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Nathaniel Barrett, filósofo e investigador del ICS: "El disfrute es un enriquecimiento de la experiencia"

El investigador del Grupo ‘Mente-cerebro’ ha publicado un libro en el que defiende que la capacidad de sentir placer o dolor es intrínseca a la experiencia consciente


FotoNatalia Rouzaut
/El investigador del ICS Nathaniel Barret con un ejemplar de su libro "Enjoyment as enriched experience. A theory of affect and its relation to consciousness".

09 | 04 | 2024

El filósofo Nathaniel Barrett, investigador del Grupo Mente-cerebro del Instituto Cultura y Sociedad (ICS), ha publicado recientemente su libro Enjoyment as enriched experience. A theory of affect and its relation to consciousness, editado por Palgrave Macmillan. En la obra, explora el reto que supone comprender las experiencias de placer y dolor que siente cualquier ser humano y propone un “enfoque de enriquecimiento”: defiende que la capacidad de disfrute o de sufrimiento es intrínseca a la experiencia consciente y que conlleva, en cada caso, un enriquecimiento o empobrecimiento de esta.

Para ejemplificarlo, propone pensar en un hecho cotidiano como comer chocolate: “La cuestión es saber qué pasa con la conciencia cuando nos sentimos bien o mal, cuál es el cambio. Por ejemplo, cuando nos excedemos con una comida que nos gusta mucho. Si estamos comiendo chocolate, pero nos pasamos, el nivel de placer va bajando. Y puede que no solo ya no sea placentero, sino que se convierta en algo negativo”. Apunta que “hay un cambio afectivo, del placer al disgusto. Defiendo que el placer no es un ingrediente, algo especial que entra y se va. El cambio siempre es un tipo enriquecimiento o empobrecimiento de la experiencia que pertenece al todo”. Los neurocientíficos suelen entender el placer o el dolor como una activación de una parte del cerebro. Barrett no niega que este tiene mecanismos de regulación afectiva, pero afirma que “no podemos entender la función de estos mecanismos sin saber cómo la afectividad pertenece a la conciencia”.

La obra destaca que en las artes encontramos un enriquecimiento especial de la experiencia. Precisamente, la música fue el punto de partida de la investigación. Así lo recuerda Barrett, que toca el violonchelo: “Me pareció muy interesante saber por qué el disfrute de la música no se puede explicar. Pensé que solo era un problema de la música pero, profundizando en el tema, descubrí que toda la afectividad (el placer, el dolor, el disfrute y el sufrimiento, sentirse bien o mal) es un problema sin resolver”. Ese misterio lleva a formularse algunas preguntas: ¿qué significa sentirse bien o mal? ¿Cuál es la dimensión del placer o dolor? ¿Qué sucede con la experiencia cuando disfrutamos de algo?

Uno de los ejemplos en el campo de las artes es el éxito mundial de la balada Someone like you, que la artista británica Adele publicó en 2011. Este caso lleva a indagar en la llamada “paradoja de la tragedia”: el público disfruta de una canción que conecta con la tristeza, con el desamor, hasta el punto de poder llegar a llorar por esa emoción. Lo mismo sucede con un drama teatral o una película. “Hablamos del disfrute de la tristeza, que en principio es una emoción negativa. Defiendo que en la música, y en las artes en general, encontramos una tristeza enriquecida”. Y la distingue de la tristeza que siente una persona que está atravesando una ruptura, que tiene el corazón roto: “El arte nos ofrece la oportunidad de tener experiencias de sentido negativo pero muy refinado. El núcleo de mi teoría expresa que el disfrute es un enriquecimiento”.

En el caso del dolor, ya sea físico o emocional, ocurre lo contrario, hay un empobrecimiento, una restricción: “Cuando se sufre un dolor físico muy fuerte, hay una restricción brutal de la experiencia, no puedes pensar en otra cosa. Es casi como si tu conciencia no fuera nada más que esta sensación de dolor y solo quieres salir de ella. También la rabia es como un túnel: solo ves el objeto de esta.  Con la tristeza, falta energía, motivación… La gente dice que la vida pierde el sabor”.

Esta investigación ha sido posible gracias a un trabajo multidisciplinar en el que convergen filosofía, psicología y neurociencia, un enfoque que el autor considera imprescindible: “Los problemas de la experiencia, que son los que más nos interesan, no vienen con una etiqueta disciplinar”.

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