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El filósofo Juan Arana recuerda en la Universidad de Navarra que la ciencia moderna tiene raíces cristianas

El catedrático de la Universidad de Sevilla participó junto con el catedrático José Manuel Giménez Amaya en una jornada sobre ‘Ciencia y fe en diálogo’, organizada por el Grupo ‘Ciencia, Razón y fe’


FotoManuel Castells/De izda. a dcha., Juan Arana, Santiago Collado y José Manuel Giménez Amaya.

24 | 03 | 2025

“Las raíces de la ciencia moderna, de la física, de la biología, de la química o de la cosmología moderna son cristianas”. Así lo ha afirmado en la Universidad de Navarra el profesor Juan Arana durante la conferencia que impartió el 10 de marzo en la jornada ‘Ciencia y fe en diálogo’, organizada por el Grupo ‘Ciencia, Razón y Fe’ (CRYF) y la Facultad Eclesiástica de Filosofía del centro académico.

Durante su exposición, titulada ‘El horizonte cristiano de la ciencia y respuesta de los cristianos a su desarrollo’, el catedrático de la Universidad de Sevilla explicó que existe una percepción de conflicto entre ciencia y religión, porque se ha difundido la creencia de que la ciencia moderna y la fe cristiana son incompatibles. Y señaló que esta percepción ha sido asumida tanto por críticos de la religión como por creyentes a la defensiva.

En este sentido recordó que los grandes fundadores de la ciencia, como Newton, Pascal o Boyle, eran cristianos y veía su labor científica como una forma de glorificar a Dios. “La fe no fue un obstáculo sino un motor para el desarrollo del pensamiento científico”, dijo.

Destacó que el “alejamiento que se ha podido producir entre esa realidad cultural, de inequívoco origen cristiano, y todo lo que ha venido después, no se refieren a lo que intrínsecamente la ciencia es y los resultados que la ciencia ha ido obteniendo, sino a una interpretación sesgada de sus resultados y de su significado”.

Asimismo, recuerda que muchos teólogos han abandonado el estudio racional del universo como vía para conocer a Dios. En este sentido, el profesor Arana aboga por recuperar la teología natural como complemento necesario de la interioridad espiritual.


 

La vulnerabilidad desde la neurociencia: fuente de virtud

Por su parte, el profesor José Manuel Giménez Amaya, investigador del Grupo CRYF, ofreció una conferencia en la que habló de ‘Alcance y desafíos de las relaciones mente-cerebro en el contexto del diálogo entre la neurociencia y la filosofía’.

Expuso que es necesario un diálogo entre la neurociencia y la filosofía para abordar correctamente la relación entre mente y cerebro, ya que las ciencias experimentales no alcanzan a responder preguntas fundamentales sobre el ser humano.

Puso en duda la teoría de los neurocientíficos que sostienen que la mente es solo un producto del cerebro y, consecuentemente, niegan la libertad y la espiritualidad del ser humano. Cuestionó en su exposición este reduccionismo y consideró que la neurociencia es insuficiente para explicar completamente la conciencia y la libertad.

Asimismo, afirmó que la clave para interpretar bien los resultados de la neurociencia está en la antropología filosófica: “Es necesario un marco antropológico que dé sentido a los datos. Por eso es muy importante hacer trabajos interdisciplinares donde confluyan científicos y filósofos”

Recordó que la razón científica, aunque necesaria, por sí sola no basta y que por tanto “es clave incluir una visión integradora del cuerpo, la mente y la persona”. Y destacó finalmente que la vulnerabilidad constituye un rasgo antropológico esencial que puede verse también desde la Neurociencia. Inspirado por Alasdair MacIntyre, propone que la vulnerabilidad, lejos de ser una deficiencia, es una característica constitutiva de la condición humana y fuente virtud: “El ser humano necesita del cuidado y está llamado al cuidado del otro”.

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