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El mejor juego del mundo

No es fácil reír cuando alrededor de tu casa caen bombas. Y si eres una niña pequeña
de Siria, menos aún. Este relato corto nace de una noticia sobre un padre que ingenió
un juego para que su hija no tuviese miedo. La autora del texto, Laura Carapeto, graduada
en Filosofía y Periodismo, le da una vuelta: todavía hay inocencia y sonrisa en los lugares
donde habita ira y dolor.

 

El mejor juego del mundo

La historia que salió en las noticias era de una niña que reía cuando caían bombas cerca de su casa en Siria. Aquel fue un período duro, hubo muchas noticias sobre conflictos, bombas y muertes. Y, de repente, una niña que ríe. 

Fue curioso y algo indignante: todos los medios de comunicación han centrado el foco en la creatividad del padre o en la comparación de este juego con el de “La vida es bella” de Roberto Benigni. Nadie ha parado a pensar en qué suponía esta acción paternal y este juego para la niña, la pequeña Salwa. ¿Quién es el protagonista aquí, si no ella? 

Puede que esto fuera lo que pasó o puede que no. Esto es lo que me imagino:

* * *

Papá se ha inventado un juego. Me gusta mucho y siempre jugamos juntos, sobre todo por la tarde y algunas veces después de cenar, cuando termino de lavarme los dientes. Papá lo llama “Avión o bomba”. Es muy fácil y creo que se juega en todos los países.

Él se sienta en el sofá, pero yo siempre me quedo de pie encima de los cojines, a su lado. Tengo que estar muy atenta porque si suena un ruido fuerte, nos reímos. Mamá lo llama explosiones y a veces bombas, igual que papá. Mamá dice que hay que estar lejos de esos ruidos fuertes, y que por eso ahora vivimos en Seraqib.

Antes teníamos una casa bonita, con jardín, una habitación de juegos grande y un sofá en el que cabíamos los tres. Solíamos ver películas, pero ahora vivimos en una casa pequeñita, sin ventanas. Creo que papá lo llama búnker. A mí me parece una palabra muy rara, como casi todas las que escucho, pero no me importa, porque me gusta jugar con ellos a “Avión o bomba”.

Una vez, durante las fiestas de verano, algo muy grande cayó en nuestro jardín. Yo estaba en el salón viendo los dibujos. El golpe me taponó los oídos y solo escuchaba un pitido muy fuerte en mis orejas. Me asusté mucho, porque creía que iban a venir otra vez esos mayores con pistolas. Siempre nos persiguen y nos llaman rebeldes, pero yo sé que no es verdad, solo somos mamá, papá y yo. No tenemos escondido ningún Rebelde en casa.

Cuando pasó lo del golpe fuerte en verano, mamá y papá estaban en la cocina. Empecé a llorar y ellos me oyeron. Papá vino al salón, me aupó y me abrazó a mí y a mamá. Yo quería dejar de llorar, pero no podía, tenía mucho miedo. Recuerdo que estuvimos abrazados hasta que se me pasó el pitido. Mamá y papá me miraron. Mamá se fue al baño, creo que tenía polvo en los ojos. Papá me llevó al balcón y me contó un secreto. Yo te lo voy a contar, ¿vale?, pero no se lo puedes decir a nadie.

Él me dijo que no eran ruidos de verdad, no hacían daño, porque solo son pistolas de juguete. Son como los fuegos artificiales que tiramos durante la fiesta de Eid al-Adha: tienes que taparte los oídos pero son muy bonitos, porque saltan chispitas de colores y las familias están juntas para verlos. Papá me enseñó el juego y me hizo prometer que siempre lo jugaríamos juntos. Así que cada vez que un vecino usa una pistola de juguete, papá, mamá y yo nos reímos.

La última vez, papá sacó el móvil y lo subió a Internet. Al día siguiente, un señor alto, decía que era de una agencia, nos hizo muchas preguntas. Después sacó su cámara y me hizo fotos. Decía que sonriera y que le explicara el juego, pero me dio vergüenza, porque era un secreto que me había contado papá y yo no conocía a este señor. Papá le explicó un poco el juego por encima, pero no le dijo nuestro secreto. El hombre se fue de casa pensando que las bombas de verdad existen. Pobrecito, espero que no se asuste mucho.

Ahora papá sale en Internet. Le llaman Abdullah, pero no saben que en realidad su nombre es papá. También aparezco yo con mi vestido favorito y en muchos sitios también sale mi nombre: Salwa.

Mamá me dice que pronto viviremos en una casa mejor y que podré ir al colegio y conocer a otros niños. A veces, mamá y papá hablan de Siria. Creo que es una señora que está muy malita. Dicen que lleva nueve años con una enfermedad muy grave y que ya tiene 400.000 primos menos. Creo que Siria debe ser nuestra tía segunda y también la de los hombres que nos persiguen. Me gustaría que se recuperara pronto, porque mamá y papá están tristes por ella. Quiero conocerla algún día, jugaríamos juntas y yo le hablaría de mis amigos. Y si me regala caramelos, puede que le cuente nuestro secreto.

El mejor juego del mundo

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