Eider Elizegi, doctora en Biología por la Universidad de Navarra, obtiene un premio literario con su novela 'Mi montaña'
Eider Elizegi, doctora en Biología por la Universidad de Navarra, obtiene un premio literario con su novela 'Mi montaña'
La obra narra su experiencia de cuatro meses en el refugio Goûter en el Mont Blanc a casi 4.000 metros de altura
No es un caso habitual, pero Eider Elizegi se sentía tan vinculada al medio ambiente y la naturaleza que lo dejó todo (trabajo, piso etc.) para vivir en primera persona su pasión: las montañas. Tras realizar en 2003 el doctorado en el departamento de Histologia y Anatomía Patológica, bajo la dirección de Luis Montuenga, y que llevó por título "Expresión y actividad biológica de los péptidos derivados de la proadrenomedulina en tumores pulmonares. Nuevos marcadores neuroendocrinos", Elizegi ha hollado ya varios picos en los Pirineos, Alpes e incluso Andes peruanos y bolivianos, viviendo unas experiencias personales que le han valido para lanzarse al mundo editorial y publicar su novela 'Mi Montaña', con el que ha ganado el 'Premio Desnivel de Literatura, Montaña, Viajes y Aventura 2010'.
Su pasión por la montaña le llegó tarde, casualmente mientras preparaba su tesis doctoral en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra. "En la época en la que estaba haciendo la tesis descubrí que me gustaba correr y empecé a participar en carreras de fondo. Y prácticamente a la vez empecé a subir montañas del Pirineo, hice un curso de alpinismo invernal y mi hermano me enseñó a escalar en roca. Pero la tesis y la investigación eran tan absorbentes que no me dejaban espacio para desarrollar estas otras inquietudes, como la de la montaña y la de la literatura. Por eso, cuando la terminé, dejé de lado este campo", afirma.
El tema de su tesis doctoral y la montaña no están relacionados, pero Elizegi sí que ve un punto en común. "La tesis me supuso un trabajo tan extenuante que me permitió aprender mucho de mí misma: de cómo soportar situaciones de estrés, de cómo trabajar en equipo, de cómo resolver problemas imposibles de solucionar... y creo que toda esa experiencia me es útil ahora cuando practico el alpinismo y, al menos en ocasiones, la montaña me pone en situaciones complicadas", recalca.
Además, considera que su situación personal por la que tuvo que afrontar los estudios universitarios gracias a las becas, le vino bien para adaptarse a situaciones más complicadas: "Pude concluir la carrera y realizar la tesis gracias a las becas de colaboración y de investigación que me dieron. Vivía con muy muy poco dinero, y aquello me sirvió para aprender a seguir adelante con lo mínimo, a ser muy austera y a no gastar nada de dinero. Ahora que soy vagamontañas y vivo en una furgoneta, me viene muy bien aquel aprendizaje. Necesitar pocas cosas y poco dinero para vivir me ayuda a ser más libre".
¿Futuro ligado a la literatura?
Su afición por contar sus experiencias las comenzó con el blog 'vagamontanyas.blogspot.com'. Pero también se ha decidido a contar su experiencia en un libro, 'Mi Montaña', que narra los cuatro meses que Elizegi vivió en el refugio de Goûter, a 3.817 metros de altura, sobre la montaña más alta de Europa, el Mont Blanc.
Según Edurne Pasabán, miembro del jurado del premio que ha obtenido, "no es una historia de grandes montañas ni grandes aventuras, es una aventura íntima y cercana", con la que Elizegi trata de que los lectores se sientan identificados. En palabras de la editorial del libro "ésa es una de las grandes aportaciones de esta novela, su enorme empatía, la sencilla facilidad con la que nos introduce en lo cotidiano para llegar desde allí a lo trascendente".
De cara al futuro, Elizegi ya tiene entre manos "varios proyectos literarios que quiero tratar de publicar. Tambien estoy trabajando en otras ideas con mi hermana y mi cuñado, que son ilustradores y diseñadores gráficos. Me gustaría mucho que estos trabajos vieran la luz", confirma.
En cualquier caso, no duda en querer seguir viviendo "muy cerca de la Tierra, eliminar al menos una parte de las necesidades superfluas que nos impone esta sociedad, valorar las pequeñas cosas que se nos ha olvidado valorar (como el agua que bebemos o con la que nos lavamos, la comida que comemos, el calor que nos endulza o el frío que nos entumece, el aire que podemos respirar...) y llevar una vida simple y mineral muy cerca de la Tierra, de los cambios de tiempo, de la hierba, las rocas y las montañas...", finaliza.