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Esta semana contamos con la colaboración de Sonia Pérez Aranguren, estudiante de cuarto curso del Grado en Historia que, como resultado de encontrarse cursando la asignatura de Historiografía, impartida por el profesor Francisco Caspistegui, comparte con nosotros una breve reflexión acerca de lo que supone la figura del historiador en la sociedad actual.


El historiador con complejos y el complejo de historiador


En múltiples ocasiones, quizá más de las que le gustaría, el ser humano se enfrenta a situaciones que le exigen reflexionar acerca de lo que su especie fue, es y desearía ser. Tanto el paso del tiempo como los cambios van ligados a la condición humana y son, por tanto, fruto de consecuencias positivas y negativas que quedan reflejadas en su historia.

Marc Bloch en su obra Apología para la historia: o el oficio de historiador pone fin a la Introducción con la siguiente cita textual:

A causa de esta laguna de mi primera formación, probablemente este ensayo perderá mucho, lo mismo en precisión de lenguaje que en amplitud de horizonte. No puedo presentarlo sino como lo que es: el compendio de un artesano a quien siempre le ha gustado meditar sobre su tarea cotidiana, la libreta de un obrero que por muchos años ha manejado la toesa y el nivel, sin por ello creerse matemático. (Bloch, 1996, p. 52)

Tras la presente cita y retomando la idea que la precede, nos aventuramos a señalar que en torno a la historia podrían existir dos tipos de perfiles de persona.

En primer lugar, el obrero al que hace mención Bloch es una figura que, de manera general, podría representar a quienes conforman la comunidad científica de historiadores. En segundo lugar, nos encontramos con el obrero que ha finalizado su formación recientemente o que no tiene tanta experiencia como el primero y que se cree ya “matemático”; cabe destacar que Bloch no menciona a este último en ningún momento, su figura nos lleva a pensar que este representa a aquellos hombres que consideran que su saber es absoluto y superior al de otros.

A través de esta simple comparación se consigue representar a historiadores como el obrero de Marc Bloch, así como a personas que se han dedicado o se dedican a otras disciplinas. Gracias a que la historia se encuentra al alcance de toda la sociedad estos individuos consideran que la conocen en su totalidad y defienden aquello que entienden como veraz. Lamentablemente, los hombres de esta obra tienen aquello que entendemos como “complejo de historiador”, en el sentido de que no son conscientes del mal uso que hacen de la disciplina y del maltrato hacia la misma, esa que tanto les aporta y que tanto creen respetar.

Además, en consonancia con la reflexión inicial podemos entender que cuanto más conocedor se es de la disciplina más consciencia se posee de lo limitado que es el propio conocimiento en comparación con la inmensidad de la historia. Asimismo, se llega a comprender la tendencia del ser humano ignorante, que se contempla a sí mismo como el gran conocedor universal y el único poseedor de la razón y la verdad. Por el contrario, la dedicación y los años de estudio permiten ampliar los conocimientos y comenzar a dudar acerca de sus saberes y de sus investigaciones o lo relacionado con ellas. El autor de esta obra hace alusión a la idea que planteamos: “Pero la historia no es como la relojería, ni como la ebanistería. Es un esfuerzo encaminado a conocer menor: por consiguiente, algo en movimiento. Limitarse a describir una ciencia tal como se hace, siempre será traicionarla un poco.” (Bloch, 1996, p.47)

Centrándonos ahora en el historiador con complejos, entendemos que este es en realidad el que deja que la historia sea ella sin coartarla, manipularla, ni maltratarla; es decir, este perfil de historiador se encaminará hacia la búsqueda de la verdad y la consulta de fuentes y archivos que ella misma ofrece. Este individuo se reconoce como un mero intérprete y transmisor de la disciplina y se puede observar que es en esta forma de entender los hechos donde radica la verdadera vocación del historiador que menciona Bloch en su obra. No se trata de encasillar la historia y así transmitirla, sino de tener en cuenta todas las historias    –en la medida de lo posible–, para poder abarcar y dar respuesta a un gran conjunto de incógnitas del presente a través del pasado y estudiar la evolución del ser humano en contacto con su entorno. Este complicado ejercicio es defendido tanto por Bloch como por su sucesor en la dirección de los Annales, Fernand Braudel.


En conclusión, por medio de esta historia de obreros entendemos la importancia que tiene nuestra actitud ante lo que aprendemos o entendemos. Podemos elegir ser aquel obrero que escucha y está en continua formación sobre la historia o, por el contrario, aquel con “complejo de historiador” que pretende acaparar la atención de la sociedad y que desprestigia al historiador que trabaja para colocar a la disciplina en el lugar que se merece. Una elección adecuada permitirá colocar a esta disciplina al mismo nivel que otras ciencias, tan válidas e importantes como ella. El saber escaso de conocimiento no es una virtud, sino en contraposición, se trata de un completo despropósito.

Marc Bloch, Apología para la historia: o el oficio de historiador, México, FCE, 1996, pp. 41-52.


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