Opinar
El peligro de filosofar
Víctor Maspons, alumno de 1º de Filosofía y Derecho, advierte sobre
algunos de los peligros que encierra la no fácil búsqueda de la verdad.
Las abstracciones excesivas, el aburguesamiento de la razón y el
alejamiento de la realidad. Como vemos, muy actual todo.
La filosofía nace del asombro. Nos fascina la realidad y tratamos de entenderla, y esto es hacer filosofía. Y cuanto más nos adentramos en ello, mayor es nuestra capacidad de filosofar. Está claro que la realidad es inteligible, pues, si no lo fuera, ¿por qué nos seguimos preguntando por ella? ¿y por qué logramos comprenderla en varios ámbitos? Si la búsqueda de la verdad no hubiera dado absolutamente ningún resultado, habríamos desistido, y el asombro habría muerto. Sin embargo, los resultados han sido enormemente positivos y la historia del pensamiento y del progreso del hombre lo certifica. No obstante, esta búsqueda de la verdad encierra ciertos peligros, los cuales han tenido consecuencias nefastas en la historia. Estos son, principalmente, tres: las abstracciones excesivamente lógicas, el aburguesamiento de la razón y el alejamiento de la realidad. Los tres están relacionados entre sí y el adentrarse en uno puede conducir a los otros.
El primero de estos sostiene que uno, al abstraer, ha de ser particularmente lógico y racional (Stebbing, 1939). Pensamos que todo es negro o blanco y nos olvidamos de los matices, de aquellos conceptos que no están del todo delimitados. Pensamos que todo está claramente definido en la mente, lo cual no es cierto, y aplicamos estos conceptos a la realidad que es mucho más rica de lo que parece. Por ejemplo, en el ámbito de la ética, podemos cometer el error de decir que si algo es malo entonces debe ser ilegal. Vinculamos lo reprobable con lo ilícito y lo plausible con lo lícito, y es verdad que están relacionados, pero no se identifican del todo. Desde luego, hay acciones muy malas que deben ser ilegales y las muy buenas que deben ser legales, pero hay otras que se encuentran en un intermedio. No son tan dañinas, pero su regulación excesiva puede causar mayores males. Por ejemplo, tomar alcohol en exceso puede estar mal, pero hay que tener en cuenta las realidades sociales para decidir sobre su legalización o penalización. Si no, puede ocurrir lo que pasó en el siglo XX en Estados Unidos, y las consecuencias que tuvo la “Ley Seca”. Los ciudadanos seguían consumiendo alcohol, solo que esta vez eran abastecidos por el mercado negro, manejado por la mafia. Lo podemos ver en los clásicos del cine, como The Godfather o Goodfellas: llovían los asesinatos, la corrupción y las pugnas por el poder brotaban entre las mafias.
Vinculamos lo reprobable con lo ilícito y lo plausible
con lo lícito, y es verdad que están relacionados,
pero no se identifican del todo.
En segundo lugar, debemos tener cuidado con el aburguesamiento de nuestra razón. Según el pensamiento clásico, la razón es un uso determinado de la inteligencia, que nos permite comprender la realidad contingente. Siempre podemos conocer nuevas cosas y seguir aprendiendo, no hay un límite: la razón tiene una potencia infinita (de ahí su carácter espiritual). Y, sin embargo, aunque tenga capacidades inagotables, no puede conocerlo todo y su conocimiento no surge de ella misma, sino a partir de la realidad contingente. Claramente, esto se nos puede olvidar y podemos llegar a creer que la razón se basta a sí misma. Podemos llegar a tener una fe ilimitada en nuestra aptitud para razonar, sin tener en cuenta su falibilidad y dependencia de los datos que le proporciona la realidad. Esto es el aburguesamiento de la razón.
Durante la Edad Moderna, con la Ilustración, el hombre se caracterizó por una confianza extrema en la razón, causando graves problemas sociales. La historia del Derecho tiene un buen ejemplo de ello: entre el siglo XVIII y el XIX, la burguesía revolucionaria derrumba los pilares del Antiguo Régimen y se establece en el poder. A la vez, surgen filósofos y juristas que, con el gran apoyo de aquellos, tratan de crear un Derecho nuevo basado solo en “el Hombre” en abstracto. Un concepto de hombre que no toma en cuenta la realidad social ni la económica o política, sino sólo la naturaleza universal del ser humano. Es decir, la sola razón debía extraer unos principios generales sobre el hombre y crear luego un Derecho a partir de estos. Ideal que condujo la Codificación al fracaso, porque la razón no puede abarcar toda la realidad. Esta superaba constantemente al Derecho escrito: la ley promulgaba igualdad, pero la sociedad desbordaba desigualdades (Caroni, 1993). El hombre no puede ser pensado sólo en abstracto, es real. Y sin esa realidad deja de ser hombre. El aburguesamiento de la razón nos conduce a pensar de forma idealista, rígida, inhumana.
El filósofo no está solo para contemplar las ideas,
sino para acercar a los demás a ellas, para educar
en la verdad.
Por último, los dos riesgos anteriores conducen a un tercero, que es, en sí, contradictorio: alejarse de la realidad. Uno filosofa para comprender la realidad en sus fundamentos, pero, al enamorarse de su razón, se aleja del objeto y de la causa de filosofía. Acaba filosofando por filosofar perdiendo de vista su finalidad. Platón, en el siglo IV a.C., fue el primero en detectar este peligro. De hecho, es irónico, porque Platón sostenía que la verdadera realidad no es aquella en la que nos encontramos, sino el mundo inteligible de las Ideas. Así, uno filosofa para irse alejando progresivamente del cuerpo y acercarse a las Ideas. Sin embargo, Platón no argumenta a favor de nuestra independencia completa de la realidad corpórea. Propone, más bien, un distanciamiento en el ámbito epistemológico (del conocimiento), no en el ético. De esto se trata la Alegoría de la Caverna. Al salir el hombre de la caverna y contemplar las Ideas, decide volver para sacar al resto de ella, aunque el regreso le acarree la muerte. El filósofo no está solo para contemplar las ideas, sino para acercar a los demás a ellas, para educar en la verdad. Platón se dio cuenta de esto desde el principio. En su pensamiento hay una clara conexión entre la ontología y epistemología con la ética y la política por medio de la educación (Vallejo, 2017). En definitiva, el hombre, iluminado por las Ideas eternas, debe educar a los demás para que su vida terrena sea verdaderamente buena.
Ciertamente, filosofar conlleva un gran peligro, pero no por esto debemos desistir de comprender la realidad. Filosofemos con el espíritu de Sócrates, que era consciente de su ignorancia y de que su razonamiento podía fallar. Aunque nos equivoquemos, no dejemos de buscar la verdad. No perdamos jamás nuestra capacidad de asombrarnos.
An Illustration of The Allegory of the Cave, from Plato’s Republic, 2018.
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Bibliografía
L. Susan Stebbing, Thinking to Some Purpose (Hardmondsworth: Penguin Books, 1939). LEER online o descargar desde Internet Archive library.
Ruth Barcan Marcus, “Moral Dilemmas and Consistency”, The Journal of Philosophy 77/3 (1980). LEER en JSTOR.
Pio Caroni, Lecciones de historia de la codificación, 2013. LEER.
Vallejo y Vigo, Filósofos griegos: de los sofistas a Aristóteles (2017). COMPRAR.
Platón, La República, libros VI, VII. COMPRAR.