Durante una sobremesa en una cena de Navidad me hicieron esa fastidiosa pregunta que tanto me molesta- “¿Y no sabes todavía qué quieres estudiar?”- Respondí para vengarme “Filosofía”. Mala fue la hora en la que lo dije, porque se me vino encima un aluvión de críticas por parte de mis familiares y contrafamiliares del estilo de: “Eso es completamente inútil” y “¿Vas a vivir de Aristóteles?” o “¿Y eso de qué te sirve?”
Últimamente se percibe una creciente aversión a la filosofía: sólo hay que ver el descenso en el número de graduados respecto a los últimos cincuenta años. Esto tiene una única causa: en un mundo utilitarista, la filosofía parece inútil. A lo largo de este ensayo vamos a ver en qué consiste la verdadera utilidad, y por qué la filosofía no lo resuelve todo, pero sin ella no se resuelve nada.
En primer lugar, hay que considerar qué es la utilidad y la inutilidad. Hay dos tipos de utilidad: la utilidad económica, que dinamiza mercados, construye aparatos o utensilios o genera tecnología; y la utilidad de todo aquello que es una aportación a lo personal, lo social o incluso lo científico. En este sentido, es útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores. La inutilidad también se divide en dos ramas: aquello que no produce beneficios económicos es inútil, pero también lo es todo aquello ajeno a una finalidad utilitarista, es decir, cuya razón de ser no sea la de ofrecer un beneficio. La filosofía responde al segundo tipo de inutilidad y de utilidad, porque aunque no produce beneficios cuantitativos, aporta a todas las ciencias y nos ayuda a ser mejores.
Pero, ¿ en qué contribuye la filosofía a las ciencias?
La filosofía pone nombre a nuevas realidades o ideas aún no pensadas con claridad, que muchas veces son incorporadas a las ciencias o a la política, Este es el caso, por ejemplo, de la palabra átomo que fue inicialmente usada por el filósofo Demócrito y más tarde adoptada por las ciencias naturales.
El estudio filosófico ayuda a reunificar el conocimiento, porque la filosofía, al ser de carácter multidisciplinar y no considerarse ajena a ninguna realidad ni saber, combate el parcelamiento y especialización de las ciencias. Esto es muy necesario, porque todas las ciencias están relacionadas: no se puede entender el funcionamiento de una célula sin el conocimiento de los elementos químicos, sin nociones de cinemática o sin dominio de matemáticas avanzadas, y, sin embargo, los biólogos no estudian en profundidad ni física ni química ni matemáticas. Además, la filosofía nace de la reflexión racional, y al tener toda teoría científica como base una serie de procedimientos lógicos, la filosofía ha resultado básica para el progreso científico, pues insiste en la necesidad de fundamentar el conocimiento. De hecho, el método científico se inicia a partir del Logos griego, una corriente de pensamiento que busca respuestas racionales y que fue también el origen de la filosofía.
La filosofía ha tenido un enorme impacto en ciencias como la biología, la política, la psicología o la historia. En la ética de la biología, la filosofía tiene mucho que decir sobre temas como la ecología, el aborto, las razas superiores o los riesgos de la modificación genética. De hecho, fueron los filósofos Hume y Kant los que defendían la idea de la segregación racial, que es la base del racismo moderno: “Me inclino a sospechar que los negros y en general todas las demás especies de hombres son naturalmente inferiores a los blancos” - decía Hume. La psicología recurre a la filosofía a la hora de tratar temas como la necesidad que tiene el ser humano del orden en su estilo de vida para su salud mental, la importancia del cultivo de las artes para la relajación o incluso temas relacionados con el sentido del sufrimiento, en casos de pacientes con traumas, por ejemplo. Una historia popular cuenta que Aristóteles fue reprochado por jugar a las canicas con unos niños en vez de dedicarse a labores más elevadas, pero él respondió que al igual que el arco debe destensarse para luego funcionar bien, el hombre debe alternar trabajo y descanso. Este es un ejemplo en el que la filosofía y la psicología se dan la mano.
Si se mira con atención, se verá que las ideas filosóficas han modelado la situación política de cada época. Sin ir más lejos, debemos a Hobbes y Locke la concepción actual del Estado, a Rousseau y Locke la idea de la soberanía popular, a Montesquieu la separación de poderes, a Rousseau, a Voltaire y a Montesquieu la Revolución Francesa y a Kant sus tratados sobre el uso público de la razón. Es imposible comprender la política actual si no se conocen las corrientes filosóficas que tiene como base. Como dijo Hegel, "La filosofía ha sido siempre su tiempo atrapado en pensamientos".
Como última contribución a la ciencia que vamos a desarrollar, la filosofía es decisiva para entender el curso de la historia, porque se ocupa de los problemas de interés general en cada época. En la época helenística se ocupó de cómo tener una vida buena a pesar de que el mundo conocido comenzaba a derrumbarse, en la Edad Media habló sobre la conciliación entre la razón y la fe, en el Renacimiento del equilibrio entre tradición y un nuevo pensamiento racional, en la Edad Moderna se interesó en cómo alcanzar un grado riguroso de saber científico ante el descubrimiento de nuevas tierras, en el siglo XVIII opinó sobre cuestiones políticas y morales, etc. Todas estas transformaciones a lo largo de la historia han modelado el mundo que conocemos.
El otro gran aporte de la filosofía está en nuestro modo de vida. Nos ayuda a vivir mejor a título individual, y como he dicho antes, es útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores.
Los filósofos crean conceptos nuevos, los cuales necesitan para expresar realidades aún no precisadas con claridad. Este es el caso de la palabra ansiedad, que, aunque está muy de moda en los últimos años, no servía para decir lo que ahora expresa hasta hace menos de un siglo. La existencia de estos conceptos es clave para analizar el mundo que nos rodea, que es otra función de la filosofía. Sin ella no entenderíamos fenómenos de nuestra vida para los que la ciencia no tiene una respuesta clara o las cuestiones últimas que siempre nos han importado, como la relación entre el sufrimiento y la felicidad. ¡Cuánta gente viviría mejor solo si supiera que la vida siempre ha sido difícil, y que la felicidad no es tener una vida fácil, sino amar la vida y también sus dificultades! ¡Y cuánta gente viviría de manera diferente si supiera que una vida nos espera después de la muerte, y que nuestros actos presentes la pueden condicionar para bien o para mal! La filosofía, por tanto, responde a esas preguntas existenciales que todo ser humano se hace, tales como ¿por qué estoy aquí? ¿qué sentido tiene mi vida? o ¿qué me pasará cuando me muera? etc.
La segunda gran aportación de la filosofía a nuestra vida personal tiene que ver con nuestra capacidad de raciocinio y argumentación. La filosofía proporciona argumentos para apoyar de forma más eficaz nuestras ideas, y nos da métodos, como el socrático (basado en un diálogo de preguntas y respuestas para llegar a conclusiones), para convencer a otras personas de nuestros puntos de vista. Esto es debido a que la filosofía tiene como base el discurso racional humano, y no se cierra a la hora de escuchar opiniones ni se acobarda a la hora de aceptarlas o combatirlas. Un ejemplo actual es el del aborto: grandes filósofos denuncian esta barbaridad apoyados en la idea de que el ser humano tiene el derecho inalienable a la vida desde su concepción hasta su muerte natural.
Estas competencias lógicas y discursivas que adquieren los estudiantes de filosofía al ejercer su capacidad de razonar y fundamentar posiciones ayudan a forjar una opinión y un criterio, y a aprender a tomar decisiones, distanciándose de la realidad para someterla a examen, a crítica, y pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad y responsabilidad.
La filosofía nos invita a no conformarnos con el status quo, sino a vivir de manera racional y consciente y a buscar siempre la verdad, ya sea escuchando los argumentos del otro y cambiando nuestra opinión o combatiendo las falacias del contrario.
En conclusión, la filosofía, que es despreciada en un mundo que solo busca la utilidad material de las cosas, ofrece un retorno no monetizable pero infinitamente valioso. A través de la reflexión racional, ofrece una perspectiva única que unifica conocimientos y fundamenta las bases del saber, siendo imprescindible para el progreso de las ciencias y la comprensión de la política. La filosofía no sólo nos ayuda a entender el mundo, sino que también nos guía en nuestras decisiones y nos invita a vivir de manera consciente y racional. Al responder a preguntas existenciales y cultivar nuestra capacidad de raciocinio, la filosofía nos enseña a buscar siempre la verdad y a mejorar como individuos.
Cuando la biología, las matemáticas, la física o la química, la historia o la política llegan a callejones sin salida, recurren a la filosofía.
Cuando el alma humana, atribulada con preguntas existenciales a las que no encuentra respuesta, llega al mismo callejón, la filosofía le abre una puerta.
Por eso decimos que, aunque la filosofía no lo resuelve todo, sin ella no se resuelve nada.