¡Procrastinador! Esta palabra que en grafía y tono diseñaron como insulto. 

Como resultado de los traumáticos exámenes de mayo, Carlos Poole de Donesteve, estudiante de 3º del grado de Filosofía, Política y Economía (PPE), comparte con nosotros una breve reflexión sobre la procrastinación. Esa palabra que nos acecha a todos… en el piti de descanso, en la puerta de la biblioteca, en las sábanas de plomo. Pero ¿y si te dijéramos que se puede procrastinar de manera productiva? ¿Nos creerías?

La procrastinación, esa maldita palabra que nos persigue a todos, estudiantes y no estudiantes por igual. ¿A quién no le ha pasado que en lugar de estudiar para ese examen del día siguiente, prefiere sumergirse en las profundidades de Twitter, Instagram o TikTok, perdiéndose en un mar de memes y reels que parecen no tener fin? Y cuando te das cuenta de que el tiempo ha pasado sin que hayas hecho nada, en la inconsciencia más pura, y en la amoralidad más perfecta. Esa “responsabilidad” que acechaba omnipresente salta de improviso y deja su marca peculiar, el remordimiento. Querido procrastinador, ¿y si te dijera que hay una forma de sortear el remordimiento? ¿De procrastinar de manera productiva? Has leído bien, ¡procrastinar de manera productiva!

La idea es simple: en lugar de perder el tiempo en actividades inútiles, se puede hacer algo que permita descansar y que a la vez reporte un beneficio a largo plazo. En resumen, es una actividad doblemente positiva.

Imagina que estás estudiando para ese examen crucial, pero no puedes concentrarte más de diez minutos sin que tu mente se desvíe hacia otros temas. En lugar de seguir dando vueltas, puedes hacer algo que te ayude a despejarte, como hacer la compra de la semana, pasear al perro, o hacer un rato de deporte. De esta manera, no sólo descansas y recargas energías sino que también adelantas tareas que son irremplazables.

Otro ejemplo común es el inabarcable Trabajo de Fin de Grado o más cercano, los ensayos para un examen final. Después de horas leyendo artículos y tomando notas, llega un punto en el que tus neuronas necesitan un descanso. En lugar de perder el tiempo en Netflix o mirando por enésima vez las historias de Instagram, puedes hacer algo que te ayude con tu trabajo. Tal vez leer una novela amena sobre un tema relacionado con la asignatura que estás estudiando, comentar el trabajo con un amigo, o ver un documental sobre el contexto del trabajo. De esta manera, no solo estarás descansando la cabeza, sino que también estarás alimentando la creatividad y dándole otro enfoque.

Ahora bien, no hay que confundirse; procrastinar de manera productiva no significa que puedas estar todo el día haciendo actividades que no tienen nada que ver con tus estudios. Tarde o temprano, tendrás que sentarte y hacer el trabajo duro. Pero la procrastinación productiva puede ser esa herramienta útil que te permita aligerar el trabajo, ese descanso mental merecido, y, a la vez, esa fuente de satisfacción por hacer algo provechoso.

En definitiva, la solución para el procrastinador no está en el estoicismo de rechazar el descanso y obligarse a estudiar. Ni tampoco en la negligencia de dar esquinazo a la responsabilidad cada vez que se asome. Se trata de considerar el retrato del estudiante en toda su amplitud y abordar las responsabilidades con todos los recursos incluyendo un descanso provechoso y merecido. Esta puede ser una solución práctica y efectiva para todos aquellos que necesitan un respiro mental pero no quieren sentir el peso del remordimiento.

Entonces, ¿se puede estudiar y descansar a la vez? Definitivamente. Solo tienes que encontrar las actividades adecuadas que te permitan hacer ambas cosas. Así que, querido procrastinador, todavía hay esperanza, ya puedes romper las viejas tablas “a buen procrastinador pocas horas bastan” por las nuevas “para el procrastinador productivo el tiempo es más que oro, descanso.”

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