En la imagen
El brasileño Ilan Goldfajn, nuevo presidente del BID desde el mes de noviembre.
El brasileño Ilan Goldfajn llegó a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) el pasado mes de noviembre, poniendo fin al corto mandato de Mauricio Claver-Carone, un estadounidense de origen cubano puesto al frente del banco por insistencia de Donald Trump (es costumbre que Estados Unidos, a pesar ser el país que más fondos aporta, deje ese asiento a un latinoamericano). El cese de Claver-Carone a raíz de una denuncia por contravenir disposiciones éticas, deja en el aire alguna de las políticas que había impulsado. La de mayor trascendencia geopolítica se refería a procurar reducir el peso de China en el reparto de los fondos para programas de desarrollo en la región. Recién aterrizado en el banco, la prioridad de Goldfjan ha sido de momento intentar recomponer el liderazgo dentro de la institución.
El avance de la actividad china en América Latina crea cierto nerviosismo en Washington y en otras capitales de la región. China es ya el primer o segundo mayor socio comercial de muchos países latinoamericanos y ha entregado abundantes créditos a sus gobiernos; en los últimos años los préstamos de los bancos políticos chinos se han visto sustituidos por préstamos de los bancos comerciales, lo que está permitiendo que China avance como origen de la inversión extranjera directa (si bien, de momento, muy por detrás de Estados Unidos y Europa).
En esa penetración en la región, China se ve ayudada por el Banco Interamericano de Desarrollo, lo que ha generado un debate en el directorio ejecutivo de la institución. La cuestión es que el gigante asiático se lleva una buena parte de los proyectos financiados por el BID. Entre 2010 y 2020 empresas de ingeniería y construcción chinas llevaron a cabo proyectos por valor de 1.700 millones de dólares que fueron adjudicados por el banco. Ello supone que China es el cuarto mayor beneficiario de la financiación (por detrás de Brasil, Argentina y Perú), siendo en cambio el inversor que menos aporta al capital de la entidad, tan solo un 0.004%. Por su parte, Estados Unidos, si bien es el que más aporta (un 30% de todo el presupuesto), durante el mismo periodo sólo se encargó de contratos por un valor de 249 millones de dólares, alrededor de un 85% menos que China. Esto viene a significar que, en cierto modo, China se estaría sirviendo de capital estadounidense para financiar sus propios proyectos, varios de los cuales se enmarcan dentro de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda.
Con todo, hay que precisar que China aún está lejos de desbancar a Estados Unidos en lo que a número de proyectos dirigidos se refiere. De hecho, Alemania, España o Países Bajos —como miembros no regionales del banco— lideraron más proyectos que China en 2022 (2, 2 y 6, respectivamente, hasta el mes de noviembre).
Para hacer frente a esta situación, Claver-Carone planteaba contrarrestar la presencia de empresas chinas, mediante el aumento del accionado del BID a otros países, como Australia, India y Qatar. A la par que fomentando la participación de otros países (ya miembros) en proyectos en la región —como naciones de Europa, Estados Unidos, Corea o Japón. Por supuesto, un aumento del accionado del banco también implicaría que China aumentase su participación en el banco, pero al menos así habría una relación más proporcionada entre las aportaciones al banco y el beneficio de los proyectos financiados por este, limitando la influencia china.
En lo que a sanciones se refiere, desde 2017 el BID solamente ha impuesto sanciones a dos empresas chinas que operaban en Venezuela, alegando en ese caso motivos de corrupción. Ambas se impusieron en octubre de 2021, cuando Claver-Carone era presidente del BID