Las siete grandes iniciativas mundiales para el estudio del sistema nervioso –australiana, japonesa, coreana, china, europea, canadiense y estadounidense– se plantean, en el campo de la neuroética, un diálogo con las humanidades para anticiparse a los grandes retos que pueden encontrarse en un futuro: ¿cambiará nuestra concepción del ser humano cuando este se fusione con dispositivos de inteligencia artificial? ¿Cómo se garantizará la privacidad de los usuarios que empleen estos dispositivos? ¿Podría este futuro posible quedar reducido a una élite económica?
A la hora de tratar de dar respuesta a estas cuestiones, es fundamental la idea de persona humana, considerando al menos su dimensión biológica, subjetiva, y social. La neurociencia actual, sin embargo, suele partir de presupuestos neuroesencialistas y cerebrocentristas, reduciendo la persona a su cerebro, y por lo tanto eliminando las dos últimas dimensiones.
De hecho, es común asumir el paradigma computacional, y entender el cerebro como un ordenador. Un recorrido por la historia reciente de la neurociencia demuestra que este paradigma está agotado, y que son necesarias otras propuestas que nos hagan entender qué es el cerebro, y no simplemente cómo funciona.
El Grupo Mente-cerebro, a través de un diálogo interdisciplinar previo, pretende encontrar propuestas novedosas acerca del papel del cerebro en el conjunto de la persona, y cómo se pueden acometer los problemas éticos que surjan del desarrollo de las neurotecnologías.