Opinar
Capitalismo: ¿Privilegio o Libertad?
Iván Sánchez, alumno del Grado en Filosofía, Política y Economía (PPE) de la Facultad de Filosofía y Letras, nos presenta su último artículo. Esta vez, nos ofrece una interesante reflexión acerca de los retos que atraviesa el capitalismo en la actualidad
Pobreza, desigualdad, contaminación…Estos son solo algunos de los males que padece nuestra sociedad actual. Sus causas son sin duda diversas, pero es cada vez más habitual encontrar un enemigo común: el capitalismo. De hecho, se ha vuelto bastante frecuente el ver por las redes, leer en los periódicos o escuchar en las noticias como el capitalismo es el culpable de varios de nuestros males, e incluso que «el capitalismo es el peor sistema económico posible»1.
No obstante, detrás de tan duras afirmaciones contra el capitalismo se esconde una gran ambigüedad acerca de qué es y en qué consiste este sistema, el cual está siendo atacado desde tantos flancos al mismo tiempo y de maneras tan diversas. La definición más habitual de qué se entiende al hablar de capitalismo es: un sistema de producción basado en la propiedad privada de los medios de producción. Ahora bien, esta definición es problemática porque acoge dos posibles definiciones de capitalismo con grandes diferencias entre sí.
Por un lado, con esta definición de capitalismo es compatible un sistema con medios de producción privados en el que los grandes propietarios de dichos medios reciban privilegios por parte de los gobernantes, legisladores y reguladores a la hora de llevar a cabo su actividad económica. De esta forma, las grandes empresas contarían con leyes y medidas a su favor —reducciones de impuestos especiales, licencias exclusivas o reducción de su competencia — que les permitirían contar con una situación más ventajosa en el mercado que sus competidores.
Es necesario que veamos lo peligrosa y perjudicial que es esta concepción del capitalismo. En primer lugar, produce una mayor desigualdad, ya que los propietarios de las grandes empresas privilegiadas obtienen beneficios superiores a costa de los no privilegiados. Se genera así de manera sistemática una división social entre la clase beneficiaria de privilegios y la clase que tiene que pagar dichos privilegios que se agrava con el paso del tiempo.
En segundo lugar, este sistema tiene como consecuencia una mayor rigidez de mercado. El sistema de privilegios impide que aparezcan nuevas empresas que produzcan mejores productos o a un precio más barato que las empresas privilegiadas. Y esto es así, por un lado, porque las empresas privilegiadas cuentan con beneficios que impiden a las nuevas empresas poder competir con estas, y por otro lado, porque a veces la competencia se encuentra directamente restringida o incluso prohibida (mediante licencias, derechos exclusivos, etc.).
De esta manera, puede suceder que los distintos sectores económicos sean gobernados por monopolios u oligopolios empresariales. Las empresas privilegiadas no tienen que preocuparse por la aparición de competidores y pueden permitirse ser enormemente ineficientes y, sobre todo, ajenas a las demandas del cliente. Al mismo tiempo, se imposibilita la aparición de nuevas empresas que satisfagan mejor las necesidades de los consumidores.
En tercer lugar, este sistema conlleva unos incentivos perversos que distorsionan la actividad económica. Esto se debe a que los beneficios fruto de los privilegios estatales pueden resultar más rentables que aquellos obtenidos al desarrollar su actividad en el mercado. De esta forma, no es difícil concebir que las empresas pasen a orientar su actividad en busca de la manera de obtener mayores privilegios y olvidándose en gran parte de la demanda de los clientes.
Una vez analizada esta noción, no cuesta ver el capitalismo recibe tantas críticas, sobre todo en la medida en que esta concepción se ha plasmado en nuestro sistema actual. Si por capitalismo se entiende un sistema que discrimina entre privilegiados y no privilegiados, un sistema que beneficia a una élite frente a los pequeños propietarios, que se aleja de las necesidades de la gente en la búsqueda de más privilegios y dinero, no cabe sino oponerse frontalmente y luchar porque este deje de tener cabida en nuestras sociedades.
Sin embargo, con la definición de capitalismo antes dada (propiedad privada de medios de producción) también es compatible un concepto más comprensible de este. Dicha definición consiste en un sistema que no se basa solo en la propiedad privada de los medios de producción, sino también en el libre mercado.
De esta manera, las empresas que obtengan beneficios serán aquellas que posean una ventaja competitiva frente al resto —lo cual no es sino una mejor manera de cubrir las necesidades de los clientes—, y solo mantendrán su posición de relevancia en el mercado en tanto sigan siendo las que mejor cubran dichas necesidades.
Esta segunda idea de capitalismo —como sistema de propiedad privada de medios de producción y libre mercado— no solo es más defendible, sino que es más deseable. En definitiva, frente a un sistema basado en el más puro clientelismo y amiguismo, hemos de avanzar hacia un sistema que se base en servir mejor a los deseos de los otros, en el que el beneficio no se obtenga de favores a este o aquel político de turno, sino de haber encontrado la manera de atender las necesidades de la gente de la manera mejor y más eficiente posible.
1 The Real Reason Why Capitalism is the Worst Economic System.
Referencias
Lacalle, D. (2020). Libertad o igualdad (2nd ed.). Barcelona: Deusto.
Von Mises, L. (2019) La mentalidad anticapitalista (5th ed.). Unión Editorial. (Libro original publicado en 1956).
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