▲ Lola de Marcos, de pie, tercera por la derecha.
Sin lugar a dudas, mi participación en el Laboratorio Sepulcre (Sepulcre Lab) de Harvard Medical School ha sido una de las experiencias más estimulantes de mi etapa en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. Desde mi llegada a Boston en mayo hasta mi partida en agosto, aprendí, crecí y conocí a muchísima gente con la que espero no perder nunca el contacto.
Académicamente, he podido entender mejor las aplicaciones de la fMRI/fcMRI y su valor para conocer el funcionamiento del cerebro. Aunque ya había estudiado los fundamentos de la técnica durante la carrera, en Boston pude entender realmente cómo el flujo cerebral puede predecir no sólo la actividad del cerebro, pero también su conectividad. Por otro lado, la teoría de grafos era un campo completamente nuevo para mi y su aplicación en neurociencia me pareció fascinante.
Además, me he dado cuenta de que la integración multidisciplinar es fundamental en la investigación biomédica. Llegando de la Facultad de Medicina, donde lo más distinto que nos encontramos es algún estudiante de Farmacia que se ha equivocado de aula, la posibilidad de trabajar con ingenieros, psicólogos e incluso neuro-economistas ha sido muy enriquecedora.
La propia naturaleza del Laboratorio Sepulcre es multidisciplinar, puesto que combina dos especialidades (Radiología y Neurología) que afrontan la misma enfermedad (la enfermedad de Alzheimer) desde perspectivas distintas. La oportunidad de trabajar con ingenieros me permitió aprender sobre el mundo de la informática y programación y sobre la inmensidad de posibilidades que existen en este campo.
Mi experiencia fue apasionante también a nivel personal. Pude participar en un ambiente profesional, captando su dinámica y responsabilidades. En este sentido, lo que más me llamó la atención fue el increíble trabajo en equipo de los investigadores que me rodeaban; todos nos ayudábamos muchísimo. Además, me di cuenta de que la creatividad, cooperación y valentía son de las cualidades más valoradas, lo que me motivó para mejorar en estas áreas. Por otro lado, vivir en Boston me obligó a saltar fuera de mi zona de confort y creo que esto me ayudó a adaptarme en seguida. Yo repetiría la experiencia sin dudarlo y la recomendaría a cualquier compañero que se atreva a cruzar el charco. La Facultad de Medicina ofrece esta oportunidad todos los años y merece la pena aprovecharla.