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La pintura religiosa de Rubens transmite que “la elocuencia y la palabra son el mejor camino para vivir la religión”

Palma Martínez-Burgos, catedrática de Historia del Arte, imparte en la Universidad de Navarra la segunda conferencia de la Fundación Amigos del Museo del Prado


FotoManuel Castells/

El auditorio del Museo Universidad de Navarra se llenó por segundo miércoles consecutivo en el marco del Ciclo de Conferencias Francisco Calvo Serraller que la Fundación Amigos del Museo del Prado organiza en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras. Los espectadores asistieron a la sesión impartida por Palma Martínez-Burgos, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Castilla La Mancha, con un interés común: el pintor flamenco Pedro Pablo Rubens y, en concreto, sus pinturas religiosas.

En la conferencia, titulada “Rubens. La pintura religiosa como Sagrada Conversación”, la experta arrojó una luz nueva sobre el artista. Mostró cómo reinventó escenas de la Biblia, teniendo en mente la transmisión de una virtud concreta: la retórica. Para el pintor flamenco, detrás de las historias religiosas subyace la importancia de la conversación.

Según Martínez-Burgos, Rubens “no busca tanto el impacto visual como la reflexión interior”. Su arte religioso sí es propagandístico y teatral, pero también conlleva un trasfondo reflexivo. Cuando “Cristo entrega las llaves a san Pedro” (1614), o “Cristo ordena a san Pedro” (1614), los personajes conversan con sus miradas, las posiciones de sus brazos, los movimientos que se perciben en sus manos. Durante “La Última Cena” (1630-1631), las figuras se sientan alrededor de una mesa cuadrada y no rectangular. Así, el pintor alude a una conversación con la diagonal entre Jesús y Judas. La ponente califica al “Cristo y la mujer adúltera” (1610-1615) de “pura elocuencia”. Todas las obras tienen en común que, más allá de la escena representada, Rubens crea juegos con las diagonales, las luces, la apariencia misma de los personajes y sus posiciones. De esta forma, hace hablar a sus obras con “un temperamento narrativo”.

Tal y como explicó la ponente, cuando Rubens rescata estas imágenes rinde homenaje a sus años en Italia. La formación clásica y humanística del artista tuvo gran influencia sobre su manera de ver y pintar la religión, pero también en su vínculo con la retórica. Estudió los clásicos, leyó a Cicerón y, por lo tanto, tenía plena conciencia del poder de la palabra. Ese elemento estaba en el centro de sus representaciones bíblicas, pues la ponente describió que entre sus personajes, “hay una corriente de enorme cercanía. Todos comparten el mensaje de que las palabras son el mejor instrumento para convencer”.

No obstante, Martínez-Burgos definió a Rubens como un hombre cosmopolita y un ortodoxo flamenco. A pesar de su inspiración italiana, el artista leía textos prohibidos por Roma, por lo que no acababa de encajar en esa doctrina. El arte religioso era su forma de fusionar esos dos mundos. Para conseguir la implantación pacífica de la doctrina católica en los territorios flamencos, utilizaba su arte y las imágenes bíblicas de forma metafórica, renovando así la iconografía.

En las puertas de su magnífica mansión de Amberes, Rubens colocó dos estatuas: la de Minerva, diosa de la sabiduría, y la de Mercurio, insignia de la elocuencia. La catedrática concluyó definiendo estos dos principios como guías fundamentales de la producción religiosa del pintor flamenco. La pintura bíblica de Rubens actúa como “mensaje de paz con el que el artista no solo asienta las bases de su concepción religiosa; también de su modus vivendi”.

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