5 de octubre
Tras las huellas de Ignacio: la basílica
Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Cualquier persona que se sitúa frente a la basílica de San Ignacio de Pamplona puede evocar los importantes cambios que se han producido en el edificio y en esa parte ciudad, a lo largo de los últimos cinco siglos, en relación con la memoria y conciencia histórica del fundador de los jesuitas en la capital navarra.
El propio lugar recuerda el sitio donde cayó herido el santo con bastante precisión, junto al castillo. También alude a la ubicación de la primera memoria, en forma de arco de triunfo, erigida nada más comenzar el siglo XVII, en unos momentos de transformación de aquel paraje, con la construcción del convento de San José de las Carmelitas Descalzas y de “construcción” del proceso que llevaría a los altares al de Loyola. La segunda mitad de aquel siglo XVII nos presenta el testigo de la arquitectura de la actual basílica, erigida a instancias de don Diego de Benavides, conde de Santesteban, virrey de Navarra entre 1653 y 1661, de donde pasó a Perú con el mismo cargo. En este último virreinato contactó con algunos jesuitas navarros que juntaron donativos que se remitieron para la realización de un monumento al santo, en recuerdo de su herida en la defensa del castillo de Pamplona.
Sin entrar en el edificio y abierto el cancel, nos percatamos de que en la primera mitad del siglo XVIII, momento del triunfo de la decoración, el conjunto sufrió una transformación, vistiéndose su arquitectura de ricas yeserías y un retablo a la moda. El testimonio del dominio del ornato queda de manifiesto así mismo en el gran blasón central de la fachada. En este último también se patentiza la salida de los jesuitas y su expulsión y supresión, al haber sido afeitado el motivo central que contenía el IHS, emblema del instituto.
Las huellas del siglo XIX quedan patentes en el edificio del palacio de Diputación y las del XX en la mutilación del conjunto: en 1927 para el alineamiento recto de la avenida de San Ignacio, a costa de gran parte del edificio; la ampliación de Diputación con el bloque de oficinas en 1965 junto a la basílica, que hace que esta última pase casi desapercibida; y finalmente el monumento a san Ignacio (1950 y sustituido en 2005), situado en sus inmediaciones, como último testigo de la caída del santo.
Pese a todo, una visita al edificio presenta un sobresaliente interés, ya que hoy en día es el único conjunto con gran parte de su exorno de la Compañía de Jesús en Pamplona, destacando los lienzos de pintura llegados desde Roma en diferentes momentos del siglo XVIII. En último extremo es una expresión del nivel cultural, artístico y religioso que los jesuitas alcanzaron a lo largo de los siglos XVII y XVIII, en un contexto general y en el particular de la capital navarra.
La visita virtual que se puede encontrar en la página web de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro constituye el mejor apoyo para el resumen de la conferencia impartida. Puede verse en el siguiente enlace.