Recordar: el eterno acto del inmigrante

Las sublimes palabras de Maris Stella Fernández, alumna de los grados de Filosofía y Literatura y Escritura Creativa, expresan el acto más recurrente de cualquier inmigrante: recordar. Esta es una oda a su amada Costa Rica y a su nuevo hogar en España ¡Un texto que promete sacar más de una lágrima!

Recuerdo haber llegado a la ciudad, me dolían los oídos por el cambio de presión.

Recuerdo la tos que me molestó la garganta por días. Detesto el olor a tabaco.

Recuerdo bajar a la pista de aterrizaje del avión y leer en grande: “Pamplona”.

Recuerdo viajar los fines de semana y correr hacia el mar.

Recuerdo la primera clase en la que no entendía como bajar los asientos.

Recuerdo buscar la seguridad de mis galletas Pozuelo favoritas, y encontrar solamente paquetes desconocidos.

Recuerdo la sensación de orgullo cuando terminé el libro grueso para el examen la noche anterior.

Recuerdo a mi papá acurrucado con la gatita que juró no me iba a dejar tener.

Recuerdo graduarme del colegio, e ingenuamente sentir que estaba en la cima del mundo.

Recuerdo a mi tío comprándonos pizza a escondidas a mí y a mis primos cuando nuestros papás habían dicho que no.

Recuerdo ver libros o curiosidades que les gustarían a mis hermanos, comprarlas y guardarlas para dárselas meses después.

Recuerdo el hematoma de regalo al intentar donar sangre.

Recuerdo la frescura de la coca-cola bajando por mi garganta bajo el sol junto a mis amigos.

Recuerdo mi primera sangría en España y decirle a mi madre que estaba cansada cuando en realidad me daba vergüenza admitir que hizo más efecto en mí del que esperaba.

Recuerdo a La Virgen de los Ángeles, la negrita.

Recuerdo montar a caballo en todas las vacaciones y competir con mi hermano por quién podía ir más rápido sin caerse del caballo.

Recuerdo mi papá diciendo que le dolía la espalda para escaparse de la cabalgata sin tener que admitir que le daba miedo.

Recuerdo esforzarme por aprenderme las provincias y sus correspondientes acentos.

Recuerdo perderme nacimientos, y conocer cachetes por videollamada.

Recuerdo sentir mariposas dentro y recuerdo enamorarme.

Recuerdo enamorarme de sentimientos.

Recuerdo enamorarme de conceptos

Recuerdo ese par de ojos.

Recuerdo enseñarle a mis amigos a decir “Mae” y ver como poco a poco se convirtió
parte de su vocabulario.

Recuerdo echar de menos ver a mi izquierda y sentirme segura por tener a papi conmigo.

Recuerdo la graduación de mi hermano mayor de la Universidad.

Recuerdo la graduación de mi hermano menor de sexto grado.

Recuerdo ver ambas graduaciones por videollamada.

Recuerdo sentirme sola caminando por la ciudad al llegar el invierno.

Recuerdo apuntarme inocentemente a excursiones en montañas navarras para tener que
recuperarme física y anímicamente por días.

Recuerdo salir de la biblioteca y ser recibida por los mil colores de un atardecer en
invierno.

Recuerdo las risas durante la lluvia de confites luego de cada piñata

Recuerdo los tatuajes temporales que mi papá me compraba y recuerdo el horror en la
cara de mi madre al ver un tigre y una ballena en el brazo de su hija.

Recuerdo convertirme en adulta.

Recuerdo extrañar el arroz y los frijoles de Tito Paco.

Recuerdo escuchar a Celia Cruz en mi celular de camino a clase para animarme el día.

Recuerdo admirar a mi papá por trabajar de 4am a 7pm.

Recuerdo tomar muchas tazas de café aunque no me despertaran.

Recuerdo admirar a mi mamá por siempre trabajar y estudiar a la vez, sin importar
cuántos títulos ya haya acumulado.

Recuerdo los mareos cada vez que tocaba pagar la universidad.

Recuerdo a mi mamá diciéndome: primero tu felicidad, luego la plata.

Recuerdo cuando mi abuelo nos traía bolsas llenas de caña de azúcar de la finca.

Recuerdo disculparme y querer que la tierra me tragase.

Recuerdo que me dijo “no se preocupe por decepcionar a sus padres, ellos ya están orgullosos”.

Recuerdo pensar por primera vez en él como persona más que profesor.

Recuerdo el abrazo de papi bajando las maletas del carro.

Recuerdo el abrazo de despedida con mami antes de pasar por migración.

Recuerdo a papi nadando en el mar, y lo recuerdo diciéndome que me quedara en la

orilla.

Recuerdo todas las mascotas que acompañaron mi vida y lo mucho que me gustaban.

Recuerdo conejos, tortugas, canarios, peces, perros y gatos.

Recuerdo tener que vivir sin animales por primera vez en 18 años y entrañar su compañía

Recuerdo aprenderme 7 apellidos navarros, y uno alemán.

Recuerdo los ojos llorosos de mi mamá al despedirse y dejarme en otro continente.

Recuerdo bailar salsa en mi cuarto, por primera vez yo sola.

Recuerdo la ilusión de por fin entender latín.

Recuerdo las historias de Iulius et Aemilia.

Recuerdo los applausum meruisti del magister y los no tan meruisti.

Recuerdo perder mi fe para recuperarla cada vez a los pies de la virgen.

Recuerdo escoger una banca en medio de las tiendas y decidir que era mi favorita.

Recuerdo los intentos fallidos de muchas personas en convencerme para que no saliera
en chancletas a la calle en épocas frías.

Recuerdo ver mi pedacito de tierra alejándose cada vez más a través de la ventana del
avión y sentir que todo menos mi cuerpo se quedaba allí.

Recuerdo por fin conocer la nieve y rendirme ante la belleza de un campo blanco.
Recuerdo el “Maris, se me hace un nudo en la garganta” de mi mamá al contarle algún
éxito académico.

Recuerdo las mil veces que canté “Yo no envidio los goces de Europa, la grandeza que en
ella se encierra. Es mil veces más bella mi tierra, con su palma, su brisa y su sol.”

Recuerdo escribir y borrar. Escribir y llorar. Escribir y sanar.

Recuerdo darme cuenta que soy más feliz aquí, que en el país donde me parieron y
criaron.

Recuerdo Pamplona;

Amo Costa Rica, mi Costa Rica.

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