“Cuando los pacientes dicen que están gordos, no es que lo estén, es que lo sienten”, afirmó Olga Martín, psicóloga especialista en Psicología Clínica en una conferencia organizada por la Facultad de Educación y Psicología, y celebrada en la Universidad de Navarra el pasado 23 de enero. “La delgadez vende, y aunque en los últimos años los cánones de belleza  se han ido acercando a la realidad actual, sigue siendo un problema”; expuso al comparar la ‘delgadez extrema’ presentada en los años 90, con los rangos de índices de masa corporal relacionados con el peso, considerados saludables.

Olga Martín explicó que cada vez más se encuentra tanto en su consulta privada, como en el hospital, con hombres y mujeres que sufren alguno de estos trastornos; siendo ellas el sector de la población más vulnerable. Además, añadió, que existen más casos de bulimia que de anorexia nerviosa restrictiva (lo que comúnmente conocemos como ‘anorexia’) pues “es más fácil comer en abundancia y después vomitar, que no comer directamente”.

La psicóloga analizó los factores de riesgo que pueden desencadenar estos trastornos; como los cambios hormonales y corporales propios de la adolescencia, la insatisfacción corporal, la genética, o los rasgos de personalidad  (bien muy perfeccionistas y obsesivos o bien más impulsivos) que conducen a iniciar una dieta sin supervisión de un especialista.

Según Martín, la pérdida sin control de peso puede llevar a los adolescentes a una desnutrición que conlleva cambios de ánimo de carácter depresivo, irritabilidad, aislamiento; y generalmente, produce pensamientos obsesivos sobre los alimentos así como una adicción a adelgazar. Asimismo, un excesivo control y perfeccionismo, un modelo vital donde sólo cabe el éxito o la obsesión por el estudio pueden llevar al adolescente a “pensar que puede controlar su cuerpo modificando su peso”.

Además, la experta hizo hincapié en la relación directa entre la desnutrición que provocan estos trastornos y el cómo afectarán al cerebro en un futuro; y por tanto, a posibles deterioros cognitivos tempranos. Como consecuencia de que el cerebro no recibe los nutrientes necesarios, o no está lo suficientemente hidratado para su correcto funcionamiento, las personas no realizan igual distintos tipos de tareas. Martin explicó que la razón es que no pueden acceder al ‘pensamiento simbólico’; por ejemplo, el joven que estudia memorizando el temario, no puede extraer sus propias conclusiones.

La psicóloga declaró que durante su experiencia clínica ha tratado casos en los que ‘estos trastornos son consecuencia de algo más como haber sufrido algún tipo de acoso, o haber pasado por una situación traumática incluso de un abuso de carácter sexual. Pero también en algunos perfiles, que muestran una mayor impulsividad, con familias más desestructuradas o en procesos de separación contenciosa, son el desencadenante del desarrollo de otras enfermedades como el Trastorno de la Personalidad.

“La adolescencia es un proceso natural en el que los jóvenes se están formando su identidad personal”, afirmó. Por ello, trabajar su autoestima es clave para que los adolescentes comiencen a aceptar su cuerpo: “Apostar por el ejercicio, ayuda al adolescente a vivir su cuerpo como un aliado y no como un enemigo”. Además de realizar deporte, otra estrategia preventiva es “buscar puntos de motivación, o actividades en donde ‘sea bueno’, destacó Martín. Por otro lado, la psicóloga abogó por la importancia de enseñar a la juventud a identificar sus sentimientos, a enseñarles a expresarlos y a tolerar la frustración.

De igual modo, Martín defendió la necesidad de establecer una buena alianza terapéutica entre paciente y terapeuta, así como el trabajo multidisciplinar entre profesionales del ámbito médico (medicina interna, ginecología, endocrinología), psiquiátrico, psicológico, endocrino.