Te puede interesar:
Diseño Inteligente: ¿nuevo desafío a Darwin?
Autor: Santiago Collado González
Publicado en: Revista Alfa y Omega nº 480, de 5-I-2006, p. 7
Fecha de publicación: 2006
El Intelligent Design (ID) es un movimiento que nace al principio de los años 90. Su líder a lo largo de esa década fue Phillip E. Johnson, prestigioso abogado y profesor de derecho en la Universidad de Berkeley. En uno de sus libros, titulado Darwin on Trial y publicado en 1991, hace una dura crítica al Darwinismo acusándolo de no ser una teoría científica sino una filosofía. Johnson sostiene la necesidad de enfrentarse a una cultura científica dominada por una ideología materialista de la que es cumplida expresión el darwinismo. El Intelligent Design está llamado a ser, según Johnson, la cuña con la que se romperá su hegemonía. El ID recibió su impulso más importante en los años siguientes gracias al trabajo del mismo Johnson y de varios científicos y filósofos entre los que destacamos a Michael Behe y William Dembski. El primero, bioquímico, escribió en 1996 un libro titulado Darwin's black box que se convirtió ese mismo año en unbest seller.
"La caja negra de Darwin" contiene una de las ideas centrales defendidas por los promotores del movimiento: existen en el mundo natural estructuras a las que la Naturaleza no ha podido llegar a través de cambios graduales, tal como afirma el darwinismo o el neodarwinismo. Las funciones que realizan dichas estructuras exigen necesariamente el concurso de una serie de elementos que trabajen coordinadamente y de una manera precisa. Si falta uno de sus elementos, o no posee las propiedades requeridas, la estructura es incapaz de cumplir con su función. Se descarta, por su escasísima probabilidad, que los componentes de la estructura adquieran su disposición de manera casualmente repentina. Behe dio a esa propiedad el nombre de complejidad irreductible.
Para ilustrar la noción, Behe utiliza un ejemplo que resulta muy familiar y sencillo: la trampa de ratón. A pesar de su simplicidad, la trampa de ratón cumple con las condiciones que requiere una estructura de complejidad irreductible: la ausencia de un solo elemento convierte a la trampa en un artilugio completamente inofensivo. Es impensable un proceso evolutivo gradual que, a partir de los elementos más simples, dé como resultado una trampa de ratón perfectamente funcional: los pasos intermedios no tienen ninguna utilidad y, por tanto, un proceso conducido por ensayo-error mediante selección natural no sabría cómo escoger las piezas que componen la trampa y disponerlas en orden a la caza de ratones. Cualquiera que observe una trampa de ratón funcionando puede afirmar, con un alto grado de certeza, que se trata de un instrumento diseñado y construido por la mano humana.
Según Behe, el análisis que actualmente la ciencia está en condiciones de hacer de ciertas estructuras bioquímicas como el flagelo bacteriano o el sistema de coagulación de la sangre, permite afirmar, con el mismo o mayor grado de certeza que con la trampa de ratón, que están diseñadas. ¿Quién ha diseñado y ensamblado esos sistemas? Los miembros del ID no quieren responder a esta pregunta por considerar que se sale del ámbito estrictamente científico.
Uno de los defensores más destacados y prolíficos del ID es, sin duda, William Dembski. La amplitud de su formación matemática, filosófica y teológica le han facilitado asumir el liderazgo dentro del movimiento a partir de los últimos años noventa. El objetivo central de sus publicaciones consiste en resolver el problema de la "inferencia de diseño": ¿en qué condiciones podemos afirmar que un sistema es diseñado y cuando no? Su investigación le ha llevado a proponer lo que llama el "filtro de diseño": un procedimiento con el que poder responder científicamente a la pregunta anterior.
Un dialogo obligado
Quizá el mayor triunfo conseguido hasta ahora por los seguidores del ID ha sido el de obligar, a muchos de los más renombrados defensores del evolucionismo, a entrar en diálogo con ellos. Los evolucionistas no se cansan de repetir que el Diseño Inteligente no es más que una sofisticada reedición de la "Ciencia de la Creación", contra la que ya lucharon y dieron por vencida en la primera mitad del siglo XX. Los defensores del ID insisten en que ellos emplean exclusivamente argumentos científicos. El dialogo no se ha mantenido en el ámbito exclusivamente científico sino que está teñido de ideología. El carácter y el tono del enfrentamiento hace pensar que lo que hay en juego es algo más que pura ciencia.
El movimiento ha conseguido también resucitar el enfrentamiento legal que los creacionistas mantuvieron el siglo pasado con los evolucionistas en relación con la enseñanza de la evolución en los centros académicos. En Pennsylvania, acaba de tener lugar unjuicio en le que se decidía la legitimidad de la iniciativa tomada por el "Dover Area School District" de enseñar, en clase de Biología, que el Diseño Inteligente es una alternativa a la evolución. Independientemente de cual sea el resultado del Juicio de Dover, el debate durará mucho tiempo. El ID ha puesto el dedo en la llaga de una vieja herida: algunos darwinistas esconden algo que no es ciencia. Muchos de ellos han reaccionado con prontitud delatando las carencias del Intelligent Design en su pretensión de ser considerado científico. En cualquier caso, el debate está obligando a unos y a otros, a científicos y a filósofos a revisar cuestiones que ya se habían dado por zanjadas.