El verano siempre es sinónimo de buen tiempo, color, alegría, viajes, festivales y… ¡buena música! La globalización ha puesto en común varias culturas. Uno de los fenómenos en los que más se aprecia esta convergencia de factores es en la música. Claudia Burgos, estudiante de 3º de Filosofía y Periodismo, analiza la inmersión cultural que existe entre países hispanohablantes y la música.
En América Latina somos protectores de nuestra identidad cultural. Nos cuesta compartir porque muchas veces nos han forzado a hacerlo. Sin más remedio hemos recogido todos los pedazos rotos de todas las culturas que nos conforman. El resultado es un imaginario único, colorido, que va cambiando de tonalidad dependiendo de las latitudes que recorras del continente. Pero nada de lo que hemos forjado ha sido desde cero. Ninguna canción, ningún bolero, tango ni guaguancó ha llegado a sonar sin una larga tradición de países lejanos, que conforman una sola cultura llena de contradicciones. Pero toda la música que hemos compuesto ha tenido su lugar y razón de ser: es música para conectar con nuestro pasado tan complejo. Para bailar y sentir, en vez de intentar explicar, de qué estamos hechos. De cuántas piedras de tantas tradiciones distintas hemos construido. Para sentirnos completamente humanos.
Sin embargo, la música ha llegado a tener el mismo sentido en tantos otros lugares del mundo. A través del ritmo, otros también buscan entender la complejidad humana. Entender las herencias de distintos pueblos que convergen en un solo territorio. En el mundo angloparlante, el rock se originó como una mezcla de géneros musicales como el blues, el góspel y el jazz. Y en España, la nueva era del reggaetón inspira a los artistas jóvenes a componer música inspirada en culturas latinoamericanas, que a su vez cargan con herencia española desde hace siglos.
Nuestra generación ha crecido con acceso a música de todo el mundo. En Spotify puedes encontrar las 50 canciones más escuchadas en Alemania, en España, en Argentina o República Dominicana sin importar donde estés. Con Instagram puedes ver un concierto en directo sin tener que salir de casa. YouTube ofrece vídeos de 360 grados donde puedes tener una vista panorámica de una situación, todo a través de una pantalla. La tecnología ha borrado los límites geográficos, derrumbando las paredes que separaban los géneros y tradiciones musicales hasta encontrarse cara a cara el mundo consigo mismo.
La cantante catalana Rosalía recuerda que viene de una generación globalizada, que escucha flamenco, hip hop en inglés y jotas catalanas, todas en la misma lista de reproducción. Sus canciones inspiradas en Camarón no detienen su interpretación de “Perdóname” del grupo panameño La Factoría durante sus conciertos alrededor del mundo. El cantante de raíces aragonesas Guitarricadelafuente, inspirado en el folclore, publicó en el 2022 un álbum de cuatro canciones tradicionales latinoamericanas y españolas interpretadas en su estilo nostálgico, pero moderno.
Hoy no tenemos límites geográficos que ayudan a esconder nuestra música, ya no hay géneros exclusivamente caribeños o norteños. Ahora nos enfrentamos con creaciones sin límites, sin precedentes, que a la vez están recorriendo el mundo entero en cuestión de segundos. El intercambio cultural que hubo entre América y España hace siglos es ahora constante y bidireccional; la globalización musical nos ha propuesto una comunidad que atraviesa el Atlántico, lo que demuestra que lo que intentamos contar con nuestras canciones es lo que intenta contar el mundo entero. Intentamos unirnos, ya sea a través del baile o de la composición musical, con los que nos rodean, con nuestra historia pasada y también con un presente globalizado que nos enseña acerca de nuestras complejidades y nos hace crecer juntos. Esto es lo que hace la música y lo que ha hecho desde siempre: eliminar nuestras diferencias y límites una canción a la vez.
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