EL BARROCO EN NAVARRA. EL PLACER DE SENTIR Y EL GOZO DE CELEBRAR
16 de septiembre de 2015
"Plegaria de ladrillo y sillar". Arquitectura religiosa en el Barroco navarro
D. José Javier Azanza López. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Una sesión dedicada a la arquitectura barroca religiosa en Navarra puede abordarse desde diversas perspectivas: tipologías, proceso constructivo, promoción y mecenazgo, aspectos profesionales y cultura artística de los maestros, e incluso su revalorización patrimonial en las últimas décadas merced a proyectos como el Catálogo Monumental de Navarra. Pero nos vamos a detener en esta ocasión en los mecanismos que transforman un edificio de piedra o ladrillo en un espacio de finalidad persuasiva, encaminado a mover a la oración de los fieles.
El emplazamiento es uno de estos recursos. Como significa Rudolf Wittkower, “el Barroco fue aficionado a los santuarios enclavados en alto que, como símbolos visibles, dominaban el paisaje y sugerían la inmensidad de la naturaleza controlada por los hombres al servicio de Dios”. Estas palabras pueden aplicarse a diversas ermitas y santuarios navarros, caso del Yugo de Arguedas, Romero de Cascante o San Gregorio Ostiense de Sorlada; este último, elevado sobre el alto de Peñalba desde el que domina una amplísima panorámica, rivaliza con las formas del relieve y actúa como faro espiritual sobre las tierras que lo circundan, emplazadas en el límite fronterizo entre Navarra, Álava y La Rioja.
La mayoría de los edificios del Barroco navarro adopta planta de cruz latina, disposición favorecida por razones de carácter arquitectónico, litúrgico y también simbólico, por cuanto representa “aquel madero del cual estuvo pendiente nuestra salvación eterna”, significa Palladio (Los cuatro libros de la arquitectura, 1570), idea que corrobora fray Lorenzo de San Nicolás (Arte y Uso de Arquitectura, 1633). En una fecha tan temprana como 1608 y a propósito de la parroquia de San Juan Bautista de Arizkun, el veedor eclesiástico Francisco Palear Fratín, buen conocedor de la teoría artística de su época, recomendaba la cruz latina con crucero saliente en detrimento de la iglesia de nave única porque “la que no tiene colaterales no parece iglesia”. Encontramos no obstante excepciones que obedecen igualmente a un marcado simbolismo, como se comprueba en la basílica del Patrocinio de Milagro, con traza de Pedro de Aguirre en 1699 que muestra planta elíptica inscrita en un octógono irregular al que se abren cuatro capillas en sus frentes principales, combinando espacio centralizado y esquema cruciforme. Posiblemente Pedro de Aguirre se encontraba al corriente de las ideas de Federico Zuccaro, quien atribuye a la planta ovalada un claro simbolismo mariano; partiendo de la existencia de una arquitectura “mariano-mórfica” para los espacios elípticos de devoción a la Virgen, teoría que defienden autores como Marcelo Fagiolo y Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, la basílica milagresa sitúa a la arquitectura barroca navarra a la altura de los centros más vanguardistas de la península.
Planta de la basílica de Nuestra Señora del Patrocinio de Milagro
Pedro de Aguirre, 1699
Ya al interior, luz y decoración son elementos claves en la finalidad persuasiva de la arquitectura barroca. En la cultura del Barroco la luz es un elemento dotado de un profundo significado, por cuanto se concibe como una forma de alabar a Cristo o a la Virgen, a quienes los sermones de la época identifican con la luz; y, a su vez, crea sorprendentes contrastes lumínicos que dan lugar a espacios cargados de intenso simbolismo. Aspecto relacionado con la luz es el espejo, al que se puede considerar como un instrumento propio del mundo barroco, por cuanto multiplica las formas arquitectónicas y decorativas, crea nuevas perspectivas y efectos espaciales, incrementa la luminosidad y transmite una sensación de irrealidad; además, es portador de una simbología, ya que alude a uno de los emblemas de la letanía mariana. El espejo encuentra su ámbito idóneo en las sacristías, como comprobamos en la catedral de Pamplona y en las parroquias de San Cernin de Pamplona y Santa María de Viana.
La decoración nos conduce a un primer debate, que plantea una disyuntiva casi en términos contemporáneos de figuración y abstracción: ¿qué tipo de decoración mueve con mayor fuerza a la oración: la geométrica, característica de la arquitectura conventual de los dos primeros tercios del siglo XVII, o la naturalista, que se desarrolla con profusión en el resto de tipologías a partir del último tercio de la centuria? Esta última conforma una auténtica “máscara de la arquitectura” (Hubert Damish, 1960) o “piel de la arquitectura” (Alfredo Morales, 2010) que debe entenderse como ingrediente imprescindible para la auténtica comprensión del edificio. Razones no sólo artísticas, sino también sociológicas y religiosas, parecen justificar semejante elección estética.
Tal y como han puesto de relieve Concepción García Gainza y Jesús Rivas Carmona, las yeserías del barroco navarro dan lugar a conjuntos que merecen figurar junto a los más representativos del barroco hispano. El área tudelana constituye el ámbito por excelencia de los grandes programas decorativos del momento, si bien no podemos obviar otros ejemplos de Pamplona y Tierra Estella en los que el ornato transforma los interiores en auténticos “teatros litúrgicos”, creando en los fieles una sensación de sorpresa que estimula su devoción y los aproxima por medio de lo sensorial a los grandes misterios de la fe. Auténticos “teatros a lo divino” son, por ejemplo, las parroquias de San Miguel de Corella, en la que San Miguel y sus huestes arcangélicas abaten al demonio, el cual se precipita al abismo en pronunciado escorzo que aúna los planos terrenal y celestial; y de Santa María de Los Arcos, donde las estructuras arquitectónicas quedan enmascaradas por una profusa decoración de yeserías y pinturas que, junto al conjunto de retablos, conforman uno de los interiores más sorprendentes del Barroco navarro.
Bóvedas de la parroquia de San Miguel de Corella
Interior de la parroquia de Santa María de Los Arcos.
Especial atención merecen dentro del capítulo ornamental las denominadas “arquitecturas de finalidad persuasiva”; como afirma Rupert Martin, los espacios-escenario, tales como camarines, sagrarios, relicarios, capillas y transparentes, constituyen “espectáculos deslumbrantes calculados para exaltar las pasiones religiosas del fiel a nuevas cimas de fervor y entusiasmo”. Podrían citarse en este apartado multitud de ejemplos, entre los que destacan las capillas de Santa Ana y del Espíritu Santo de la catedral de Tudela, así como los camarines, tipología estudiada por Ricardo Fernández Gracia en la que luz y decoración crean un espacio mágico, casi supraterrenal, a modo de “pequeño cofre de maravillas” en el que se custodia la imagen sagrada. Así lo certifican, entre otros, los camarines de la Purísima (Cintruénigo), Yugo (Arguedas), Esperanza (Valtierra), Soto (Caparroso), Romero (Cascante) y San Gregorio Ostiense (Sorlada).
PROGRAMA
Martes, 15 de septiembre
El Barroco, ¿Una invención del siglo XX?
D. Javier Portús Pérez. Museo Nacional del Prado
¿Existe el Barroco en Navarra?
D. Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Miércoles, 16 de septiembre
"Plegaria de ladrillo y sillar". Arquitectura religiosa en el Barroco navarro
D. José Javier Azanza López. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
La construcción de una imagen de poder: urbanismo, casas y palacios
Dña. Pilar Andueza Unanua. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Jueves, 17 de septiembre
De escoplo, martillo y pincel. Las artes visuales al servicio de la Iglesia y del poder
D. Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Joyas y plata. Adorno y función
Mª Concepción García Gainza. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Presentación del libro Alonso Cano y el Crucificado de Lekaroz
Mª Concepción García Gainza. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro