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Fuerzas Especiales del Ejército sueco [FFAA de Suecia]
La política exterior sueca se ha basado desde el siglo XIX en un claro principio: neutralidad. Esta política fue instaurada por el rey Carlos XIV (1818-1844) y ha sido seguida firmemente por los gobernantes suecos, especialmente durante la época de Guerra Fría. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar con la caída de la URSS y la llegada al poder de Carl Bildt en 1991, cuando Suecia comenzó a moverse hacia una política de defensa más alineada con los intereses de la OTAN, de la que no es miembro.
Desde entonces Suecia ha ido abandonando poco a poco su estricta neutralidad. Ya durante el gobierno de Bildt (1991-1994), Estocolmo comenzó a ayudar a los países bálticos en su acceso a la independencia y en su posterior alejamiento de Moscú, tanto económica como políticamente. Además, el Ejército sueco empezó a participar con tropas en maniobras de la OTAN.
La neutralidad había sido defendida principalmente por el dominante Partido Socialdemócrata Sueco (SAP), mientras que la colaboración con la Alianza Atlántica era solicitada por la oposición conservadora del Partido Moderado, que finalmente llegó al gobierno de la mano de Bildt. Sin embargo, en los últimos años el aumento del presupuesto de defensa se ha convertido en un tema de consenso, si bien la integración en la OTAN aún es un asunto divisivo.
Este documento analiza cómo la política exterior rusa ha podido afectar al rearme sueco y el impacto que este puede tener en la situación de seguridad en el Báltico, tanto para Rusia, la OTAN y Suecia.
La amenaza rusa
Por su posición geográfica, como país con mayor litoral en el Báltico, Suecia es un actor importante en las relaciones de Estados Unidos y la Unión Europea con Rusia. El miedo a la invasión rusa ha estado históricamente muy presente en Suecia, de ahí que los dirigentes suecos hayan preferido una política de apaciguamiento y neutralidad. Esto, sin embargo, no ha evitado que la región viva hoy una situación de relativa tensión, con acusaciones de espionaje dirigidas a Moscú y las actividades militares rusas en el Báltico.
Espionaje de Moscú
El 26 de febrero de 2019, Yevgeny Umerenko, un agente del Servicio Federal de Inteligencia Ruso (SVR), fue detenido en Suecia mientras interactuaba con el sueco Kristen Dmitreivski, quien había trabajado para Volvo y Scania y supuestamente compartía información tecnológica obtenida de su ordenador de trabajo. El Servicio de Inteligencia Sueco (SÄPO) determinó que la sustracción de información afectaba a secretos de defensa del país.
El jefe de contraespionaje del SÄPO, Daniel Stenling, advirtió que se no trataba de un episodio aislado, sino que “los ataques a Suecia desde otros países se han ampliado y profundizado en los últimos años. Están dirigidas sobre todo a nuestra prosperidad económica y nuestras libertades y derechos fundamentales. Solo en el último año, el (servicio) ha investigado tanto los intentos de asesinato como las actividades ilegales de inteligencia, y también el espionaje”.
Además de estas declaraciones dos informes han apuntado al riesgo que supone la inteligencia rusa para Suecia. El primero, publicado por el SÄPO en marzo de 2019, señala a Rusia como la principal amenaza para la seguridad de Suecia. Según los analistas del SÄPO, Rusia desarrolló una “doctrina de zona gris”, una ofensiva diseñada para ganar influencia en Suecia y en otros países sin llegar a iniciar un conflicto militar. Así, los rusos estarían recopilando datos sensibles que pueden usarse para desestabilizar el país. Según el informe, las actividades de los agentes rusos consistirían en acciones informativas de propaganda, ataques cibernéticos y adquisiciones de empresas y de tecnologías estratégicas, entre otras. A muchos suecos esto les retrotrae a la Guerra Fría, recordándole casos como el Stig Begling, el oficial del SÄPO que durante años espió en Suecia para el KGB.
El segundo informe fue publicado por el Servicio de Inteligencia Exterior de Estonia (Välisluureamet). De acuerdo con los oficiales estonios, agentes rusos habrían apoyado en los últimos años a partidos euroescépticos tanto en Estonia como en Suecia. La investigación también apunta a preparativos rusos para acciones militares contra los países bálticos en caso de que el Kremlin pierda influencia en la región, con una caída del gobierno de Lukashenko en Bielorrusia.
Movimientos militares
Además de amenazas de espionaje, Rusia ha representado una amenaza militar para Suecia desde los intentos de Moscú de imponerse de nuevo en territorios que pertenecieron a la URSS, como la guerra librada con Georgia en 2008 y especialmente la anexión de Crimea en 2014. El gobierno sueco se ha concentrado principalmente en las actividades de la marina rusa en el Báltico, sobre todo en las aguas próximas a la isla sueca de Gotland.
Ya en 2013 Rusia fue denunciada por Dinamarca por haber violado su espacio aéreo más de cuarenta veces, y en marzo de 2014 el Ejército ruso realizó maniobras militares muy cerca de la frontera con Finlandia. Las alarmas comenzaron a sonar en Suecia en octubre de 2014, cuando el SÄPO detectó comunicaciones entre Kaliningrado y el archipiélago de Estocolmo y hubo un avistamiento de lo que parecía ser un submarino, si bien la marina sueca no logró localizarlo.
Más recientemente, en agosto de 2020, la armada rusa estuvo realizando movimientos en la zona marítima cercana a la isla de Gotland. Además, en su viaje desde San Petersburgo hasta Kaliningrado, los barcos rusos se aproximaron mucho a las aguas territoriales de Lituania y Letonia. Esto podría constituir una respuesta rusa a la tensión que entonces se vivía en Bielorrusia, bien como maniobra de distracción, bien para alertar de que cualquier interferencia de Europa en Bielorrusia podría ser respondida por Moscú con una amenaza en el Báltico.
En una mesa redonda virtual organizada por el American Enterprise Institute de Washington, la responsable de la Armada sueca, contraalmirante Ewa Skoog Haslum, advirtió que los riesgos para Suecia pueden ser grandes si las actividades militares rusas no son controladas, ya que podrían llevar a un bloqueo del transporte marítimo a través del Mar Báltico, que es vital para la economía sueca. Haslum destacó la importancia de la colaboración entre Suecia y la OTAN, sobre todo con la Segunda Flota de Estados Unidos, para garantizar la protección de la larga costa sueca.
Esta actividad rusa en el Báltico es vista con preocupación por la población sueca. Un sondeo de PewResearch indicó que solo el 12% de los suecos tiene una opinión favorable de Rusia.
Contexto político sueco
Durante los últimos años se ha podido ver tanto en la actitud de la clase política sueca como en el propio electorado un giro hacia una tendencia más atlantista, lo que contrasta con la tradicional posición neutral mantenida por Suecia a lo largo de su historia.
El Partido Socialdemócrata Sueco ha gobernado el país durante la mayor parte de su historia democrática reciente. Dirigentes socialdemócratas como Tage Erlander o Olof Palme establecieron la política exterior basada en la neutralidad. El cambio comenzó con la llegada al poder de Carl Bildt, del Partido Moderado, en 1991. Bildt apoyó, junto con Dinamarca, la construcción de los nuevos estados independientes bálticos –Lituania, Letonia y Estonia– enfrentándose por ello con Rusia. Esa línea de cambio siguió luego con sus sucesores, independientemente del color político, hasta llegar al primer ministro actual, Stefan Löfven.
La posición del gobierno socialdemócrata de Löfven se caracteriza por la “Doctrina Hultqvist”, llamada así por el actual ministro de Defensa, Peter Hultqvist. Bajo esta doctrina Suecia colaborara con Estados Unidos y la OTAN en sus actividades en el Báltico, donde también coopera con Finlandia, al mismo tiempo que aumenta notablemente el presupuesto militar. El objetivo es garantizar la defensa del país mediante alianzas estratégicas, sin que Suecia se vea comprometida por ningún tratado internacional que pueda obligarle a una implicación que supere el ámbito de la seguridad nacional.
Por otra parte, desde la llegada al liderazgo de Ulf Kristersson, Partido Moderado ha radicalizado sus posiciones atlantistas y en las elecciones de 2018 propuso la entrada de Suecia en la OTAN. El Partido de Centro, dirigido por Annie Lööf y actual principal suporte del gobierno, también defiende la entrada. El tercer mayor partido del Riksdag, Demócratas de Suecia, conocido por sus posturas soberanistas y contrarias a la inmigración, ha cambiado recientemente su posición y se muestra favorable a la entrada de Suecia en la Alianza Atlántica. Esto significa que los Socialdemócratas y el Partido de la Izquierda son los únicos partidos del Riksdag contrarios a la adhesión y por tanto existe una mayoría atlantista en la cámara legislativa sueca por primera vez en su historia.
La opinión ciudadana está al respecto más dividida que los partidos. Según un sondeo publicado en diciembre de 2020 por el periódico Dagens Nyheter, el 33% de los suecos estaría a favor de una solicitud de entrada en la OTAN, mientras que 35% estaría en contra. Esto supone un aumento del 50% en el apoyo al ingreso en comparación con 2018.
Durante el último año los sondeos han registrado una tendencia ascendente de los Moderados, lo que, dada a sus claras posiciones atlantistas, especialmente las de su líder Ulf Kristersson, puede tener relación con la creciente preocupación en Suecia por la amenaza que supone Rusia. Ahora bien, estos mismos sondeos especifican que el bloque de los Moderados con los Democristianos y los Demócratas de Suecia no sería suficiente para derrotar al bloque que apoya a los socialdemócratas.
Acciones de Suecia
Las acciones militares de Rusia en el Báltico tienen como efecto el acercamiento a la OTAN tanto de sectores de la sociedad como de la clase política de Suecia y el alineamiento a Estados Unidos. En ese contexto, si bien siguen siendo contrarios a entrar en la OTAN, los socialdemócratas han modificado su tradicional política exterior y el gobierno de Löfven ha realizado diversas acciones.
Uno de los primeras fue la recuperación en 2017 del servicio militar obligatorio, que había sido abolido en 2010. Para ello se adujeron “razones de seguridad nacional”, en referencia velada a la amenaza rusa. En 2018 el ejército sueco enlistó a 4.000 jóvenes para un servicio de 12 meses.
La siguiente medida fue un gran aumento del gasto en defensa. En diciembre de 2020 el Riksdag aprobó un incremento del 40% del presupuesto nacional de defensa, lo que supone un total de 89.000 millones de coronas (unos 11.000 millones de dólares). “Hay muchos indicios de que las capacidades militares de Rusia en términos absolutos aumentarán durante los próximos 10 años”, se lee en la propuesta adoptada. El plan hará que las Fuerzas Armadas crezcan de los 55.000 efectivos actuales a 90.000 para 2030. Se restablecerán varios regimientos disueltos y el número de reclutas aumentará en 8.000 anualmente, lo que constituye una duplicación respecto a 2019. La Marina recibirá nuevos equipos y habrá mejoras en armamento.
Otra acción fue en 2016 el aumento de tropas en la Isla de Gotland, una isla sueca en el medio de Báltico. “Tenemos una Rusia fuerte que tiene mucha más actividad militar que antes y vemos lo que está sucediendo en Ucrania, por lo que vemos un deterioro de la situación de seguridad”, dijo el comandante de la guarnición de Gotland, Mattias Ardin. En abril de 2019 el gobierno sueco comenzó la construcción de nuevas instalaciones para los 282 soldados a tiempo completo que componen la guarnición y para albergar varias decenas de tanques y vehículos blindados.
Además, durante el mandato de Löfven el Ejército sueco ha realizado una serie de actividades y maniobras en cooperación con tropas de la OTAN. Ejemplo de esto es la cooperación de Suecia con la OTAN en el ejercicio Viento del Norte en marzo de 2019, que contó con 10.000 efectivos y colaboración de Noruega, Reino Unido y Estados Unidos. Otro ejemplo es el atraque en octubre de 2020 de barcos de la OTAN en puertos suecos como parte de maniobras marítimas. También se llevó a cabo en septiembre de 2017 el que ha sido el mayor despliegue en casi un cuarto de siglo de tropas suecas para un entrenamiento, operación que se denominó llamo Aura 17, con el despliegue de 150 efectivos y la cooperación de unidades de diversos países de la OTAN, como Estados Unidos, Noruega, Francia y Dinamarca.
Consecuencias
La creciente inestabilidad en zonas que Moscú considera su “extranjero próximo”, como es el caso de Ucrania o Bielorrusia, es percibida por el Kremlin como una amenaza para Rusia, lo que lleva al presidente Vladimir Putin a un aumento de las acciones de los soldados rusos el Báltico, con el objetivo de distraer a la OTAN y a la UE y así evitar que estas intervengan en su área de interés. Estas actividades provocan una tensión y una polarización en Suecia que empuja a la opinión publica y a la clase política hacia posiciones atlantistas. Esto mueve al gobierno sueco a actuar en consecuencia y aumentar su colaboración con OTAN, lo que incrementa la tensión con Rusia, quien a su vez procede a una escalada de sus actividades en la zona.
Si bien durante décadas Suecia representaba la neutralidad en la región, la nueva política de defensa sueca, basada en hacer frente a Rusia, hace que todos los países con intereses en el Báltico se alineen contra Moscú (estén o no en la OTAN).
A pesar de que el gobierno se mantiene opuesto a la entrada de Suecia en la OTAN, no se puede negar que, a día de hoy, el Riksdag posee una mayoría atlantista, por lo que incluso si los socialdemócratas se mantienen en el poder tras las elecciones de 2022 es probable que el país finalmente pida la adhesión, especialmente si no hay un cambio en la política exterior rusa. Una entrada de Suecia en la OTAN tendría un doble efecto.
El primero sería la total polarización del Báltico y el posible arrastre a la Alianza también de Finlandia, si bien esto no está garantizado, dada la larga frontera entre Finlandia y Rusia, en la que podría darse un futuro aumento de militarización. Si tanto Estocolmo como Helsinki entran en la OTAN, todos los países con costa en el Báltico salvo Rusia serían de la OTAN, incrementando las posibilidades de conflicto.
A nivel de la Unión Europea la entrada de Suecia en la OTAN inclinaría el fiel de la balanza de la política exterior común hacia Estados Unidos, manteniendo una colaboración más estrecha con Washington, algo hacia donde ya apuntan estados miembros como Polonia o los países Bálticos.