Esta semana contamos con la colaboración de Francis Prada, estudiante de 2º del Grado en Lengua y Literatura Españolas. En su texto, defiende la necesidad de poetas en la sociedad actual.

¿De qué hablaba Octavio Paz cuando escribió: “la poesía como la historia se hace, la poesía, como la verdad, se ve”? ¿A qué se refería Violeta Parra cuando cantó en tragedias: “miren como nos hablan de libertad cuando de ella nos privan en realidad”?, y ¿por qué  los románticos nos repetían tanto que el poeta era el único capaz de presentar la verdad a la humanidad? 

Todos estas ideas tienen algo en común, nos anuncian que el poeta reniega, el poeta contempla, pero lo más importante, el poeta vive. Pero ¿qué tipo de vida es la que el poeta experimenta? Cuando nos hablan de poetas solemos imaginar a hombres elevados en fantasías: pensamos en aquel recluso que abandona la tierra y se escapa al éter pero, al describirlo de esta manera, omitimos su verdadera labor. Nos equivocamos al olvidar que su lugar no sólo está en lo elevado, sino también entre “las masas”. Al mezclarse con ellas, el poeta llega a la verdadera vida, que se encuentra incluso más allá de la contemplación. Es por esto que el poeta elevado debe bajar y aceptar la tierra. El escritor alemán Hölderin, en su poema Como en un día de fiesta, describe al poeta como el único capaz de acercarse al fuego divino y gracias a él “los hijos de la tierra” pueden beber, sin peligro, la verdad. Ahora, siguiendo el ejemplo de Hölderlin, el poeta elevado debe convertirse él mismo en un “hijo de la tierra” y entregar el fuego a sus pares porque ¿para qué perderse en libros y pensamientos si no se utilizan para retornar a la tierra y reflexionar sobre la actualidad? “¡Bajen! ¡Bajen!, ¡Cúbranse de barro!” exclamamos a los elevados. Es hora de que los poetas entren en contacto con la masa que temen y, así, recuerden su humanidad. 

En La rebelión de las masas, Ortega menciona que la ciencia se ha especializado, y al hacerlo ha causado que el científico se recluya “en un campo de ocupación cada vez más estrecho”. Como resultado, el científico conoce mucho sobre su área, pero olvida lo que existe detrás de esta. No dejemos que lo mismo le ocurra a la cultura y que, por efecto de la especialización, los poetas olvidemos que nuestros ojos no sólo pertenecen a las estrellas, sino también a la tierra, a la humanidad, al mundo que ocurre sin pausa a nuestro alrededor y sobre el que debemos opinar. Después de todo, los poetas hemos tenido muchos disfraces a través de la historia. Hemos sido Lucano denunciando la guerra civil y Víctor Jara cantando en contra de la dictadura, nos hemos vestido de Neruda buscando la libertad de un pueblo a través de la palabra. Aun así, siempre hemos tenido un mismo objetivo: desvelar la verdad al mundo y ser los primeros en opinar.

La sociedad ha perdido a sus guías iluminados, y necesitamos recuperar a aquel intermediario que nos enseñe a admirar con belleza, pero también a opinar con dureza. María Zambrano nos recuerda que “el escritor defiende su soledad mostrando lo que en ella, y únicamente en ella, se encuentra”. Así pues, le pregunto al poeta y al literato, ¿qué es lo que has encontrado en tu soledad? ¿Por qué no nos lo cuentas? ¿Por qué no retornas a la tierra? Porque vivir es opinar, y un poeta sin vida ha olvidado su labor y humanidad.

Bibliografía

Quiroga Clérigo, M. (1998). Octavio Paz: la literatura y sus exilios. Razón Y Fé, 237(1196), 637–641. Recuperado a partir de https://revistas.comillas.edu/index.php/razonyfe/article/view/19671

Parra, V (1965). ¿Qué dirá el santo padre?. En Recordando a Chile (una chilena en París).

Ortega y Gasset. J. (1983). La rebelión de las masas. Alianza editorial. 

Zambrano, M. (1934). ¿Por qué se escribe?. La revista de Occidente. Recuperado a partir de María Zambrano: ¿Por qué se escribe? (conectorium.com)

Holderlin, F. (1977). Hölderlin, obra completa en poesía. Ediciones 29.

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