«No se nace mujer: se llega a serlo». Esta semana contamos con la colaboración de Jimena Salinas, estudiante de 1º del Grado en Filosofía. En este artículo reflexiona sobre la historia del segundo sexo y cómo hacer que trascienda.
En los recovecos temporales, donde la opresión se entrelaza con la anhelada emancipación, emerge El segundo sexo, una de las travesías intelectuales forjadas en las páginas de Simone de Beauvoir. Un rincón de la existencia femenina donde la inmanencia impone sus cadenas, imposibilitando trascender. En el que la narrativa de De Beauvoir se convierte en una resonancia de libertad frente a un mundo opresor esculpido por la construcción social y cultural de la identidad. Un tallado en el que la ventaja no yace en lo que conlleva llegar a ser mujer. Porque «no se nace mujer: se llega a serlo», teniendo en cuenta que, desde temprana edad, esta es moldeada por una estructura patriarcal que subyace a la sociedad y establece su identidad, dándole paso a construirse como una alteridad.
En ese sentido, De Beauvoir cuestiona y desafía el ser mujer; desentraña la esencia de esta identidad femenina desde una mirada existencialista, entendiendo al ser humano no como una esencia fija, sino como un proyecto que se construye desde una visión aplicable al género. Lo que insta a la cuestión: ¿qué es ser mujer?
En primera instancia, se entiende que lo que se conoce por mujer es una cuestión que se sigue redefiniendo. Porque el ser mujer no son sus cualidades biológicas o genéticas, son todas las conductas y roles que se le han ido asignando, enseñando e imponiendo a lo largo de su vida. Desafiando, así, la noción de una esencia femenina inherente.
Asimismo, es importante mencionar cómo, a lo largo de la historia, la mujer ha sido entendida como la otra, mientras el hombre ha sido reconocido como el sujeto absoluto, como una especie de sujeto universal, como el ser humano por definición; incluso al evocar a un ser humano como abstracción se piensa en una figura masculina como lo neutral, sin alguna determinación de género. De hecho, a quien se le especifica y designa un género es a la mujer, lo que ya le supone un cierto grado de inferioridad y dominación.
Por otra parte, cabe destacar que la dicotomía entre inmanencia y trascendencia emerge como un hilo conductor clave en la obra de De Beauvoir, pues se explora cómo la sociedad y la cultura imponen roles predefinidos que relegan a las mujeres a vivir en la inmanencia, quedando, muchas veces, limitadas a la reproducción de las condiciones de existencia de la familia, que históricamente les ha impedido individualizarse. Pues, a lo largo de todas las etapas de la vida, se educa a las mujeres en la subordinación, enfrentando la percepción de su situación biológica como una desventaja y limitando su capacidad para realizar la trascendencia, es decir, para alcanzar su pleno potencial como seres humanos libres; viviendo, en cambio, con una perspectiva de pasividad que ha sido parte de su enseñanza. Y precisamente, en esta construcción de la mujer, la libertad y el control sobre su propia vida le son vedados, lo que la constriñe a estas estructuras sociales.
En adición, la crítica al patriarcado se vuelve esencial en esta obra al ser una política sexual, identificándose como el sistema fundamental que perpetúa la opresión femenina. Se convierte en un sistema que crea el producto denominado como mujer y que será el que le facilite la vida. Tomando en cuenta, a su vez, una falsa conciencia surgida de este patriarcado, que lleva a las mujeres a internalizar y aceptar como natural su posición de inferioridad social.
En concreto, De Beauvoir analiza cómo la situación de las mujeres coacciona su libertad. Y es que El segundo sexo no solo se posiciona como una obra que va más allá de las reivindicaciones primordiales del feminismo: se erige como un testimonio contundente de la construcción cultural de la identidad femenina, buscando definir sin verse oprimida por las imposiciones sociales del sistema patriarcal. No solo se aboga por cambiar el papel de la mujer, sino también por transformar la sociedad en su conjunto. Buscando la emancipación tanto de las mujeres como de los hombres, desafiando el deconstruir las nociones predefinidas de género y abogando por una sociedad en la que la identidad femenina y masculina no estén determinadas por estereotipos, sino por la libertad individual y la igualdad de género.
Porque no se es menos mujer por la forma de vestir, por estudiar, por trabajar, o por querer, o no, formar una familia. Su valía no se mide en conformidad con roles preestablecidos, sino en la libertad de forjar su propio destino como acto de resistencia contra las definiciones reduccionistas que la han encasillado. Para, al desafiar las limitaciones impuestas, poder escribir nuestras propias historias y ser arquitectas de un futuro en el que la inmanencia no sea lo predeterminado y la trascendencia deje de ser un anhelo para convertirse en una realidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Beauvoir, Simone (1949)1998. El Segundo Sexo. Madrid. Cátedra.
García, Á. (2013). El pensamiento feminista de Simone de Beauvoir en El segundo sexo [Universidad Jaume I].
El segundo sexo de Simone de Beauvoir. (2011). Internauta Sin Pauta.
Roman, A. (2023). ¿El NACIMIENTO de la TEORÍA FEMINISTA? El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir.
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