Concluye el ciclo de conferencias que la Fundación Amigos del Museo del Prado organiza en la Universidad en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras
David García Cueto, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800 del Museo del Prado, acercó la figura de Sandro Botticelli
23 | 02 | 2022
El pasado miércoles 16 concluyó el ciclo de conferencias que la Fundación Amigos del Museo del Prado organiza en Pamplona, en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra. Más de 300 personas se han dado cita en cada una de las cuatro sesiones en las que expertos de la pinacoteca nacional han abordado la figura y obra de artistas pertenecientes al Renacimiento, una época también conocida como La Primavera del Arte. David García Cueto, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800 del Museo del Prado, acercó a los asistentes la producción artística de Sandro Botticelli, “un autor que aunque es sobradamente conocido, merece la pena volver sobre él y reconsiderarlo para tener una idea más precisa de su legado”.
Nacido en el seno de una familia modesta en la Florencia del S.XV, Botticelli -Barrilete, conocido así por el apodo a uno de sus hermanos-, pronto adquirió una gran maestría con el dibujo, después de una primera etapa como aprendiz de orfebre, como explicó el ponente. “Como era habitual, encomendó su formación a un artista y en sus primeras obras podemos ver algunas características propias de la pintura de su maestro, Filippo Lippi”. Así, en pocos años fue experimentando una gran evolución: “En su pintura da muestras de querer dar un paso de modernidad con respecto a lo establecido en el Renacimiento”, aseguró García Cueto. “Trabajó mucho en la intensidad cambiante de los colores, otro signo más de maestría, como en el caso de la Adoración de los Magos, por ejemplo, donde usa pocos colores pero juega con las tonalidades”. Otra de las características que el ponente destacó de él fueron los “aires escultóricos” de su pintura: “Queda patente que para dotarla de mayor corporeidad, Botticelli se fija en las esculturas y aprende de su volumetría, superando cierto arcaísmo en la composición del espacio”.
Una vez emancipado como pintor independiente, Botticelli estableció su taller en su Florencia natal y se rodeó de oficiales y aprendices para realizar los encargos, tanto para iglesias, como casas privadas o edificios públicos. Como explicó el experto, una de sus pinturas más célebres y demandadas fue la Virgen del Magnificat que se conserva en el Palacio Pitri. “Este tipo de imágenes se encargaban para las casas pudientes de los florentinos. Para atender esta gran demanda, se establecieron varias categorías: obras hechas por él al 100%; las realizadas entre él y sus ayudantes; y las pintadas únicamente por sus aprendices”. En este sentido, ha explicado cómo se aplicaba la técnica propia de los patrones de costura para calcar las líneas maestras y copiar las obras, como la que se conserva en The Morgan Library de Nueva York. No obstante, “no siempre eran una copia exacta, sino que partían de una idea para inspirarse, y esto fue lo que le diferenció de su gran competidor en el mercado florentino, Pietro Perugino, maestro de Rafael, quien repitió lo mismo, saturando el mercado de copias”. “Botticelli trabajó mucho más para evitar lo repetitivo que salía de su taller y en este sentido fue más inteligente”, afirmó.
En su exposición, García Cueto también resaltó la maestría del artista para extraer la esencia de los individuos que retrató a lo largo de su carrera: “Fue un excelente retratista. Aunque realizó un número relativamente reducido de retratos, son lo bastante relevantes como para recordarlos”. Con una autoría confirmada al 100%, tan solo se conservan 8 ó 9, explicó. Su destreza fue aumentando a la par que su fama, que se consolidó cuando fue llamado a Roma por el papa Sixto IV, “uno de los mayores reconocimientos que podía tener un artista”, para decorar con frescos la Capilla Sixtina. Así, el ponente mostró las tres escenas que realizó el pintor, quien aprovechó su estancia en Roma para estudiar los edificios que se conservan: “Tenía una gran capacidad para fijarse en lo antiguo y este periodo fue para él una gran oportunidad”.
Aunque la mayor parte de la producción de Botticelli se centró en la temática religiosa -en torno al 70%-, “las obras más singulares y célebres que se le deben son representaciones mitológicas imbuidas del pensamiento filosófico característico de la élite cultural florentina del momento”. García Cueto abordó algunas de ellas, como La Primavera, “cuyo verdadero significado ha sido imposible desentrañar hasta el momento”, o El nacimiento de Venus, “en la que subyace la interpretación visual de un poema muy famoso de la época”. Antes de finalizar, el ponente afirmó que “Botticelli continúa siendo un individuo que fascina, que cautiva y que abre caminos insospechados de propuestas artísticas”.
David García Cueto es doctor en Historia del Arte por la Universidad de Granada, institución donde imparte docencia desde 2009. Asimismo, es profesor invitado en las universidades de Ottawa, Bolonia, Ginebra y Roma, así como en el Collège de France. En 2020 se incorpora al Museo del Prado como Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800. Sus estudios se centran, entre otros temas, en las relaciones artísticas entre España e Italia en el siglo XVII, en el arte y la diplomacia en la Edad Moderna y en el arte español del Siglo de Oro, publicando al respecto numerosos estudios, entre los que cabe destacar los libros Claudio Coello, pintor (1642-1693) (2016) o Seicento boloñés y Siglo de Oro español. El arte, la época, los protagonistas (2006).
Crónica de la primera sesión: En el principio era Giotto. Una introducción al arte del Renacimiento. 26 de enero
Crónica de la segunda sesión: Rogier van der Weyden, pictore nobilissimo. 2 de febrero
Crónica de la tercera sesión: Los hijos de Leonardo y Laocoonte. De los Hernandos a Alonso Berruguete. 9 de febrero.