Pensar
Osasuna, su estadio y su afición:
Valores intangibles de un club centenario
Para celebrar los 100 años de Osasuna, Javier Azanza, profesor titular de
Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra,
nos recuerda la historia del Club a través de sus valores intangibles. Una mirada única
para conmemorar el primer centenario de un equipo que ha logrado ganarse los
corazones de generaciones de rojillos y rojillas.
Un joven Javier Azanza, en el centro de la imagen y con el brazo en alto, celebra un gol de Osasuna.
En Azanza, J. (2007). Fútbol y arquitectura: estadios, las nuevas catedrales del siglo XXI.
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“Ahora somos un club muy atractivo. El contexto, el ambiente del club, la forma de jugar, la ciudad, la afición... todo eso es un valor añadido para el club”.
Este certero diagnóstico de Braulio Vázquez, director deportivo del Club Atlético Osasuna, el pasado 14 de septiembre, me lleva a reflexionar sobre los “intangibles”, ese conjunto de factores que aportan un plus a un club centenario como Osasuna y que desde el instante mismo de su fundación se han ido transmitiendo de generación en generación, como si de un rico legado inmaterial se tratase. Y entre estos intangibles se encuentran su estadio y su afición, un binomio en el que radica buena parte del éxito del osasunismo en su historia centenaria.
Desde su fundación en 1920, Osasuna se convirtió en una auténtica seña de identidad para Pamplona y Navarra. A los pedregosos e irregulares campos del Ensanche y del Hipódromo, en los que disputó sus primeros encuentros, dio paso el Campo de San Juan, inaugurado en 1922. Sus sucesivas reformas transformaron su aspecto y elevaron su aforo de 4.000 a 20.000 aficionados, que sobre todo desde “La Leonera”, la grada más animosa bajo la cual se encontraban los vestuarios, convertían el recinto en una olla a presión.
El Hipódromo, uno de los primeros testigos del nacimiento de Osasuna. En Azanza, J. (2007).
Fútbol y arquitectura: estadios, las nuevas catedrales del siglo XXI.
El recuerdo de los aficionados que acudían caminando al estadio después de echar el último café o la última copa en los bares del casco viejo y escuchando a lo lejos la megafonía del campo, recuerda el periodista Jesús Riaño, es una estampa que muchos de nosotros habremos oído contar a nuestros abuelos.
La imagen de aquellos osasunistas de mediados del siglo pasado dirigiéndose a San Juan tenía algo de ritual procesional, como si de una romería civil se tratase hasta llegar al “santuario” del fútbol para disfrutar con las paradas de Eusebio “Palotes”, con el juego de Ignacio Zoco y Pedro Mari Zabalza y con los goles de Julián Vergara.
Partido entre Osasuna y el Real Madrid. En Azanza, J. (2007).
Fútbol y arquitectura: estadios, las nuevas catedrales del siglo XXI.
De San Juan a El Sadar
Pero los tiempos cambian, y con ellos el urbanismo de nuestra ciudad, de manera que llegó el momento de echar el cierre al viejo San Juan y de construir un nuevo estadio, El Sadar, que abrió sus puertas el 2 de septiembre de 1967 con la celebración de un torneo triangular entre Zaragoza, Vitória Setúbal y Osasuna.
Su arquitecto, Tomás Arrarás, gran aficionado rojillo y a quien había correspondido la última reforma de San Juan una década atrás, diseñó un proyecto que se ajustase al máximo al espíritu de un equipo y de una afición como los de Osasuna.
De ahí que concibiese un estadio cerrado de tipo inglés que mantenía en gran medida el espíritu de San Juan, con unas gradas de marcada verticalidad y muy pegadas al césped para que se dejase sentir con la mayor fuerza posible el apoyo del público.
Incluso el propio emplazamiento del campo, a las afueras de Pamplona pero no a excesiva distancia de la ciudad, permite seguir hoy en día con el ritual de la peregrinación de aficionados, algunos concentrados y en silencio, otros comentando la alineación, analizando los puntos débiles del rival o vaticinando el resultado final.
Anuncio de la inauguración del Sadar. En Azanza, J. (2007).
Fútbol y arquitectura: estadios, las nuevas catedrales del siglo XXI.
Desde entonces, El Sadar ha experimentado numerosas transformaciones para ampliar su aforo, modernizar sus estructuras y adecuarse a las normativas de seguridad: atrás quedan aquellas vallas protectoras alrededor del campo, a través de las cuales nos asomábamos los chavales que hemos doblado el medio siglo de existencia, a las que trepaba “Chiquilín” para lanzar su famoso grito de guerra, y Enrique Martín Monreal para celebrar los goles con la afición. Y la nueva Tribuna de Preferencia, testimonio de los desvelos de Fermín Ezcurra, un presidente ejemplar.
La tribuna preferencial del Sadar. En Azanza, J. (2007).
Fútbol y arquitectura: estadios, las nuevas catedrales del siglo XXI.
Pero siempre sin perder sus verdaderas señas de identidad, en esa necesaria comunión de equipo y afición merced a la proximidad de las gradas al terreno de juego que lo convierte en uno de los campos más incómodos para los equipos visitantes. “Es una visita incómoda, un campo difícil donde siempre nos han complicado las cosas”, declaraba en febrero de 2017 Zinedine Zidane, recordando su etapa primero como jugador y después como entrenador del Real Madrid.
Un estadio donde el volumen de decibelios en partidos clave es tal que lleva en volandas al jugador local y genera una presión difícil de soportar en el visitante. Un estadio donde han hincado la rodilla no solo los grandes clubes de la competición nacional, sino también algunos trasatlánticos europeos en noches inolvidables para el osasunismo.
Que se lo pregunten al Glasgow Rangers, al Stuttgart, al Girondins de Burdeos o al Bayer Leverkusen. E incluso al Hamburgo, aunque no pudo ser y el sueño de jugar la Champions se esfumó por muy poco aquella calurosa noche del 22 de agosto de 2006 que recordaremos siempre.
Cincuenta años después de su construcción, El Sadar, contemporáneo de otros estadios construidos en la década de 1960 como el Vicente Calderón (Atlético de Madrid) o el Ciudad de Valencia (Levate U. D.), ha rejuvenecido y se ha vestido con un nuevo traje para conmemorar el centenario del club. Pero esta remodelación no podía dejar de lado los valores inmateriales, los intangibles del club.
Un fortín inexpugnable
“¿Qué es Osasuna? Lucha. Orgullo. Afición. ¿Qué es ser osasunista? Emoción. Coraje. Entrega. ¿Cómo debe ser El Sadar? Temible. Atronador. Un muro para el visitante”. Así da comienzo el vídeo de presentación de Muro Rojo, proyecto ganador del concurso convocado en 2018 para la reforma del estadio, diseñado por el Estudio OFS Architects y VDR-FS Estructuras.
El proyecto ganador no puede ser más claro en su filosofía, que propone la remodelación de El Sadar “para conectar el ADN de la afición osasunista con el espíritu del club y lo que este representa. La propuesta mantiene la esencia de El Sadar, generando un estadio atronador, difícil y temible. Un estadio que potencie el acompañamiento al equipo y la presión del público sobre el rival, señas de identidad de Osasuna”. Todo ello, para acabar calificando de “verdadero fortín” el estadio surgido de la reforma.
“Fortín” ha sido el término empleado en innumerables ocasiones para definir el feudo osasunista, una de las más recientes el pasado mes de febrero por el exfutbolista y actual comentarista deportivo Álvaro Benito.
Desde la verticalidad, sonoridad y proximidad del aficionado al jugador, El Sadar tiene que generar un ambiente que contribuya a empujar cada jornada a su equipo a lograr la victoria, convirtiéndose en una fortaleza inexpugnable.
“Todo el mundo está deseando ver el nuevo Sadar con público hasta arriba. La ilusión es trabajar cada semana para poder llegar al objetivo de un Sadar lleno, con esa comunión entre equipo y afición”, valoraba Jagoba Arrasate en rueda de prensa el 18 de septiembre, en un momento en el que la pandemia de Covid-19 sigue cerrando las puertas de los estadios al público. Y no sabemos todavía cuánto tiempo pasará hasta que los aficionados podamos volver a escuchar el Thunderstruck de AC/DC en el calentamiento previo del equipo.
Escudo de Osasuna para el centenario. (2019). Fuente de la imagen.
Coincido plenamente con las palabras del entrenador rojillo. El Sadar es sinónimo de tradición, sentimiento y pasión, una suerte de segundo hogar en el que la familia osasunista se reúne y con su aliento insufla vida y sentimiento a un recinto que solo así adquiere su pleno significado y razón de ser.
Una familia osasunista que sigue fiel a su equipo después de cerrar la campaña de abonados para la temporada 20/21 con 20.465 socios, un récord histórico del club. Un hecho que ha llevado a Luis Sabalza, presidente de la entidad rojilla, a afirmar que “tenemos la mejor afición del mundo”. Y es que Osasuna nunca caminará solo.
“El Sadar: una nueva versión, el espíritu de siempre”. Patrimonio y tradición arraigada, que se transmite de generación en generación. Valores intangibles de un club centenario y con unas señas de identidad propias: el Club Atlético Osasuna. Muchísimas felicidades al club y a su afición. Ojalá muy pronto podamos disfrutar todos juntos del remodelado estadio.
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