Opinar
La pandemia del relativismo cultural
Daniel Jesús Orbaiz, alumno de 3º de Historia y Periodismo, reflexiona sobre la mediática actuación del tenista Novak Djokovic y su repercusión en la actual situación pandémica
Uno de los grandes problemas que el relativismo cultural genera es la validez y respeto por igual de todas las opiniones. Para ello, se apela a que la democracia es el lugar donde todas tienen cabida. Sin embargo, esta es una forma simple de entender la democracia. No es factible pensar que todas valen lo mismo o que son igualmente respetables. El ejemplo de la COVID-19 y las vacunas lo pone de manifiesto. ¿Cómo va a ser igual la opinión de un científico que desarrolla vacunas a la de un tenista que insinúa que la tierra es plana?
El mediático asunto de Novak Djokovic en el Open de Australia pone de manifiesto el problema existente a la hora de comprender el espíritu de la democracia. Australia impuso una ley -quizás exagerada- en la que se prohibía la entrada al continente australiano a todo aquel que no estuviese vacunado. Djokovic, además de no cumplir la ley, mintió en el formulario de entrada para así intentar acogerse a algún resquicio legal. Es decir, trató de saltarse la ley.
La gente que apela a la libertad para demostrar que con Djokovic se ha cometido un atropello está aplastando la premisa recogida en los textos fundacionales de los Estados Unidos: nadie estará por encima de la ley, todos serán iguales ante ella. ¿Dónde hay libertad en que uno, por ser famoso y millonario, pueda mentir en los formularios y saltarse la ley? ¿Qué tiene de heroico? La democracia consiste en permitir discrepar en torno a una ley, denunciar que una norma pueda ser exagerada, poco práctica o, incluso, roce la ilegalidad, pero no consiste en poner como un ejemplo de libertad a alguien que se salta las leyes.
Por otro lado, el hecho de poner en duda la utilidad de las vacunas argumentando con rarísimos efectos secundarios no aporta nada bueno al discurso público. Desde el primer momento, la OMS explicó que las vacunas no evitarían todos los contagios, sino que disminuirían sus efectos. Cuando se mira las cifras de contagios actuales y las de ingresos hospitalarios y se compara con las de hace un año, se puede comprobar la verdadera utilidad de las vacunas.
Son datos, no opiniones acerca de si los malvados estadounidenses nos engañan sobre la forma de la tierra o si con la vacuna nos insertan un microchip. Por cierto, una de las tesis de los terraplanistas es que Australia no existe, pues no entra en el mapa plano. Entonces, ¿a dónde quería entrar Djokovic?
Australia sí existe, lo ha hecho tarde, pero lo ha hecho bien. La ley es igual para todos, incluido el tenista millonario que rompe raquetas cuando pierde.
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