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Trump durante un acto de la campaña electoral [página web oficial]
Además de ocuparse de las prioridades marcadas por la agenda internacional –las guerras en Ucrania y Oriente Medio– se supone que en su regreso a la Casa Blanca Donald Trump seguirá una política exterior acorde con su primer mandato. Caben, no obstante, algunas modulaciones. La selección de Marco Rubio como secretario de Estado, quien como senador se ha destacado por su activo papel en relación con Latinoamérica, invita a pensar en una presidencia relativamente más atenta hacia el propio continente. Probablemente habrá un énfasis mayor, si cabe, en la inmigración y el narcotráfico, haciendo de México un foco importante de esa interacción, en la que también habrá hueco para las cuestiones comerciales.
En su relación con Latinoamérica, la segunda presidencia de Donald Trump podría pasar de la relativa indiferencia a una postura más activa y decisiva. Concretamente, Estados Unidos centralizará una parte importante de sus esfuerzos en México, donde las políticas priorizarán una frontera impermeable a la inmigración irregular, una lucha intensificada contra el crimen y una renegociación del principal tratado de comercio. México se prepara para el desafío que supondrá un Estados Unidos más amenazante y con unas prioridades claras en materia de seguridad.
Durante el primer mandato de Trump, un punto fundamental de la política exterior fue la inmigración, que se vio reflejado también en algunos tratados. Por ejemplo, los Acuerdos de Cooperación de Asilo con Guatemala, El Salvador y Honduras, que permitían a Estados Unidos deportar migrantes de vuelta a alguno de esos países por tratarse de un “tercer país seguro”, aunque su eficacia fue reducida. Con respecto a ciertos países, Estados Unidos variará su proactividad dependiendo de sus intereses nacionales. Brasil no está en la posición más alta de las prioridades y en cuanto a Argentina, la buena sintonía con el presidente Milei podría traducirse en políticas concretas. En Perú, el nuevo puerto de Chancay, construido por la empresa china Cosco Shipping Ports, crea tensión por la creciente influencia del gigante asiático en la región. Por lo que afecta a Colombia, Estados Unidos ejercerá presión para que el gobierno de Petro aumente el control del narcotráfico, encajándolo de alguna manera con la cuestionada ‘Paz Total’ del presidente. En El Salvador, la simpatía hacia Nayib Bukele puede ayudar a fortalecer lazos, aunque las relaciones seguirán versando principalmente sobre la inmigración. Trump designó a Cuba como ‘Estado patrocinador del terrorismo’ antes de dejar la Casa Blanca y en este segundo mandato se espera una línea dura similar hacia la isla. La designación de Marco Rubio como secretario de Estado anunciada por Trump vendría a descartar la apertura de un diálogo amplio con la Venezuela de Maduro y ratificaría la línea de confrontación –a distancia– mantenida en su primer mandato; de hecho, el reconocimiento de Edmundo González como presidente electo que acaba de hacer la Administración Biden puede estar marcando ya esa orientación de mayor presión.
La confirmación de Rubio en el Senado supondría probablemente una etapa de mayor atención hacia la región por parte de Estados Unidos. Nacido en Miami de padres que huyeron de la revolución de Fidel Castro, Rubio tiene la reputación de ‘halcón’ y asume el plan de Trump para deportaciones masivas de migrantes. Asimismo ha aplaudido a Bukele y es crítico de Boric y Petro. En cuanto a Venezuela, tiene su propia ‘Doctrina Rubio’, la cual se materializó en su rol crucial para el reconocimiento de Guaidó como presidente interino de Venezuela en 2019.