En las sociedades occidentales nos encontramos cada vez más frecuentemente con una realidad: adultos que no son capaces de llevar adelante su vida de forma integrada, con un equilibrio saludable. Cuando estos adultos hablan con un profesional como, por ejemplo, un psicólogo, porque se encuentran “desmotivados” y no saben “qué pueden hacer para sentirse mejor”, no es posible llegar a ningún diagnóstico clínico, salvo a identificar que tienen un problema de inmadurez afectiva.

Sin embargo, la investigación sobre los procesos de maduración afectiva en adultos es prácticamente inexistente. Existen libros divulgativos, y otros conceptos usados por la investigación, pero, según nuestra experiencia, estas contribuciones son valiosas pero insuficientes para ayudar a estas personas o no se han desarrollado de forma que sea posible testarlas científicamente.

Los destinatarios del proyecto son adultos que, teniendo las competencias necesarias para desempeñar adecuadamente su trabajo y responder habitualmente a las demandas de su entorno social y familiar, muestran una gran inconstancia o inconsistencia en sus motivaciones y/o tienen graves dificultades para establecer vínculos con otras personas. Además, esto no está causado por un problema de salud mental o por circunstancias externas.