Pensar
Cuaderno de bitácora: Los Bañales
Hace poco menos de una semana comenzó la decimocuarta campaña de excavación en el yacimiento arqueológico de Los Bañales (Aragón). Gabriel Garza Algaba, alumno del grado en Historia + Diploma en Arqueología y el grado en Filología Hispánica, nos cuenta en esta última publicación del curso 2021/2022 su experiencia personal del verano pasado. En septiembre volvemos con nuevos artículos ¡Te esperamos!
Situada a escasos kilómetros del pequeño pueblo de Layana y formando parte del municipio de Uncastillo, Los Bañales se erige como el principal enclave romano de las Cinco Villas. A pesar de ser excavado desde los años 40, ha sido gracias al trabajo del profesor Andreu cuando se ha podido establecer una duradera excavación. El verano pasado se realizó la decimotercera campaña de excavación a su mando; todas ellas de forma ininterrumpida, convirtiéndose en el arqueólogo que más ha excavado Los Bañales. A lo largo de estas campañas se han podido excavar: el foro, donde se han producido los mayores hallazgos del yacimiento, la zona artesanal, la basílica, entre otras zonas. El equipo de excavación se centra en una zona doméstica, en concreto, en el área situada alrededor de las dos columnas que, junto a las termas y al acueducto, desde su abandono, fueron los elementos más visibles del legado de Roma de esta ciudad.
Todas las mañanas, la jornada comenzaba a las 6:30 y finalizaba a las 13:00. En los Bañales teníamos un descanso a mitad de jornada; en concreto, a las 10:30. La climatología en este yacimiento suele ser poco variable, con gran predominio del calor extremo. Y, sin embargo, al contrario de lo pronosticado, la primera semana de excavación resultó ser de un penetrante frío, tanto que algunos tuvieron que ir a comprar ropa invernal. Todos los días debíamos hacer un trayecto de 15 minutos en coche para llegar al yacimiento. Este hecho ralentizaba en gran medida toda la labor arqueológica, aunque convertía todo movimiento en un espectáculo. La jornada matutina finalizaba en la comida que nos la preparaban en el restaurante del pueblo. El hecho de poder comer durante dos semanas sin tener que preocuparte por hacerla por uno mismo es un lujo. El menú se adaptó a todos los gustos y regímenes. Los veganos, por ejemplo, fueron muy bien cuidados por el cocinero del momento. Esto es un elemento que siempre me gusta destacar de cada excavación, ya que he estado en alguna en la que se les daba una dieta muy pobre, siendo realmente discriminados por su condición alimentaria.
Tras completar la comida, la jornada vespertina continuaba con el trabajo del laboratorio. En los Bañales el trabajo del laboratorio se realizaba de forma periódica. Este se resumía en limpiar y clasificar los hallazgos extraídos en cada jornada de excavación. Realmente sólo actuábamos sobre restos cerámicos, ya que para los restos óseos, metálicos y pictóricos son necesarias otras técnicas de limpieza más sofisticadas.
La excavación estaba dividida en cuatro sectores; para cada sector, había destinado un grupo de voluntarios. Durante las dos semanas de excavación, me tocó trabajar codo con codo con el grupo de arqueólogos de la excavación. Durante la primera semana nos tocó encontrar, mediante pequeños sondeos [catas de 1 metro x 1 metro], y excavar la muralla administrativa que delimitaba la ciudad. En mi grupo estaba la excavadora, máquina que solía patrullar por todo el yacimiento, quitando el máximo trabajo posible. Gracias a ella, pudimos extraer más de diez metros de muralla con gran rapidez. No obstante, la tarea no fue nada fácil, ya que estuvimos inmersos en una zanja de más de un metro. Una vez que la máquina extraía el máximo de tierra posible, nosotros sacábamos la restante para dejar limpios los sillares. Una vez excavada la totalidad de la muralla, procedimos a realizar varios sondeos a unos 30-40 metros perpendicularmente al último sillar hallado. Lamentablemente no tuvimos suerte y no encontramos la continuación de la muralla.
He tenido la gran suerte de poder excavar por tercer año consecutivo en este yacimiento y una vez más puedo certificar que lo mejor que tiene este yacimiento son dos cosas. La primera es el hecho de vivir todos los días al límite. Año tras año, Los Bañales me siguen mostrando que es un sitio donde siempre ocurren cosas. Arqueológicamente, este yacimiento te da la bienvenida con todo lo que te puedas imaginar: desde unas monedas, un amuleto o una campanilla… Mientras que culturalmente, la excavación siempre te da bonitas sorpresas. El pasear para descubrir los enigmas de aquellos pequeños pueblos, o todas las imponentes excursiones que el profesor Andreu siempre tiene preparadas. Excursiones que, aunque no sean obligatorias, para uno mismo siempre lo son porque si no sabes que te perderás cosas muy interesantes; como el ir a Huesca, a Trasmoz ,el único pueblo excomulgado y maldito en España, o por su parte visitar Borja y a su Ecce Homo… Por si fuera poco, a todo esto, hay que añadir todas las excursiones nocturnas que realizamos, las cuales dotaban de gran anécdota la experiencia de excavación. El segundo de los aspectos son las personas. Posiblemente sea la intensidad, o el cansancio, pero lo que está claro es que todos los años me llevo a un grandísimo grupo de personas. Una experiencia inolvidable.
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