo contempla promover las tecnologías ‘Power-to-X’ en Marruecos y construir la primera planta en África en la que se prevé aplicar esa tecnología a la producción de hidrógeno verde. La iniciativa supone la colaboración entre instituciones alemanas y la marroquí MASEN; incluye la transferencia de conocimientos y una posible asociación con el Instituto de Investigación sobre Energía Solar y Nuevas Energías (IRESEN).
Marruecos podría satisfacer hasta un 4% de demanda global de Power-to-X (un mercado que podría superar los 600.000 millones de euros en 2050), según el instituto alemán Fraunhofer. Esto supone un potencial especialmente importante para el amoníaco sintético, el ingrediente básico de los fertilizantes. Marruecos importa actualmente entre uno y dos millones de toneladas de amoníaco de origen fósil cada año; esa fuente evalúa que para 2030 el país podría estar produciendo, mediante ‘Power-to-X y emisión neutra de carbono, ese mismo volumen para uso nacional y una cantidad similar para exportación.
A pesar de lo atractivo del programa de inversión alemán, por cuanto permitía a Marruecos avanzar seriamente en su objetivo de convertirse en líder en la producción de hidrógeno verde y ganar influencia en Europa mediante su exportación, Rabat prefirió utilizarlo como palanca de presión sobre Berlín para intentar lograr su prioridad geopolítica –la aceptación internacional de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental–, la cual pasa por delante de su prioridad energética,
A partir del reconocimiento en ese sentido hecho por la Administración Trump en diciembre de 2020, a cambio de que Marruecos estableciera relaciones diplomáticas con Israel, Rabat ha intentado que varios países de la UE sigan la misma senda y dejen de exigir el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, que en su día exigieron la celebración de un referéndum del pueblo saharaui para determinar su futuro. Francia, país de histórica vinculación con Marruecos, se ha pronunciado a favor de la fórmula de autonomía para el disputado territorio, que quedaría bajo soberanía marroquí. París se ha referido a ese plan propuesto por Rabat como “una base de negociación seria y creíble”.
España, antigua colonizadora del Sáhara Occidental, insiste en cambio en la vigencia de lo requerido por la ONU. Para intentar forzar un giro de la posición española, en mayo de 2021 Marruecos propició la llegada de miles de migrantes a Ceuta. La UE criticó el uso de la migración como medio de chantaje diplomático.