El timo del preservativo
Gonzalo Herranz Rodríguez.
Profesor de Ética Médica de la Universidad de Navarra.
Comentario aparecido en el Diario de Navarra sobre la campaña de difusión del preservativo realizada por el gobierno español en 1987 bajo el lema “Póntelo, pónselo”, con la adición de algunas citas textuales y las correspondientes referencias bibliográficas. A pesar de la distancia temporal, sigue siendo de plena actualidad.
Si un médico o un farmacéutico juzgan, basados en datos reales, científicos, fiables, que el preservativo no da una protección aceptable frente al VIH, no están obligados a recomendarlos o dispensarlos. Su decisión es racional y así deberán darlo a entender a sus pacientes o clientes. La tasa de riesgo está entre el 15 y el 20%, es decir, fallan en uno de cada cinco o seis contactos sexuales. Mientras el SIDA siga siendo una enfermedad mortal, ese es un riesgo abrumador. “Que, usando preservativo, se pueda tener sexo verdaderamente seguro con una pareja VIH-positiva es una ilusión peligrosa”, señalan unos investigadores daneses (Gotzsche PC, Hording M. Condoms to prevent HIV transmission do not imply truly safe sex. Scandinavian Journal of Infectious Diseases 1988;20:233-4). Hay, además, razones para pensar que la propaganda ministerial en favor del preservativo es fraudulenta, pues provoca una falsa sensación de seguridad, en particular entre la gente joven, y es razonable negarse a cooperar en ese engaño.
La campaña del Gobierno es, cuando menos, irresponsable. Ha desfigurado gravemente el mensaje de los máximos expertos en la materia, los Centros para el Control de Enfermedades, de USA. Ha callado su parte fundamental: “que la abstinencia y la relación sexual con una pareja mutuamente fiel y no infectada son las únicas estrategias preventivas totalmente eficaces” (Condoms for prevention of sexually transmitted diseases. Morbidity and Mortality Weekly Report 1987;37,7-9). Y ha dado una visión voluntarista de la eficacia del condón. Frente al ingenuo “póntelo, pónselo”, que no pasa nada, los Centros insisten en el mismo artículo, que “el uso apropiado del condón en cada acto sexual puede reducir, pero no eliminar, el riesgo de enfermedades de transmisión sexual. Los individuos que pueden haberse contagiado con el VIH, o que ya están contagiados, deberían ser conscientes de que el uso del preservativo no puede eliminar por completo el riesgo de contagiarse o de contagiar a otros.”
El Gobierno se ha mostrado como un manipulador agresivo. Está induciendo a los adolescentes al permisivismo, los invita a un comportamiento promiscuo. Por no parecer gazmoño, ha caído en perverso. Ha hecho creer a muchos ingenuos e ingenuas que el condón es el talismán mágico del placer y la invulnerabilidad. No me gusta ser profeta de desgracias, habrá que echar un vistazo a las estadísticas de dentro de unos años y ver cuánta gente, entre 20 y 25 años, serán seropositivos para entonces, han sido víctimas del “timo del preservativo”.
Es una pena que quienes han lanzado esta campaña no preguntaran por los resultados de otras similares lanzadas en países de la CE hace ahora tres años. Se enterarían que, por ejemplo, según una encuesta realizada por el Instituto Allensbach de Demoscopia en la República Federal de Alemania, fueron muchos (más de un 40%) los chicos y chicas que reprocharon a la campaña la obsesiva fijación en la mera biología sexual, la ausencia total de referencia a valores morales, a la castidad, al amor fiel. Y esa misma es la opinión de los educadores serios. La Doctora Theresa L. Crenshaw, de San Diego, Presidenta de la Asociación Americana de Educadores, Consejeros y Terapeutas Sexuales, afirmó en su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos, en Febrero de 1987, que “por razones de salud, hay que abandonar el sexo casual y promiscuo. Y aun reconociendo que el condón en combinación con los espermicidas puede ayudar en la lucha contra el SIDA, hay que insistir en la necesidad de resaltar la importancia del cambio de conducta. Es irresponsable la resignación ante la amenaza del SIDA y limitarse blandamente a frenar un poco su expansión. Hay que decir a la gente claramente que debe evitar toda actividad sexual con cualquiera que no sea el ‘compañero comprometido’”. El mensaje de Crenshaw y su grupo es que “la conducta sexual puede cambiar, pero no lo hará si no confiamos en ella y no la recomendamos” (Goldsmith MF. Sex in the age of AIDS calls for common sense. JAMA 1987;257:2261-4).
He oído decir que el gobierno se propone no aceptar la objeción de conciencia de médicos y farmacéuticos que no colaboran en su campaña y no prescriben o despachan preservativos. Me parece una arrogancia abusiva. Es, por un lado, una muestra de grave intolerancia, impropia de un estado moderno respetuoso de las libertades individuales y que consagra en su constitución la intangibilidad de las conciencias. Es, por otro, la imposición violenta de una opinión moral partisana por parte de la Administración, que, a su vez, ha tachado de intolerantes a los no colaboradores. Nadie, incluidos los médicos o los farmacéuticos, puede ser obligado, en un Estado de derecho, a desconectar sus convicciones morales de sus acciones técnicas, a llevar una doble moral, a actuar contra conciencia.
No creo que la epidemia del SIDA pueda remitir con el preservativo y el tipo de educación sexual que va en el mismo paquete. Es un parche muy débil para contener la enorme presión erótica, los hábitos sexuales, que la pornografía desinhibida está creando en la sociedad. En contraste con su enérgica, aunque tardía, política de represión del narcotráfico, los gobiernos permanecen pasivamente alelados ante esa peligrosa contaminación ambiental o participan activamente en ella con sus medios de difusión. Es hipócrita pensar que la contención del SIDA vendrá de la mano de la simple educación en fisiología sexual: el sexo es algo más que biología.
Creo que se debe insistir en que, desde el punto de vista epidemiológico, la prevención del SIDA ha de ser tomada mucho más en serio que lo que da a entender la juvenil campaña del Póntelo, pónselo. “En el caso del SIDA, prevenir no es simplemente mejor que curar: es la única cura. (...) Los recursos para prevenir la difusión del VIH son tremendamente sencillos, y es muy simple la lista de las estrategias que han de seguirse. Pero los contactos heterosexuales y homosexuales y el abuso de drogas intravenosas siguen catalizando la expansión de la epidemia; por desgracia, el progreso de la prevención en esos campos, a lo largo del año pasado*, ha variado de decepcionante a abiertamente irresponsable. El cambio de conducta es la forma segura de protección, pero parece que no se ha sabido inducirla de modo suficientemente rápido y extenso, ni siquiera entre los grupos de alto riesgo”. Editorial. Lancet 1989;1:1111.
Creo que la situación ha sido muy bien resumida por el Prof. W. E. Schreiner, de la Universidad de Zurich, y el Dr. K. April de la Oficina Suiza de Información sobre el SIDA. En un trabajo publicado este año (Zur Frage der Schutzwirkung des Kondoms gegen HIV-Infektionen, Schweizerisches medizinisches Wochenschrift 1990;120:972-978) concluyen que: “El condón ha sido recomendado en varios países como la protección más importante contra la infección por el VIH, aunque no hay pruebas serias de que sea efectivo contra las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Antes de la epidemia de VIH, el condón se usó para impedir la gestación y disminuir el riesgo de contraer ETS. Para impedir una infección mortal cual es el SIDA, es obligatorio emplear modos seguros de protección. Los estudios más recientes sobre la prevención del SIDA demuestran que la suposición de que los preservativos ofrecen una protección fiable ante el VIH es una peligrosa ilusión. En estudios cuidadosamente planeados se ha podido comprobar que el empleo del condón consigue una disminución del riesgo, pero persiste un riesgo residual que se fija del 13% al 27% y más”.
* (1988-1989, un año después de la campaña del preservativo).