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Ser: palabra y tiempo

Esta semana,Miren Estruch Santamaría,estudiantedel grado en Literatura y Escritura Creativa (LEC),nos presenta a uno de los grandes poetas del siglo XX:Octavio Paz. Miren nos introduce en su pensamiento y nos muestra la concepción que este gran literato tenía de la poesía. Pero no, esto no es todo: nuestra alumna comparte con nosotros una sugerente reflexión en torno a su propia visión de este arte inspirada por el poeta mexicano.

 

André Pieyre de Mandiargues y Octavio Paz en Venecia, ca. 1959. Archivo Mandiargues. Contribución de Alain-Paul Mallard
André Pieyre de Mandiargues y Octavio Paz en Venecia, ca. 1959. Archivo Mandiargues. Contribución de Alain-Paul Mallard

“El poeta no escoge sus palabras. Cuando se dice que un poeta busca su lenguaje, no quiere decirse que ande por bibliotecas o mercados recogiendo giros antiguos y nuevos, sino que, indeciso, vacila entre las palabras que realmente le pertenecen, que están en él desde el principio, y las otras aprendidas en los libros o en la calle. Cuando un poeta encuentra su palabra, la reconoce: ya estaba en él. Y él ya estaba en ella. La palabra del poeta se confunde con su ser mismo. Él es su palabra. En el momento de la creación, aflora a la conciencia la parte más secreta de nosotros mismos. La creación consiste en sacar a la luz ciertas palabras inseparables de nuestro ser. Ésas y no otras. El poema está hecho de palabras necesarias e insustituibles. Por eso es tan difícil corregir una obra ya hecha. Toda corrección implica una re-creación, un volver sobre nuestros pasos, hacia dentro de nosotros. La imposibilidad de la traducción poética depende también de esta circunstancia. Cada palabra del poema es única. No hay sinónimos. Única e inamovible: imposible herir un vocablo sin herir todo el poema; imposible cambiar una coma sin trastornar todo el edificio. El poema es una totalidad viviente, hecha de elementos irremplazables.”

“El arco y la lira” de Octavio Paz , 1956

 

¿Quién eres?

Siempre he creído que cuesta definirse a uno mismo, cuesta darse una identidad y explicarla. Tal vez te defines por adjetivos o por acciones, pero, ¿puede ser que una solución sea definirse con poesía? Aunque sea más complejo, la poesía debe ser lo más cercano a la realidad de quién somos.

El extracto sobre el poeta y la palabra de Octavio Paz puede ser interpretado de muchas maneras y, por supuesto, todas válidas. Cada opinión toma un camino diferente, al sugerir la opinión del autor diferentes ideas en cada uno de nosotros. En mi caso, reflexiono sobre las palabras de Octavio Paz yendo por la vertiente de la identidad porque, como dice, si “él es su palabra”, él es palabra. Entonces, somos palabras, palabras con nuestros propios significados. La habilidad de transformar el lenguaje cotidiano en poético es lo único que permite que esto sea verdad. Esto es, vaciar la palabra de su significado y rellenarla con otro sentido. Si no pudiéramos dotar a las palabras de los significados que llevamos dentro, que reflejan nuestros sentimientos, no podríamos ser palabra.

La palabra es, en esencia, lo que compone tanto la poesía como cualquier texto, ya sea un ensayo o un artículo. La creación, sea del tipo que sea, es un acto de revelación ante uno mismo, un momento en el que “aflora a la conciencia la parte más secreta de nosotros mismos. La creación consiste en sacar a la luz ciertas palabras inseparables de nuestro ser. Ésas y no otras.” En poesía el enfoque está en la palabra: no cualquiera sirve, no cualquiera puede transmitir lo que tu mente configura según escribes, porque algo en ti, ese aire denso que serpentea por tu cuerpo, busca siempre la palabra adecuada y cuando la encuentra la plasmas. Sin ser esto un poema, me encuentro sintiendo el aire, moviéndome con él para redactar estas palabras, con el fin de obtener una reflexión sobre algo que no sabía que pensaba, pero que gracias a la palabra lo descubro. Por lo tanto, no es solo la poesía la que busca la palabra exacta. Al ser uno palabra, la búsqueda es constante, se escriba lo que se escriba, se diga lo que se diga.

Centrándome en esto último, puedo enlazar con la última parte de la reflexión de Octavio Paz en la que argumenta que es difícil corregir una obra hecha, porque implica re-creación, implica un quebrantamiento de lo que era por lo que es ahora. Es cierto, toda corrección significa cambio, pero es necesario. La creación conlleva una destrucción, destrucción de pensamientos y de conceptos previos, de lo que éramos. Éramos en pasado, porque aunque queramos desentendernos del tiempo, somos tiempo. Nosotros, las palabras, somos tiempo. El tiempo es intrínseco de todo lo que conocemos, empezando y acabando por nosotros.

El ser es la búsqueda de la palabra y a su vez es la palabra. El poema es una construcción viva porque está compuesta por el conjunto de palabras que componen al poeta en el momento que escribe, está compuesta por él. Entonces, si el poema es él, él es el único que puede destruir todo un vocablo en busca de uno nuevo, el que mejor le defina ‘ahora’.

Entonces, deberíamos responder a ‘¿quién eres?’, ¿o deberíamos otorgar a una cuestión de tal magnitud toda una vida para poder dar una respuesta absoluta, cercana a tu realidad? Tal vez la mejor opción es buscar en los interludios de nuestro tiempo el conjunto de palabras que mejor nos defina, aceptando que con cada segundo que pasa, esa construcción se derrumba en sí misma sin ser conscientes de ello, porque tan solo somos capaces de percibirlo permitiendo que el tiempo pase, que nosotros pasemos.


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