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¿Verdadero o falso? Los peores errores en películas históricas
Después de su último artículo, «¿Verdadero o falso? Los peores errores en series históricas», escrito junto a Javier Martinez, vuelve nuestro alumno Gabriel Garza, del grado de Historia + Diploma en Arqueología y coautor del proyecto @morrior_invictus. En esta ocasión, nos trae otra crítica en la que desvela los peores errores en tres películas históricas popularmente conocidas.
Son muchas las películas que se jactan de tener una gran calidad histórica y que gozan de un enorme éxito en taquilla. El presente artículo no tiene el objetivo de juzgar cuestiones cinematográficas, ya sea el trabajo de los directores, de los productores o de los guionistas. Por lo tanto, las siguientes líneas quedan lejos de ser una crítica de cine.
No obstante, como futuro historiador, me siento en la obligación de poner de manifiesto las atrocidades históricas cometidas en las películas desde un punto de vista estrictamente académico. Para ello, tomaré como ejemplo tres películas, señalando los errores históricos que hacen estremecer a tantos entendidos en la materia.
Hay que destacar que, al igual que las series, muchas de las películas cuentan con más de un historiador que les asesore en la materia tratada. Lamentablemente, son muy pocas las veces en las que tanto el historiador como el director trabajan con el objetivo de producir una película basada en fuentes confiables. Por su parte, los productores se escudan en que la culpa la tienen los mismos acontecimientos, que son muy aburridos o en que los personajes son demasiado planos… de allí el gusto por sazonar en exceso las personalidades de los protagonistas.
Sin embargo, la ficción jamás podrá superar a la historia. Por lo tanto, una buena película histórica que sea fiel a los acontecimientos siempre será mejor que una película híbrida (ni histórica ni ficticia).
300: un error de suma
La primera película que me gustaría destacar es 300, dirigida por Zack Snyder. Esta es una adaptación del comic de Frank Miller sobre la famosa batalla de las Termópilas, acontecida en el año 480 a. C. En el contexto de la Segunda Guerra Médica, Jerjes, el rey de Persia, se enfrentó a las diferentes polis en su esfuerzo por conquistar Grecia. Ante la llegada del nutrido ejército persa, el rey espartano Leonidas se lanzó con 300 espartiatas (hay que diferenciarlos de los ilotas, simples esclavos) al estrecho de las Termópilas para detener a los persas.
El primer error es el afán de resumir toda la batalla al protagonismo de los 300 espartanos, una idea muy difundida en el imaginario popular. La evidencia de las fuentes sugiere que, como mínimo, participaron 7.000 griegos en la contienda (unas fuentes hablan de algunas más, y otras de algunas menos), entre los que hay que destacar a los 300 espartiatas, los 400 tebanos, los 400 corintios y los 700 tespios (estos últimos son los grandes desconocidos).
El segundo error radica en la absoluta improvisación a la hora de representar a los personajes históricos. Por ejemplo, en la película se representa a Leónidas como un hombre joven y enérgico, cuando en realidad este legendario rey de Esparta debió tener más de 60 años, es decir, un venerable anciano con ya escasas habilidades bélicas.
Efialtes, otro de los personajes más relevantes de la trama, se nos presenta como un espartano con un cuerpo deforme que, enfadado por la negativa de Leónidas para tomar parte de la batalla, se venga traicionándolos. No obstante, Efialtes fue un pastor perteneciente a la tribu de los Malieos, que decidió traicionar a los griegos a cambio de una recompensa prometida por los persas.
Gran parte de las vestimentas de la película están muy mal planteadas. Por ejemplo, los extravagantes y exóticos atuendos de Jerjes no concuerdan en absoluto con los atuendos que solía utilizar la élite persa en el siglo V a.C. También, los trajes militares del famoso cuerpo militar persa, conocido como los “inmortales”, están claramente distorsionados. Estos detalles, entre otros muchos, desvelan el deformado contexto de la película, que en ningún caso podría calificarse como histórica.
El último gran error, que seguramente ha hecho llorar a más de un historiador, ocurre en una conversación entre las tropas griegas. En el guion de la película se le atribuye a Leónidas la frase de “Mejor, así lucharemos en la sombra”, cuando, en realidad, el que la dijo fue un espartiata llamado Dienekes. Ya sea por ignorancia o por un acto premeditado para edulcorar la trama, este tipo de errores de guion sugieren una completa falta de rigor histórico.
El gladiador de nunca existió
La siguiente película que me gustaría mencionar es Gladiator. Me imagino que todos los lectores de este artículo la habrán visto. Es una película dirigida por Ridley Scott, situada cronológicamente durante el reinado del emperador Marco Aurelio y de su hijo Cómodo (siglo II d.C). En este contexto se sitúa la historia de un general hispano, Máximo Décimo Meridio que tiene el favor de Marco Aurelio. Por ello, Cómodo, que aspiraba al trono, trata de asesinar a Máximo.
Este filme tiene varios errores de gran importancia. En el comienzo se nos muestra la batalla de Vindobona, un conflicto que nunca sucedió. En ella se puede observar la utilización de armas de asedio por los romanos contra las tribus germánicas en campo abierto. Esto solo se puede catalogar de ingenuidad, ya que este tipo de armamento bélico únicamente estaba diseñado para usarse contra ciudades fortificadas.
Otro gran error es sugerir que el asesino de Marco Aurelio fue su propio hijo. En la película, Cómodo asesina a su padre con una almohada mientras la escena dramatizada es observada por las estatuas de los antiguos emperadores. No obstante, esto es completamente falso ya que, en verdad, este murió por viruela (aunque otras fuentes afirman que su muerte fue causada por ingerir una manzana en mal estado).
La descripción que hacen de Cómodo es la de un emperador déspota y decadente. En la actualidad, algunos historiadores sugieren que visión estaba cargada de muchos mitos acerca de su desmedido comportamiento. Es decir, ni los emperadores buenos lo fueron tanto, ni los malos tampoco fueron tan malos. Hay que tener en cuenta todas las intrigas políticas, y sobre todo, la tan común difamación de las élites romanas.
Tampoco es verdad que el último emperador de la dinastía Antonina murió en un vulgar combate de gladiadores frente a vista y paciencia del pueblo de Roma. Las fuentes de la época apuntan a que Cómodo fue traicionado y estrangulado por Narciso (su entrenador personal) como parte de una conjura palaciega.
Esto trae a colación el tema de los espectáculos en la época del Imperio. Cuando uno piensa en las luchas de los gladiadores, viene a la mente una escena grotesca repleta de sangre y muerte. No obstante, esta sería una visión muy mediocre y limitada de los juegos públicos romanos. En general, el derrotado no era asesinado, más que nada por sentido común ¿Para qué un lanistae (señor que compraba, mantenía y formaba en el arte del combate a los gladiadores) se iba a gastar una fortuna en comprar y entrenar a futuros gladiadores, si a la primera oportunidad los iban a matar? En realidad las luchas de gladiadores eran un deporte, algo más parecido a un show que a un combate a muerte.
Wallace: más allá de la ficción
La última película que me gustaría destacar es Braveheart, una película basada en la historia del héroe escocés William Wallace, que participó en la primera guerra de independencia de Escocia en el siglo XIII. En ella, al comienzo se nos muestra una Escocia que lleva muchos años ocupada por el yugo inglés, aunque esto no es del todo cierto. Es más, los mismos escoceses pidieron ayuda a Eduardo I de Inglaterra (el “malo” de la película) para que eligiera quién de los candidatos debía ser rey de Escocia. Este se posicionó con Juan de Balliol, que luego le traicionaría con los franceses. Por ello, posteriormente Eduardo invadiría Escocia.
Además, el protagonista está muy mal retratado, ya que, al principio, está representado como un niño pobre, hijo de campesinos que apenas tiene que comer. No obstante, las fuentes indican que William Wallace fue hijo de un noble, por lo que no sufrió ninguna de las penurias que se muestran en el filme. Su retrato psicológico también está adulterado, ya que aparece como un personaje de moral intachable, un personaje que lo único que quiere es vivir como un campesino humilde. Sin embargo, las fuentes que apuntan a que Wallace no era tan bueno como lo retratan en la película. Incluso, se sospecha que combatió en Gales como mercenario de los ingleses
El último gran error que me gustaría destacar tiene lugar en la escena de la batalla del puente de Stirling, la cual está muy mal recreada. En este acontecimiento histórico, el puente fue clave en el éxito escocés, por su importancia estratégica. Tras cruzar la caballería inglesa el puente, esta fue detenida por las largas lanzas escocesas. Tras detenerla, los escoceses empujaron a la caballería de vuelta al puente, logrando hacer un embudo. De esta forma, consiguieron resistir la posición con gran facilidad. Debido al peso que estaba soportando la estructura, el puente cedió, cayendo al río gran parte de las tropas inglesas.
Una breve reflexión
Últimamente, la Historia se ha convertido en objeto de una peligrosa relativización, como si los acontecimientos fuesen algo que dependen de la interpretación de cada individuo (en este caso, directores y guionistas). Esto podría traer como consecuencia un futuro en el cual esta disciplina pierda todo su valor científico o que, aún peor, se convierta en una máquina de entretenimiento.
A través de este artículo he querido demostrar que cualquier película, por más taquillera o atractiva que sea, puede tener graves errores históricos. Con esto no quiero menospreciar las películas, ni mucho menos. Tanto Gladiator como Braveheart son consideradas como dos de las mejores películas en la historia del cine, y esto es acertado ya que son unas producciones espectaculares. No obstante, hay películas como 300, que se llevan por delante todo tipo de rigor histórico y que son verdaderas atrocidades para cualquier entendido en la materia.
Mi objetivo ha sido advertir y exigir al espectador un espíritu crítico; es decir, que no se crea todo lo que ve sin preguntarse si la representación de los hechos es verdadera o falsa. Como hemos visto, películas como Gladiator o Braveheart son grandes hitos en la historia del cine y, aun así, siguen teniendo algún que otro fallo histórico. Ver una película histórica no debe limitarse al hecho de verla como objeto de entretenimiento, sino que también se debería contrastar la información con las fuentes para disfrutar de su valor como material de difusión histórica.
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