Capacidad de esfuerzo
Definición:
Capacidad de acometer acciones costosas que merezcan la pena, ser constante ante las dificultades que se presentan para cumplir compromisos. Encauzar los estados interiores negativos y de nerviosismo hacia emociones más positivas que permitan responder mejor ante demandas externas.
REFLEXIONAR
Evaluación
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¿Examinas con frecuencia tu propio comportamiento?
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¿Reconoces tus limitaciones sin excusarte a ti mismo?
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¿Eres coherente, auténtico y firme con tu propia personalidad?
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¿Cambias de criterio cuando hay motivos suficientes, aunque vayas a quedar mal?
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¿Crees en tus propias capacidades y acometes tareas difíciles?
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¿Consideras tus errores y las correcciones de los demás como estímulo para la mejora?
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¿Analizas tus sentimientos y cómo afectan a tu rendimiento y a tus relaciones con los demás?
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¿Conoces tus carencias y tus puntos fuertes?
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¿Puedes relacionarte con los demás desde una posición de confianza?
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¿Eres consciente del efecto de tus emociones sobre tus acciones?
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¿Cumples con los objetivos que te propones porque sabes cuánto esfuerzo te va a llevar?
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¿Te interesa el aprendizaje constante y el desarrollo de ti mismo?
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¿Agradeces los consejos de los demás? ¿Te dejas ayudar en lo que necesitas mejorar?
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¿Aceptas tu responsabilidad ante los fallos y pides perdón?
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No afrontas tareas que requieren esfuerzo.
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Necesitas gratificaciones continuas para mantener el esfuerzo.
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Te rindes fácilmente
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Te cansas enseguida de las cosas y las dejas a medias.
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Te dejas llevar por lo que más te apetece en cada momento.
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Te sueles engañar y te pones excusas para no terminar.
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Evitas situaciones difíciles, buscas lo más fácil (por ejemplo, en el estudio).
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Evitas actividades que supongan un trabajo adicional.
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Te dejas llevar por la envidia, la soberbia, la lujuria...
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Te influyen demasiado los compañeros.
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No tienes unos objetivos establecidos. Eres desordenado
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No mantienes los compromisos adquiridos ante la mínima dificultad.
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No terminas lo que has comenzado.
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No eres puntual a la hora de comenzar o terminar una tarea.
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Te distraes con facilidad y te cuesta trabajar a fondo los temas.
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Le dedicas tiempo al móvil en Whatsapp, Facebook, etc., a la hora de estudiar
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Diluyes la responsabilidad personal cuando se trabaja en equipo.
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Realizas muchas tareas, excepto la que tendrías que estar haciendo.
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Hablas o actúas sin pensar.
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Careces de capacidad para contenerte: actúas impulsivamente.
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Te desesperas ante una situación difícil
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Ante el estrés o la presión, no respondes
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Eres pesimista y tienes una actitud negativa
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Tienes altibajos emocionales
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¿Eres capaz de vencer el cansancio ante tareas complejas o pesadas?
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¿Tratas de no darte por vencido ante las primeras dificultades?
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¿Te esfuerzas por hacer lo que debes en cada momento?
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¿Terminas las tareas que empiezas?
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¿Eres capaz de valorar si has triunfado o fracasado en tus propósitos?
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¿Cuándo planificas tu horario de estudio?
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¿Eres riguroso con las planificaciones de estudio? ¿Cumples con los horarios?
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¿Cuántas distracciones tienes mientras estás estudiando?
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¿Cuántas veces miras el móvil mientras estudias?
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¿Realizas los descansos necesarios cuando estudias?
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¿Te sientes estresado antes de ponerte a estudiar o entregar un trabajo?
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¿Piensas antes de hablar o actuar?
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¿Cómo te comportas en eventos sociales (fiestas, reuniones...) con tus amigos y compañeros?
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¿Cuánto le dedicas de tu tiempo a reflexionar acerca de tu forma de actuar ante distintas situaciones?
CAMBIAR
Plan de acción
Si eres de esas personas que van saltando de una tarea a otra y no terminan nunca ninguna, tienes que ordenarte en lo importante. Esto es recomendable hacerlo con otra persona que te vaya aconsejando.
Realiza una lista con las cosas que tienes que hacer (“Things to do” o “to do list”) y luego dales dos notas: una según la urgencia que tengan y otra según la importancia. Las tareas que sean muy grandes, divídelas para que sean más fácilmente clasificables.
Haz rápido lo urgente, para acabarlo cuanto antes, e intenta dedicar la mayor parte del tiempo en lo importante
Cualquier persona se vence a sí misma varias veces a lo largo del día. Elabora una lista en la que enumeres esas acciones que te requieren esfuerzo y haces.
Como parte de un proceso progresivo, elabora otra lista en la que apuntes puntos en los que puedas esforzarte un poco más (levantarte de la cama, la puntualidad, el estudio, regirse por un horario, etc.) y ve evaluando su desarrollo.
Con tu asesor/a o una persona de confianza para mayor objetividad, comenta los objetivos que te has marcado, el plazo que te has puesto y el grado de cumplimiento que has obtenido hasta ese momento.
Antes de comenzar, piensa cuáles son las asignaturas y problemas que más tiempo de estudio te van a exigir.
Establece un tiempo de dedicación exclusiva a las tareas más complicadas (un tema difícil, una asignatura que no has “visto” en clase, el propósito de descansar o de salir más con los amigos, etc.).
Busca apoyo en otros que ya hayan pasado por ahí que conozcan el tema para que no te estreses o te dé ansiedad.
En el apartado de Recursos tienes material para conocer lo que es y en lo que repercute procastinar. Como adelanto, dicha acción es ir posponiendo los deberes y dedicarse a otras cosas que no son lo que debes hacer.
Una vez trabajado el término y sus consecuencias, localiza las acciones en las que pierdes más el tiempo o las que te pilla siempre el toro, márcate unos objetivos para ahuyentar las distracciones y realiza un seguimiento junto a tu asesor/a.
Si tu fuente de distracciones es muy grande, es probable que tengas que pasar una temporada de “grandes remedios”. Por ejemplo, si te distraes mucho con un juego en el móvil, quizá deberías plantearte desinstalártelo. O incluso dejar el móvil en casa, que está demostrado que favorece la concentración y la interacción.
Prepárate un horario semanal en el que estén recogidas todas las actividades que quieres hacer de manera concreta. No solo el tiempo de estudio, sino también el deporte, el ocio, el tiempo con la familia y los amigos, etc.
Con tu asesor, o con una persona con la que tengas confianza, comenta la viabilidad del horario.
Al final de cada día, apunta el porcentaje de cumplimiento del horario y enfoca tus próximos objetivos semanales en lo que fallaron en otras semanas, así como añadir siempre que lo creas necesario.
Hay veces que ponemos nuestras ilusiones en una meta, pero no las alcanzamos porque más tarde o temprano, la fuerza de voluntad nos abandona y nos supera. Por ello, es importante tener una voluntad firme.
Como sugerencia para mejorarla, concrétate un punto de mejora en el que puedas subir gradualmente de esfuerzo y que sea sostenido en el tiempo. Un ejemplo bueno es hacer deporte –pongamos salir a correr-: te propones unos días semanales para ese ejercicio, sales a correr esos días independientemente del ánimo, y cada semana puedes ir subiendo poco a poco la distancia que corres.
Lo mismo se puede aplicar a leer un libro si no te gusta leer, o comer menos… Hay muchas posibilidades, pero lo importante es la constancia en hacerlas, aunque supongan un sacrificio. Puedes hablar de tus progresos con tu asesor/a.
Se rinde más cuando se está descansado. Incluye en tu horario al menos una actividad deportiva semanal para mejorar tu estado anímico y físico y procura ir aumentando esa periodicidad.
En las jornadas de trabajo largas, procura salir de cuando en cuando a tomar el aire, o a caminar mientras te relajas hablando o simplemente pensando.No saltes de un tema a otro sin dejar un breve espacio para que lo aprendido "repose".
El sueño es fundamental. Para ello, puedes seguir los consejos que da el doctor Fernando Sarráis en su artículo Consejos para dormir bien.
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