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"El presupuesto económico en el ordenamiento canónico. De la previsión a la provisión"

La Facultad de Derecho Canónico tiene un nuevo doctor

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Carlos Luis Páez. FOTO: Manuel Castells
26/03/15 09:35

«La Iglesia tiene la responsabilidad de salvaguardar y gestionar diligentemente los bienes que le han sido confiados para el cumplimiento de su misión evangelizadora». Esta afirmación utilizada por el Papa Francisco en el Motu proprio Fidelis dispensator et prudens, podría resumir el porqué de la tesis sobre el presupuesto económico en el ordenamiento canónico defendida el pasado viernes 20 de marzo en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra por Carlos Luis Páez. El nuevo doctor,  natural de Guatemala, tiene 31 años y es Licenciado en Economía con especialidad en Finanzas. La tesis se la ha dirigido el profesor Diego Zalbidea.

 El presupuesto es una herramienta que facilita la gestión eficaz, transparente y responsable de los recursos de la Iglesia. La administración de los bienes no puede limitarse a prever lo que sucederá mediante cálculos y estimaciones de futuro, sino que también supone proveer a la Iglesia de los medios necesarios para realizar las actividades que su misión exige. El Código de Derecho Canónico regula el presupuesto en los cánones 493 y 1284 § 3.

El autor de la tesis propone superar la visión reductiva del presupuesto únicamente como previsión y definirlo, siguiendo el Código, como un instrumento para la provisión. La provisión incluye prever los ingresos, los gastos, las circunstancias y los escenarios, pero va más allá. Cristo ha confiado una Misión a su Iglesia, y quienes la administran también han de proveer de los bienes necesarios para que se realice. La provisión (cuya raíz es la misma que la de providencia) hace que la Iglesia salga de la comodidad y seguridad que ofrecen los bienes que ya posee. Entender así el presupuesto exige crecer, avanzar y desarrollar la misión de la Iglesia: en definitiva, ser una Iglesia en salida. "Cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres" afirmó el Papa Francisco poco después de ser elegido como sucesor de San Pedro.

El presupuesto económico hace posible esta realidad. Permite prever las necesidades, evitar gastos innecesarios y ahorrar recursos para llegar a más personas y situaciones. El presupuesto, además, facilita la corresponsabilidad de todos los fieles. Les presenta con antelación, de forma clara y concreta, los distintos proyectos y las necesidades de la Iglesia. Si los fieles comprueban que sus bienes son administrados diligentemente y con transparencia, se sentirán estimulados a corresponder a los dones recibidos de Dios compartiéndolos con la Iglesia para desarrollar la misión que les compete como fieles bautizados. Así se realiza una verdadera provisión y la Iglesia puede alcanzar las periferias existenciales de la humanidad con su buena noticia de salvación y misericordia.

Frente a prejuicios sobre la capacidad de la Iglesia de gestionar con profesionalidad y transparencia los bienes la tesis ha puesto de manifiesto un dato histórico que llama la atención. Quienes por primera vez utilizaron el presupuesto económico y posteriormente lo desarrollaron fueron personas que administraban bienes eclesiásticos. En concreto, al franciscano Luca Pacioli se le considera el padre de la contabilidad por escribir el primer tratado sobre la materia en 1494. El monje benedictino Angelo Pietra y el jesuita Ludovico Flori se sumarían años más tarde con sus aportaciones decisivas en la historia de la Contabilidad.

La tesis ha evidenciado algunos ejemplos de legislación particular que pueden ser modelo de utilización del presupuesto. El nuevo doctor ha estudiado, entre otras fuentes, los reglamentos de los consejos diocesanos de asuntos económicos de las archidiócesis de Toledo, Milán y Chicago.

Si la administración de los bienes no está unida a la misión de la Iglesia, es fácil que se convierta en una cuestión técnica para especialistas. Esto supone una pérdida incuestionable para la dimensión más material de la Iglesia, que pierde así el enfoque que la ha de guiar. Además, y sobre todo, también perjudica a su dimensión espiritual que sufrirá de este modo una pérdida de credibilidad. Por el contrario, si la misión de la Iglesia es capaz de impregnarlo todo, incluso la administración de sus bienes temporales, el testimonio evangélico se hace todavía más creíble y entonces la misericordia se realiza también a través de ellos.

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