El ocaso de la vida
Gonzalo Herranz, Departamento de Bioética, Universidad de Navarra
Ponencia en el XXI Congreso de la Asociación Nacional de Médicos Católicos italianos:
Medicina, arte y ciencia para la vida
Sesión III: Ética médica y misterio de la vida
Nápoles, 1997
Buena parte de este texto se encontraba solamente en italiano; lo hemos traducido al español perdiendo la viveza de estilo del Dr. Herranz. También los textos de los anexos, antiguos y actualmente inaccesibles en su mayoría, son traducción del italiano.
Introducción
1. Los textos deontológicos
A diferencia de las discusiones de filósofos y bioeticistas, los textos deontológicos consagran todavía como deber del médico el mayor respeto al enfermo terminal y a su vida precaria. Como muestras, se presentan y comentan las Declaraciones de la Asociación Médica Mundial (de Venecia sobre la enfermedad terminal, de Madrid sobre la eutanasia, de Marbella sobre a ayuda médica al suicidio), el Código Italiano de Deontología Médica de 1995 (Juramento, Artículos 35 y 36), y algunos puntos del Capítulo III, El morir, de la Carta a los Operadores Sanitarios, que condensa con gran sabiduría la tradición cristiana de servicio a la vida terminal.
2. El fundamento ético de la medicina paliativa
La medicina paliativa se apoya, en opinión del autor, sobre dos cimientos básicos y específicos de la ética médica:
a. El respeto ético-médico por la debilidad extrema, propia de la vida terminal; y
b. El carácter limitado, finito, de las intervenciones médicas; cuando la naturaleza intratable de la enfermedad excluye toda acción agresiva y reclama, como respuesta sabia, proporcionada y compasiva ante el enfermo terminal, los tratamientos sintomáticos.
a. El respeto ético-médico por la debilidad extrema
Un factor muy fecundo para el progreso de Medicina, y para el de la sociedad, ha sido la aparición del concepto de que los débiles son importantes, noción-madre que marca el nacimiento tanto de la civilización como de la Medicina.
En general, el respeto médico por la vida se une casi naturalmente con el reconocimiento de la vulnerabilidad y de la fragilidad inherentes al hombre enfermo. Los médicos no suelen tratar de ordinario con personas sanas y fuertes, sino con enfermos que pasan por la crisis del desgaste de su fuerza física, sus facultades mentales, e incluso de su vida. El respeto ético de los médicos que administran cuidados paliativos se dirige a vidas en declive, amenazadas por la proximidad inevitable de la muerte.
El mayor desafío de la medicina paliativa consiste en descubrir algo oculto: reconocer en los enfermos terminales, tras el eclipse de la dignidad humana inducido por su fisiología arruinada, la presencia de un hombre que nos pide protección de su dignidad humana y sus derechos. Cuando las perturbaciones moleculares y celulares están ya más allá de cualquier posibilidad de sistematización, la tarea del médico consiste, no en la lucha implacable para hacer lo imposible, sino en la terapia sintomática, en la reacción médica ante el abandono e indefensión del paciente, y en la noble función médica de acompañar al moribundo.
En suma, el médico debe ser capaz de ver en el enfermo terminal una res sacra miser, un hombre en que lo sagrado y digno de toda vida humana coexiste con la pobreza extrema inducida por la enfermedad.
b. El carácter limitado, finito, de las intervenciones médicas
Es fundamental que los médicos aprendamos a reconocer los límites prácticos y éticos de nuestro poder. Con frecuencia, en la evolución clínica del enfermo llega un punto en el que los beneficios de las intervenciones agresivas son desproporcionadamente bajos en comparacion con el sufrimiento que causan o con los gastos económicos que originan. Llegado el momento en que se confirma la incurabilidad del paciente, es necesario aceptar que nuestras medidas, a pesar de su agresividad y presunta eficacia, se vuelven inoperantes: a partir de entonces, ni la obstinación terapéutica ni el abandono del paciente pueden ser respuestas éticas a la situación terminal. Por el contrario, ha llegado el momento de la medicina paliativa. Dejando de lado los dificiles casos dudosos, en los que siempre es recomendable una apuesta prudente a favor de la vida, es necesario cuidarse del celo excesivo.
3. Deontología específica del médico católico hacia el enfermo en el ocaso de la vida
Supuestos la adecuada competencia profesional, la prudencia en los juicios clínicos, la debida delicadeza en las relaciones con el paciente, y el máximo respeto hacia la libertad de los demás, cabe preguntarse si el hecho de que el médico sea católico establece deberes específicos derivados de la fe vivida por él en su relación con el paciente terminal. El médico que cree en la Redención realizada por Jesucristo, ¿debe preocuparse por el destino eterno de su enfermo? En resumen, ¿hay una obligación ética del médico de advertir a su paciente creyente de que ha llegado el momento de hacer las paces con Dios y con los hombres, y encomendarse, con la sagrada unción de los enfermos, a la oración de toda la Iglesia al Señor sufriente y glorificado para que lo alivie y lo salve?
La respuesta, siempre afirmativa, puede darse a dos niveles. La primera, meramente profesional, se formula así: tanto las cartas de derechos de los pacientes como las normas de ética médica (la Declaración de Lisboa de la Asociación Médica Mundial, por ejemplo), incluyen el derecho del paciente a “recibir o rechazar asistencia espiritual y moral, incluida la de un ministro de su propia religión”. Este derecho del paciente crea en el médico el deber moral correlativo de colaborar diligentemente en el cumplimiento de la decisión tomada libremente por el paciente.
La segunda, la del médico católico de fe viva, señala que, como médico y como discípulo de Cristo, su ayuda no puede limítarse a la atención sintomática y al confort humano. Su presencia de fe y de esperanza, como dice la Carta de los Agentes Sanitarios, es, además de una obra de caridad teologal, la forma más alta de humanización del morir. En estos tiempos de relajación moral posmoderna, se debe afirmar la doctrina y la práctica del papel del médico en el momento capital de morir. El arte médico y la confianza del paciente crean las circunstancias adecuadas para explorar delicadamente las disposiciones del enfermo y negociar con él un acuerdo sobre qué hacer.
La fe en la gracia que Dios concede a todo fiel en cualquier circunstancia, predispone a una actitud serena, incluso optimista, sobre la capacidad del paciente y de sus familiares para asumir la verdad y abrirse al misterio de la muerte. El médico católico tiene una responsabilidad específica para abrir camino en la evangelización de la muerte, que completará el sacerdote.
4. Anexos
Declaración sobre la fase final de la enfermedad
(aprobada por la XXXV Asamblea Médica Mundial, Venecia, Italia, octubre de 1983)
1. La misión del médico es curar y, dentro de lo posible, aliviar el sufrimiento, teniendo siempre como fin fundamental el interés del paciente.
2. Este principio no admite excepciones incluso en caso de enfermedades incurables o de malformaciones.
3. Este principio no excluye, sin embargo, la posibilidad de aplicar las siguientes reglas:
a) El médico puede ahorrar al paciente los sufrimientos causados por una enfermedad terminal absteniéndose de tratamientos terapéuticos de acuerdo con el paciente, o con los familiares inmediatos si no puede expresar su propia voluntad. Sin embargo, esta abstención de tratamiento no exime al médico de la obligación de asistir al agonizante y de suministrarle los calmantes y medicamentos adecuados para hacerle menos dolorosa la fase terminal de la enfermedad.
b) El médico se abstendrá de cualquier encarnizamiento terapéutico, es decir, de todo tratamiento de carácter excepcional del que no se pueda esperar ningún beneficio para el paciente.
c) El médico podrá implementar tratamientos artificiales para mantener los órganos destinados a trasplantes, siempre que se encuentre en la imposibiliad de revertir el proceso términal de cese de las funciones vitales del paciente, y siempre que actúe de conformidad con las leyes del país y en virtud de un consentimiento explícito o tácito de la persona interesada y que la constatación de la muerte o la irreversibilidad de la actividad vital esté realizada por un grupo de médicos distinto del que asume la responsabilidad de los trasplantes y la atención a los receptores.
El costo de estos tratamientos artificiales no deberá correr a cargo del paciente moribundo ni de sus familiares. Los médicos responsables del donante en proceso de morir tienen que ser totalmente independientes de quienes son responsables del o de los pacientes receptores de los trasplantes.
Declaración sobre la eutanasia
(Aprobada por la XXXIX Asamblea Médica Mundial, Madrid, España, octubre de 1987)
Eutanasia, es decir, acabar con la vida de un paciente por medio de un acto deliberado, sea a peticion suya o de sus familiares, es contraria a la ética. Esto no impide la posibildiad de que el médico respete la voluntad del paciente de dejar que el proceso natural de la muerte siga su curso en la etapa terminal desde la enfermedad.
Declaración de suicidio asistido por un médico
(aprobado por la XLIV Asamblea Médica Mundial, Marbella, España, septiembre de 1992)
Código de Ética Médica (1995)
A. Juramento
Consciente de la importancia y solemnidad del acto que realizo y del compromiso que asumo, juro:
- perseguir como objetivos exclusivos la defensa de la vida, la protección de la salud física y mental del hombre y el alivio del sufrimiento, y que inspiraré todos mis actos profesionales con responsabilidad y constante empeño científico, cultural y social;
- no hacer nunca acciones capaces de causar deliberadamente la muerte de un paciente;
- atenerme en mi actividad a los principios éticos de la solidaridad humana; no utilizaré nunca mis conocimientos contra ellos, sino que actuaré dentro del respeto a la vida y a la persona.
B. Capítulo V. Asistencia a los moribundos
Art. 35 (Eutanasia. Prohibición)
El médico, incluso si se lo pide el paciente, no debe realizar tratamientos capaces de menoscabar su integridad psíquica y física y acortar su vida o provocar su muerte.
Art. 36 (Proximidad de la muerte)
En el caso de enfermedades de pronóstico seguro infausto, y llegada la etapa terminal, el médico puede limitar su trabajo, si esta es la disposición específica del paciente, a la asistencia moral y a la terapia encaminada a evitar el sufrimiento inútil, brindándole tratamientos apropiados y conservando la calidad de vida mientras sea posible.
En caso de compromiso del estado de conciencia, el médico debe continuar la terapia de apoyo vital mientras sea razonablemente útil.
En caso de muerte cerebral …
Carta de los Operadores Sanitarios
Consejo Pontificio desde el pastoral para la Operadores Salud, Ciudad del Vaticano, 1994.
III. El morir
114. Servir la vida significa para el trabajador de la salud asistirla hasta su fin natural.
También algunos puntos del Capítulo III, El morir, condensan con gran sabiduría la tradición cristiana de servicio a la vida terminal.