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Portada del libro de Wolfgang Münchau ‘Kaput. El fin del milagro alemán’ (Barcelona: Plataforma Editorial, 2025) 296 págs.
El fin del modelo económico alemán estaba dictado desde hace tiempo. Pero las voces que lo advertían, venidas de fuera —singularmente de Estados Unidos—, eran tenidas por muchos como sospechosas de perjuicios antieuropeos. Hasta que el hundimiento se ha hecho evidente y la autopsia la ha realizado un alemán (uno con suficiente mirada crítica y perspectiva por haber vivido fuera). Wolfgang Münchau, periodista económico con experiencia en Londres, Washington y Bruselas y que fue director de ‘Financial Times Deutchland’, lleva a cabo una disección de la estructura económica y financiera alemana que ha estado vigente en las últimas décadas. Y lo hace con gran rigor; con contundencia, pero sin ánimo aniquilador.
La apuesta compartida de la dirigencia alemana –los políticos, en realidad, han seguido los intereses de la industria– ha sido en favor de lo que Münchau denomina neo-mercantilismo: una fijación absoluta en la exportación de productos industriales, con especial énfasis en maquinaria y automoción, y la obtención de amplios superávits en ese comercio. Eso se sostuvo en un hábitat singular, donde las entidades financieras más extensas (los bancos de los estados federados y las cajas de ahorro), en connivencia con los poderes locales, lubricaron las factorías para la preservación de los puestos de trabajo y el mantenimiento de la producción, en el contexto de un pacto social con implicación de los sindicatos, los cuales forman parte del consejo de las empresas.
Esa fórmula, como explica Münchau, ha actuado de adormidera ante las señales de alarma sobre la disfuncionalidad creciente del modelo económico, y solo ahora que el precipicio está a la vista es cuando resulta evidente haber perseverado en un camino equivocado. Aunque los indicios ya estaban ahí al entrar en el nuevo siglo, el extraordinario despegue de China y su insaciable demanda hizo que desde 2005 hasta la crisis del Covid el establisment alemán mantuviera una estrategia mal orientada. Solo con la invasión de Ucrania en 2022 y el fin del gas ruso Alemania despertó de la ilusión de su competitividad industrial, beneficiada por ese acceso a energía barata, mientras que el choque sistémico de la Unión Europea con China cuestiona ahora la dependencia del principal comprador de sus productos.
Si ese es el proceso, para Münchau hay un claro origen del problema: la falta de innovación, manifestada en una no-digitalización o al menos muy tardía. “La negativa a adoptar tecnologías modernas es, en muchos sentidos, el pecado original”, afirma. El símbolo es el automóvil: las grandes marcas alemanas, con una sobrada autoestima, despreciaron el coche eléctrico y hoy se ven sobrepasadas por los vehículos eléctricos chinos en muchos mercados. El autor lo ejemplifica diciendo que es como empeñarse en seguir produciendo máquinas de escribir, incluso introduciendo mejoras, cuando cada vez más la gente escribe en ordenador: hoy el coche ya no es un ingenio mecánico, sino electrónico; es un ordenador con ruedas.
A pesar de la revolución digital, las grandes corporaciones alemanas siguieron haciendo las maquinarias de siempre. Se trata, según Münchau, de una “ideología económica que equipara la economía en general con la industria”.
El autor responsabiliza a los políticos y su promiscua relación con la gran industria; a los políticos de la CDU y del SPD, que generalmente han gobernado, tanto por separado como en gran coalición, y a la influencia que sobre ellos ha ejercido la Ost-Ausschuss der Deutschen Wirtshaft, la asociación empresarial alemana en pro de negocios con Rusia (en su determinante papel, Münchau la compara con la Asociación del Rifle en la política de Estados Unidos). De esta amistad hacia Rusia, de la que desconfía (incluso dice que la Ost-Politik de Brandt pudo retrasar el colapso del sistema soviético), el autor culpa más al SPD, con Schröder a la cabeza, pero sostiene que Merkel, aunque reticente, mantuvo esa dependencia no solo del gas, sino también como mercado. “Lo que hemos presenciado aquí”, escribe el autor, “es un error de juicio colectivo nacional monumental”.
‘Kaput’ realiza un diagnóstico y expresamente ser abstiene de avanzar posibles políticas para superar la situación. Aplicando el análisis de Münchau, cabría pensar que el nuevo gobierno, si la CDU de Merz logra pactar con el SPD, puede corregir algunos de los errores del pasado. Con la invasión de Ucrania, el ala pro-Putin en el SPD se ha desvanecido, mientras que la salida de Scholz supone la marcha de alguien que insistía en salvar la dependencia comercial con China. Sin Los Verdes en el gobierno, tal vez pudiera explorarse una vuelta a la energía nuclear, aunque Münchau cree que el capítulo nuclear se ha cerrado del todo en Alemania. Pero un pacto CDU-SPD no deja de repetir el inconveniente de dejar la labor de oposición a los partidos extremos, mientras que la obligada cooperación de los dos partidos del centro se acomoda en el lugar confortable de los consensos, como subraya Münchau.