Juan Teixeira
La vena oculta de Madrid
Proyecto Fin de Carrera Máster Universitario de Arquitectura (MUA) y Máster en Diseño y Gestión Ambiental de Edificios (MDGAE)
Universidad de Navarra
Tutor: Eduardo Escauriaza
Las enigmáticas construcciones de los Viajes del Agua salvaron a Madrid durante siglos de las demandas de abastecimiento de agua mediante una inmensa red de galerías subterráneas. Los llamados “qanats”, captaban y conducían el agua del nivel freático a centenares de fuentes públicas, donde era recogida por los vecinos de la Villa o por los aguadores. Más allá de solventar una necesidad primaria, el agua se erigía como punto de encuentro, comunidad y tradición.
El objeto de proyecto no es la recuperación del trazado original del Viaje del agua de Amaniel, sino su medio, buscando revivir el espíritu original de la canalización de agua árabe más reciente que sustentó la vida en Palacio durante siglos, y suplió la fuerte demanda del boom demográfico que sufrió Madrid al ser nombrada capital de España.
La propuesta ahonda en un nuevo concepto de museo, incorporando los principios de las galerías primitivas de los Viajes del agua extrapolables a un museo contemporáneo desde su estudio tipológico y constructivo. Así, el edificio nunca perderá su fuerte vínculo histórico pese a la nueva formalización contemporánea. Un recorrido lineal redescubierto siglos después, otorgándole de nuevo el carácter de galería en sí misma.
La gran escala de la operación agrupa los dos puntos más degradados del promontorio real: la Plaza de Ópera y los Jardines de Lepanto, acelerando así su regeneración desde la homogeneidad del espacio urbano.
El agua se alza como elemento depurador del espacio público, cuya superficie, de partida, no será transitada ni ocupada por ningún elemento urbano, eliminando el excesivo número de elementos que distorsionan el espacio público y clarificando la monumentalidad perdida.
Los estanques en sí mismos configuran los dos accesos de museo y centro cívico. La entrada al edificio se convierte en una experiencia en sí misma, sumergiendo al usuario lentamente en el agua bajo rampas marcadas por las alineaciones urbanas dominantes. Grandes masas de agua que recuperan dos puntos de encuentro social en torno al agua en su ubicación original, ocupando la huella de las antiguas arcas repartimiento del Viaje de Amaniel de 1750.
El gran tamaño de los estanques entabla un guiño con la antigua vida de la Corte y su tradición en torno al agua, mediante la mimetización de las dimensiones originales del patio interior del Palacio Real, edificio protagonista del Viaje.
Las infraestructuras subterráneas marcan la huella operativa del edificio subterráneo, una abstracción geométrica del trazado. Un recorrido subterráneo dibujado por la unión de tres puntos de intersección entre las antiguas arcas y edificaciones clave de la ciudad actual. Materializados en el museo en tres grandes aljibes, vertebran el espacio interior precedente.
La experiencia del recorrido se fragmenta en cuatro galerías delimitadas por la trama urbana superior, dividiendo el programa sin necesidad de compartimentación.
La primera galería alberga las exposiciones introductorias y subraya la longitudinalidad espacial tan característica de los viajes primitivos. La estructura ramificada original se simplifica conservando los cambios de dirección de la trama superficial, con el fin de difuminar el sentido de la orientación del usuario y potenciando el efecto sorpresa final.
La segunda galería alberga las exposiciones temporales, donde la oscuridad alcanza más protagonismo que la luz. El diseño de los espacios interiores oscuros, estrechos y longitudinales crean esa gran incertidumbre de no saber que habrá en el “más allá” e incita al usuario a continuar con el recorrido. Así, el contenido de exposición de cada galería se revela de forma gradual.
La tercera galería incluye las exposiciones permanentes con un despliegue de restos arqueológicos. Evocando el concepto de aguas subterráneas y el arroyo desde una instalación de agua en movimiento y un gran aljibe bajo los cimientos del Teatro Real. El agua brota en el espacio interior como protagonista de la exposición, en aquellos puntos donde los ramales del Viaje de Amaniel tenían mayor densidad de galerías y por tanto, de agua.
La última galería conforma el centro cívico y alude al concepto de fuente como representación material del final de todo viaje del agua: el punto donde el agua sale a la luz. Aquí, el límite entre arquitectura y naturaleza se desvanece.
Más allá de la huella operativa del edificio, el cobre azul oxidado coge el relevo de la huella real de las galerías originales recorriendo irregularmente todas sus galerías interiores como elemento guía en el recorrido.
Se realiza un estudio paralelo de la huella de carbono y demanda energética, cuantificando la sostenibilidad de la arquitectura subterránea mediante simulaciones digitales. Un edificio ejemplar por su capacidad de alcanzar la autosuficiencia energética mediante la geotermia y un alto rendimiento corroborado por su calificación BREEAM Excelente.
El lenguaje constructivo se limita a los materiales ya asumidos por su entorno inmediato a lo largo de la historia. Más allá del uso de materiales locales como la piedra del colmenar gris propia de los edificios históricos, el cobre azul oxidado que esculpían los monumentos ecuestres o el hormigón negro que recupera la oscuridad de las galerías primitivas, se refuerza la tradición, creando una arquitectura íntegramente integrada en la ciudad.
Un nuevo edificio que se aleja del propósito de construir un hito en la ciudad, impulsando la oportunidad de revivir una valiosa historia para colmatar la regeneración del entorno real.