En la imagen
Portada del libro de Josep Baqués ‘¿Cómo funciona el mundo? Una perspectiva desde la geopolítica’ (Valencia: Tirant lo Blanc, 2023) 384 p.
A estas alturas del siglo XXI, cuando se cumplen dos años de guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza sigue amenazando su extensión en Oriente Medio y Taiwán podría ser escenario de guerra entre China y Estados Unidos incluso esta misma década, no haría falta defender la validez de la llamada “teoría realista” de las relaciones internacionales.
De hecho, Josep Baqués no pierde el tiempo en una apología: simplemente expone lo que dice esa teoría y lo que defienden tanto su opuesta –normalmente conocida como “teoría idealista” (aunque Baqués prefiere usar etiquetas más específicas para sus varias corrientes: es el caso del “institucionalismo liberal”)– como otras teorías críticas. Basta ver la actual crisis de las instituciones internacionales, el reflujo de la ola democrática y el cuarteamiento de la globalización para entender que el mundo idílico de quienes en la década de 1990 hablaban del fin de la historia debido a la coronación del sistema liberal y democrático ha hecho aguas sin que acabara de emerger del todo. Ese fracaso del idealismo a la hora de analizar cómo funciona el mundo y de constituir, por tanto, un instrumento prospectivo útil para evitar nuevas guerras ha atraído de nuevo la atención hacia el realismo y también hacia la geopolítica, una perspectiva particular que ofrece importantes claves sobre el devenir del mundo.
La obra de Baqués, profesor de Ciencia Política, se inscribe en el ámbito de los fundamentos teóricos de las relaciones internacionales. No es una narración de lo que sucede, sino un repaso de las teorías que intentan explicar por qué ocurre. El libro tiene tres capítulos: el primero está dedicado al realismo, con sus varias líneas de pensamiento: el realismo clásico (Morgenthau), el neorrealismo defensivo (Waltz) y el ofensivo (Miersheimer); el segundo, a las teorías críticas con el realismo (social constructivismo e interpretaciones marxistas); el tercero va sobre geopolítica, con el detalle de las tesis de Mahan, Mackinder y Spykman.
El título del libro pone el acento sobre la geopolítica, y así debe entenderse la estructura de la obra: hay una apuesta por el realismo, cuyo proceso de elaboración intelectual se sigue con detenimiento –también examinando, como a contraluz, lo que dicen sus críticos–, y así se desemboca en la geopolítica, que, presuponiendo una concepción realista, aporta una perspectiva específica. No hay duda de que el autor se inscribe en la corriente realista; no obstante, establece un diálogo con la literatura contraria, porque no hay un interés en descalificar, sino en comprender los razonamientos de unos y otros y en resaltar los que mejor se ajustan a los comportamientos de los estados, que son los sujetos del tablero internacional.
Una de las grandes virtudes del libro es que el autor acompaña muy bien al lector en el proceso entender la generación y la evolución de las distintas ideas, con un estilo muy transparente que permite distinguir lo que dicen los varios teóricos y lo que es una elaboración de Baqués tratando de mostrar posibles desarrollos de algunos planteamientos. Conviene hacer notar que el autor no es un mero descriptor, sino que él mismo muestra, con clara autoridad intelectual, la capacidad de construir sobre determinados legados o de disentir razonadamente de ellos.
En el primer y segundo capítulos hay una cierta contención de Baqués; una contención ciertamente relativa, pues a veces deja ir su mano contra el idealismo: “¿Quiénes son, entonces, los avaladores de las guerras? ¿Los realistas? ¿De verdad? La paradoja está servida: los liberales no acuden [a la guerra] cuando deben (...) Pero pretenden hacerlo, más allá de lo razonable, cuando no deben”. Sin embargo, en el último capítulo, cuando al abordar la geopolítica llega al objeto y conclusión de su obra, Baqués es contundente en defender esta disciplina, que algunos siguen viendo controvertida a pesar de haber sido certera en sus avisos sobre muchas de lo que hoy ocurre en la escena internacional. “No atender a las señales de la geopolítica es tanto como abrazar un autismo intelectual de modo voluntario y, por sus efectos, incluso suicida (...) La geopolítica previene de conflictos que todavía no han cristalizado en forma de guerra. ¿Existe tarea más noble?”.
Baqués defiende que la geopolítica no es determinismo (sus teóricos siempre han presentado la geografía como un elemento decisivo, pero no como algo absoluto) y que el realismo no es belicista (conocer la naturaleza humana, en su egoísmo y aspiración de poder, más bien debiera llevar a estar precavidos, antes que lanzarse imprudentemente a ciertas cruzadas). “La geopolítica ya está siendo rehabilitada. De nuevo, lo está siendo por la fuerza de los hechos. Y porque, una vez más, se necesitan explicaciones. Aunque sean incómodas (...) La geopolítica ni es, ni quiere ser, determinista. No obliga a nada, a ningún Estado, en términos ofensivos (...) en todo caso a prevenir males mayores”, concluye.