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"No reconocer la violencia on line contra las mujeres tiene un impacto enorme en la igualdad"


FotoNatalia Rouzaut
/Eleonora Esposito lidera el proyecto 'Ciberviolencia contra Mujeres y Niñas' de EIGE.

08 | 03 | 2022

Eleonora Esposito, investigadora del grupo 'Discurso público' del Instituto Cultura y Sociedad (ICS), lidera un proyecto en el Instituto Europeo por la Igualdad de Género contra la Ciberviolencia, perteneciente a la Comisión Europea. Su objetivo es definir claramente la violencia online para poder establecer regulaciones apropiadas, mejorando así la experiencia del mundo online para las mujeres.  

- ¿En qué consiste el proyecto que llevas a cabo en el EIGE?
El proyecto sobre “Ciberviolencia contra Mujeres y Niñas” es el primero de estas características que realiza el Instituto. Trata de mapear todos los datos, políticas, y definiciones estadísticas y legales de ciberviolencia que se dan en los países miembros de la Unión Europea (UE). Para poder llevar a cabo unas políticas al respecto de la ciberviolencia hace falta tener bien identificado el fenómeno, tener una definición clara, común a todos los países de la UE. Al no tener definiciones únicas, ni una manera común de recopilar los datos, estos pocas veces son de calidad. Por ejemplo, al recogerlos no se distinguen por sexo, por edad… de tal modo que distintas formas de violencia se superponen y no se identifican claramente.

En el proyecto hemos analizado las distintas definiciones de los Estados miembros de la UE para desarrollar una común. Así, hemos establecido una definición de ciberviolencia contra mujeres y niñas como una definición paraguas que engloba a otras de fenómenos más concretos como, por ejemplo, cyberstalking, cyberharassment, image-based sexual abuse. Estas definiciones son específicas para el género: mencionan explícitamente el género como una causa del fenómeno. El objetivo final es que estas definiciones sean adoptadas por los Estados miembros y que se empiece a recopilar datos a nivel nacional y europeo basándonos en esas definiciones. Esto debería resultar en una formulación de políticas mejor informada y basada en evidencia sobre la ciberviolencia de género.

- ¿Qué criterios habéis identificado para reconocer la violencia online?
Tras mapear todas las definiciones a nivel internacional y europeo, hemos identificado qué aspectos comunes había entre ellas. Así, por ejemplo, hemos llegado a distinguir dos fenómenos como cyberharassment y cyberstalking, que muchas veces se superponen. Hay que tener en cuenta el distinto impacto que cada acto tiene sobre las víctimas, si el perpetrador es siempre el mismo, si se repite con frecuencia o no, si hay una 

intención obsesiva, si hay abuso de datos personales. En este caso, hemos comprobado que una víctima de cyberstalking se siente mucho más acosada que una víctima de cyberharassment y esto lo marca, entre otros factores, la repetición de los actos por el mismo perpetrador, por ejemplo. 

- Reconocer la ciberviolencia, entonces, puede ser difícil. ¿Qué consecuencias tiene no reconocerla? 
Enormes. El problema de no reconocer la violencia en la ciberesfera es, antes de todo, la impunidad. Si no se reconoce como violencia, es muy difícil que las víctimas puedan sentirse protegidas por las instituciones y que puedan tener apoyo, por ejemplo, de la policía o de la justicia, cuando denuncian. Muchísimas personas no denuncian actos de ciberviolencia, primero, porque no entienden que son víctimas de un crimen; segundo, porque cuando lo entienden, saben que tienen muy pocos derechos. Así, cuando se llega a los procedimientos judiciales, es muy difícil que el perpetrador sea identificado y después castigado. Esto provoca que las mujeres y las niñas vivan una experiencia de todo el mundo digital que es muy distinta de la de los hombres, porque son mucho más vulnerables y son víctimas potenciales. ¿Esto qué implica? Dado que en el mundo contemporáneo, especialmente tras la pandemia, muchísimas actividades se realizan en la red, esto significa excluir de facto a las mujeres de muchísimas actividades. No reconocer esta violencia tiene un impacto enorme en la igualdad: educativo, económico, político, de representatividad, etc. 

- Ante esta forma de violencia, y sin medios para reclamar nada, la tentación de retirarse de las redes es muy grande. ¿Qué pasa si las mujeres nos retiramos del espacio público digital?
Estos actos de violencia a menudo tienen el efecto de expulsar a las voces femeninas de las redes: se trata de mantener un espacio que, como todos los espacios públicos, tradicionalmente ha sido masculino y que siga siendo masculino. Retirarse de las redes es una de las reacciones más inmediatas. Se dice en psicología que tenemos dos reacciones básicas, “fight or flight”, combatir o retirarse. Retirarse es lo más fácil, porque combatir esta forma de violencia es la lucha de una contra miles, millones. Gestionar esto es muy difícil: enfrentarse sola a estas formas de ciberviolencia es un proceso que se cobra mucho tiempo y energía. ¿Qué haces: respondes a todos? ¿Te enfrentas a todos?

Esto puede afectar mucho a la visibilidad pública de las mujeres. Si se le impide a la mujer tener presencia digital, ¿cómo construye su imagen pública, por ejemplo, ante un electorado? Para las mujeres en política la presencia digital es importantísima: si no pueden tenerla, estamos reduciendo drásticamente su posibilidad de llegar al poder o de mantenerlo. 

- ¿Como académica, compartes tu trabajo en redes sociales? ¿Has sentido alguna vez esta respuesta violenta hacia tu trabajo? 
Tal vez he interiorizado unas prácticas para no ser muy visible en redes sociales. Quizás lo evito desde el principio porque conozco muy bien cómo funcionan estas formas de comunicación. Comparto hasta cierto punto y lo hago en lugares donde sé que no voy a tener muchos problemas: por ejemplo, en medios como Academia.edu o Researchgate, que sé que son espacios más seguros. No comparto mucho mi trabajo en redes como Facebook o Twitter. No me gusta ser muy visible en estas redes; quizá porque conozco muy bien cuáles son los peligros.

Por la manera en que se estructuran este tipo de plataformas, es muy difícil tener conversaciones significativas — por el límite de carácteres, por la rapidez que exigen — . Al final en estos medios hablamos a través de eslóganes y el trabajo académico intenta ir más a lo profundo de los problemas. 

Ciertamente, he visto el caso de personas investigadoras que tienen un perfil más público y sí hay mucha tensión y sufren también acoso. Ser muy visible, desde luego, te expone a muchos riesgos

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