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Tránsito a través de una de las exclusas del Canal de Panamá [ACP]
INFORME SRA 2025 / [Versión en PDF]
° El fondo estadounidense BlackRock ha firmado la compra de la sociedad hongkonesa que explota los dos principales puertos de la vía interoceánica.
° El presidente Mulino ha sacado al país de la Ruta de la Seda y ha apartado a las empresas chinas de la construcción de un gran puente y del trazado de una línea férrea.
° Washington también tiene la vista en la concesionaria de la mayor mina de Panamá, que supone un 5% del PIB y cuyo principal accionista es chino.
La fijación de Donald Trump con el Canal de Panamá responde, de entrada, a una preocupación geopolítica normal de Washington. La creciente presencia del rival chino en un punto especialmente estratégico para la seguridad —económica y militar— de Estados Unidos hace innegociable para este país apartar a Pekín de las orillas del Canal. Las suspicacias habían ido en aumento y el Pentágono lo venía advirtiendo los últimos años en sus comparecencias ante el Congreso; ahora Trump ha convertido esto en una prioridad.
Además de ser uno de los estrechamientos más importantes en las rutas marítimas del planeta, por el que pasa el 5% del comercio internacional, para Estados Unidos constituye una conexión vital entre sus costas atlántica y pacífica y con el resto del mundo: el 40% del tráfico de contendedores de Estados Unidos pasa por el canal; si además se tienen en cuenta todos los barcos que van a puertos estadounidenses o parten de ellos, esa cifra se eleva entonces al 72%.
El gobierno panameño, bajo la presidencia de José Raúl Mulino, en el cargo desde julio de 2024, se ha movido con celeridad: abrió una revisión de la concesión de los dos principales puertos del canal a una sociedad de Hong-Kong, ha anunciado la salida de Panamá de la Ruta de la Seda y ha cerrado la puerta de la intervención china en la construcción de un nuevo puente sobre el canal, así como a la inversión de ese país en un proyecto de trazado ferroviario. Siguen otros intereses chinos en Panamá, pero las acciones ya tomadas debieran tranquilizar a Washington, si es que eliminar la amenaza de la influencia china en el istmo era el objetivo de la presión de Trump.
Puertos
La principal inquietud expresada por Estados Unidos se refiere a la gestión de los dos mayores puertos del país, el de Cristóbal y el de Balboa, situados en la boca atlántica y en la pacífica, respectivamente, del Canal. Su gestión fue otorgada en 1997 a la compañía hongkonesa Hutchison, con una cesión de 25 años cuya renovación entró en vigor en 2022. Si durante todo este tiempo nadie vio esa adjudicación como un riesgo, el ascenso de China y su rivalidad con EEUU la ha convertido en algo observado con desconfianza desde Washington.
No es solo que, de acuerdo con la legislación interna de la potencia comunista, las empresas chinas deban seguir los intereses nacionales también en el exterior (los puertos de empresas chinas podrían verse obligados a acoger barcos de guerra chinos o impedir el traque de países rivales), sino que bastaría cualquier disrupción en las bocas del canal, camuflada como algo accidental, para impedir que la Armada estadounidense pudiera mover sus capacidades entre un océano y otro, lo que sería catastrófico en una crisis.
En atención a la disconformidad expresada por la Administración Trump, el presidente Mulino anunció que abría una revisión de la concesión otorgada a Hutchison. Difícil era encontrar algún incumplimiento por parte de la concesionaria, por lo que una ruptura de contrato le habría resultado cara al gobierno panameño. La solución vino desde Estados Unidos, cuando el 4 de marzo el fondo de inversiones BlackRock, uno de los mayores del mundo, anunció que había llegado a un acuerdo con la empresa hongkonesa para adquirir los 43 puertos que opera fuera de China, en 23 países. Como parte de ese acuerdo, BlackRock pasará a tener el 90% de Panama Ports Company, de la que dependen los puertos de Cristóbal y Balboa.
Un mes antes, coincidiendo con la visita a Panamá de Marco Rubio, en su primer viaje al exterior como nuevo secretario de Estado norteamericano, el gobierno panameño hizo saber que abandonaba su participación en la Ruta de la Seda, un programa de financiación de infraestructuras y conectividad. Panamá firmó su adhesión a la iniciativa china en 2017, unos meses después de romper relaciones diplomáticas con Taipéi y establecerlas con Pekín. Fue el primer país latinoamericano en sumarse a la Ruta y ha sido también el primero en dejarla.
China ha expresado sus quejas por la operación que afecta a Hutchison y llamó al embajador panameño en Pekín para trasladar el malestar chino por las decisiones que está tomando el gobierno de Mulino. Este, al margen de los partidos tradicionales del país, ha dado un giro a las aproximaciones a Pekín realizadas por sus dos antecesores, Juan Carlos Varela y Laurentino Cortizo.