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El pasado 11 de septiembre falleció una de las figuras más importantes de la literatura española de nuestro siglo: Javier Marías. La alumna de Filología Hispánica Izaro Díaz le dedicó estas palabras el día en el que el escritor hubiese celebrado su cumpleaños. Izaro nos presenta al autor, nos comparte la relación que tiene con su obra y nos invita a sumergirnos en su apasionante producción artística.
Cuando Javier Marías fue inmortal
Escribo un veinte de septiembre estas líneas bajo una bruma desesperanzada. Hoy Javier Marías cumpliría 71 años. He de confesar, en primer lugar, que no merezco guardar entre mis palabras su recuerdo, pues no me encuentro entre los sillones de sus lectores más fieles y, en más de una ocasión, he escondido su imagen tras el ala de la sombra de su padre, Julián Marías.
Sin embargo, hace unos pocos meses me preguntaron qué escritor español merecía ser galardonado con un premio Nobel y la respuesta más verdadera, la impulsiva e instantánea, fue la que llevaba su nombre. El nombre del que algunos ya han apodado como el monarca del tiempo. Y lo cierto es que su muerte acabó con mi insistencia y con la de muchas personas que suplicaban su premio. Porque desapareció la mente con la que escribía un primer párrafo y ya conseguía una novela, pero permanecerá en la memoria de todos sus lectores una voz eterna.
Asimismo, este breve texto no solo pretende ser un esbozo de la admiración con la que me despido de un magnífico novelista, sino que, como estudiante de Filología Hispánica, también quiero recordarle como un excelentísimo editor, traductor, ensayista y, sobre todo, subrayar su ya más que comentada faceta como miembro de la RAE, ocupando la silla R, coincidiendo de esta manera con otras grandes figuras como Mayorga, Pérez-Reverte o Antonio Muñoz Molina. De hecho, uno afianza y comprende lo reseñable de la experiencia literaria de Marías cuando ellos también rebajan el prestigio del Nobel porque su compañero no lo recibió antes de morir, tal y como yo misma hice con más lágrimas entre las páginas de sus libros que en mis ojos.
Javier Marías decía que contar era un regalo y decidió, durante cincuenta años, desde la publicación de Los dominios del lobo en 1971 hasta la de Tomás Nevinson en 2021, dedicar su vida a confiarnos sus historias, y a crear un vínculo entre lector y escritor tan frágil que solo puede mantenerse cuando lo narrado no ha existido. Así, quisiera pedirte, lector, ahora mío y después y siempre suyo, el favor de seguir leyendo su obra. No importa si son sus artículos, cuentos o alguna de sus muchas novelas. Leer para alterar la realidad y que este texto cuente lo que nunca ha sucedido que, a fin de cuentas, es su muerte.
Foto: Chema Conesa, ‘El País Semanal’ (1992), El País
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