¿Todo es materia? ¿Es el materialismo la única interpretación posible?
Autor: Santiago Collado
Publicado en: F.J. Soler Gil – M. Alfonseca (coords.), "60 preguntas sobre ciencia y fe respondidas por 26 profesores de universidad". Madrid: Stella maris, pp. 122-7
Fecha de publicación: 2014
¿De qué materia hablamos?
Si se nos pide que expliquemos lo que es la materia, muy probablemente recurramos a nociones como la de átomo, electrón, protón… Quizás incluso algunos podamos citar los ingredientes que propone el vigente modelo estándar de partículas. El cuadro que dibuja dicho modelo no es nada simple, pero hasta el momento es el mejor contrastado con los experimentos. Explicar así la materia parece que es llegar al fondo, a lo que es común a todas las realidades físicas, y consiguientemente la mejor manera de decir lo que es la materia. Consideramos así a la materia como aquello que las ciencias físicas nos dan a conocer.
Esta descripción de la materia es pragmática y útil: podemos trabajar con ella sin detenernos en otros problemas que nos distraerían de la apasionante tarea de saber cómo controlarla y utilizarla en nuestro beneficio. Pero una caracterización de este tipo también incurre en una circularidad que puede dejar insatisfechos a algunos. Por una parte, decimos que la materia es la realidad que nos dan a conocer las ciencias físicas. Pero también nos vemos obligados a afirmar que las ciencias físicas son las que se ocupan de estudiar los fenómenos materiales.
Para muchos, el conocimiento que nos proporcionan las ciencias sobre la realidad física es suficiente, para algunos es el único. Puede que a estos ni siquiera les parezca relevante la circularidad señalada. Más aún, si la única realidad verdaderamente existente fuera la que nos permiten conocer las ciencias físicas, entonces la pregunta sobre si todo es materia estaría respondida afirmativamente. En este caso no tendría sentido hablar propiamente de materialismo, que no sería entonces una interpretación, sino una descripción completa de la realidad. La materia sería la única respuesta posible a las preguntas sobre los fenómenos que experimentamos, aunque nuestras concepciones sobre ella fueran afinándose con el tiempo. Los interrogantes de este apartado estarían entonces resueltos y evitaríamos discusiones inútiles y pérdidas de tiempo.
Pero para otros pensadores este planteamiento es claramente insuficiente. La circularidad mencionada es insalvable y no plantea ningún problema cuando hacemos ciencia, pero nos indica que, aunque los métodos científicos nos permiten conocer y decir mucho sobre la materia, se nos queda fuera precisamente la materia misma. Las ciencias físicas no se plantean propiamente qué es la materia. Tan sólo lo hacen en la medida en que pueden trabajar experimentalmente con ella: cuantifican, calculan, comprueban hipótesis desde diversos modelos...
Para interrogarse sobre la materia misma, que es lo que hacemos cuando nos preguntamos si todo es materia, es necesario ampliar el marco desde el que se la piensa ¿Es posible hacerlo? ¿Se puede tratar de entender la materia desde otro enfoque más global que el científico? Parece que sí. Se ha hecho muchas veces en la historia del pensamiento. De hecho el término "materia" no ha nacido en el contexto de las ciencias físicas, sino que procede de la filosofía griega.
Dualidad sí, dualista no
La pregunta que encabeza este texto manifiesta una tensión que recorre toda la historia del pensamiento desde el inicio de la filosofía occidental. Me refiero a la que existe entre monismo y pluralismo en la explicación del movimiento y el fundamento de la realidad. Esta tensión es más intensa si cabe cuando se trata de explicar el peculiar modo de ser humano.
Las propuestas de Parménides y Heráclito, que vivieron en el siglo VI antes de Cristo, son clara expresión de esta dificultad. El monismo parmenídeo, a pesar de la profundidad de su propuesta, y quizás por ello, dejó a la filosofía en una situación muy problemática. El gran desafío para los pensadores griegos será, especialmente desde Parménides, dar razón de la pluralidad de la experiencia sin tener que dejar a la realidad sin fundamento. Las soluciones propuestas buscan cómo salir del callejón, aparentemente sin salida, en el que el gran filósofo de Elea dejó a la filosofía.
El atomismo de Demócrito y Leucipo, y el matematicismo que arranca con Pitágoras y culmina con Platón, son dos de los intentos más representativos de aliviar esta tensión. Ambas líneas de pensamiento buscan, por caminos diversos, reducir la pluralidad de la experiencia sensible a la unidad propia de aquello que se considera el fundamento: la unidad del átomo o la de la idea.
Aristóteles, buen conocedor de los filósofos que le antecedieron y dotado de un genio difícilmente igualable, elabora una propuesta con la que busca mantener las profundas intuiciones de sus predecesores, eludiendo al mismo tiempo las aporías a que dan lugar. Su núcleo gira en torno a la explicación del movimiento y del fundamento desde la conjunción de cuatro causas: material, formal, eficiente y final. Pero para él las causas no son cosas, no son átomos ni son ideas, sino que son principios, principios físicos. Desmenuzar lo que esto implica, que no es trivial, exigiría más espacio del disponible aquí. Lo que nos interesa ahora es señalar que, para Aristóteles, la materia se debe entender principalmente como causa material o materia prima, y que explicar el ser de las cosas exige la concurrencia causal de la materia con las otras causas. Aristóteles afirma de esta manera que la materia es tan físicamente real como sostenían los atomistas con su noción de átomo. Además consigue bajar las ideas platónicas al mundo físico, concediéndoles por tanto el mismo tipo de realidad que a la materia. Se formula de esta manera el hilemorfismo.
La propuesta hilemórfica es dual, pero no es propiamente dualista. Y si consideramos también las causas eficiente y final, estamos ante una propuesta plural, pero no pluralista. La atención a lo que nos presenta la experiencia de una manera global –filosófica–, revela a Aristóteles que explicar el movimiento exige la concurrencia de esas cuatro causas entre las cuales está la materia y la finalidad. No pocos consideran hoy a materia y fin como enemigos mortales.
En términos más actuales podríamos decir que la propuesta Aristotélica no sugiere una explicación de los fenómenos siguiendo exclusivamente un esquema "bottom-up" (de abajo hacia arriba), como ocurre en el atomismo; ni tampoco solo con un esquema "top-down" (de arriba hacia abajo), como es el caso del platonismo. Lo que consigue es una descripción de la realidad en la que armoniza ambas perspectivas. Esto quizá sea posible únicamente porque consigue formular una propuesta plural, como plural es nuestra experiencia de la realidad, pero zafándose de pluralismos y monismos.
Los pluralismos, y los dualismos en particular, están más cerca del monismo de lo que pudiera parecer en un primer momento: observamos que hay fenómenos que no se consiguen explicar desde una única instancia, que se suele pensar de manera "monista". Entonces se busca otra instancia que se concibe aislada de la anterior, es decir, "monísticamente". Finalmente, para explicar la realidad se ponen juntas a "posteriori": se superponen de una manera en la que ambas son mutuamente ajenas, no se necesitan la una a la otra, sino que somos nosotros los que las necesitamos.
En realidad, la tensión monismo-dualismo (pluralismo en general) es consecuencia de una tensión existente entre la unicidad de nuestro conocimiento y la pluralidad de lo físico. Lo físico posee también su propia unidad, pero no es equivalente a la unicidad de los objetos con los que conocemos la realidad. Tomás de Aquino captó y expresó este problema cuando escribió: «Mediante nociones consideradas sin materia particular y sin movimiento, se conocen, en la física, los entes móviles y materiales con existencia extra-mental»1. A mi juicio, es el mismo problema que describe con detalle el profesor Arana cuando habla de la dificultad de alcanzar el movimiento desde la lógica de la unidad: «¿es capaz la razón de asumir la dualidad ser-devenir? La respuesta a este interrogante es categórica: no»2.
La materia de la materia
Desde las precisiones anteriores, podemos caracterizar el materialismo en dos niveles distintos.
- La primera se queda dentro del mundo físico y, por tanto, se formula en relación con la pluralidad causal. En este contexto se incurriría en materialismo cuando la materia se impone como sentido causal prioritario o único en la explicación del movimiento. Para conseguir este dominio, la materia tiene que reclamar ser causa de efectos que no se corresponden con su propio carácter de principio. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se la cosifica y se deja de entender como principio causal. En el atomismo ocurre precisamente esto: la materia se entiende como átomo y, por tanto, como cosa. Una "cosa" que oculta otros sentidos causales y descarga toda la responsabilidad del movimiento sobre el átomo, es decir, sobre la materia. Ésta asume entonces un papel pasivo y activo que no le corresponde. La materia ya no es "sólo materia" en el sentido aristotélico y, consecuentemente, hay realidad que se reduce a materia sin serlo: materialismo.
- La segunda caracterización es la que tiene en cuenta la existencia de otras realidades que no son materiales, es decir, aquellas en las que su actividad no está sometida enteramente a los efectos de la causa material. Se puede decir también que son realidades que trascienden el mundo físico. Es lo que se considera que ocurre con el alma humana, como se verá en la pregunta siguiente. Las operaciones intelectuales que ejerce el hombre lo colocan en una posición peculiar respecto al resto de los seres vivos. La dificultad que presenta la comprensión del ser humano consiste en que posee un cuerpo material, pero también posee facultades cuyas operaciones no se pueden explicar desde causas físicas. El origen de esa actividad intelectual es a lo que llamamos espíritu. El espíritu tiene un carácter principal (de principio) en tanto que no procede, en lo que le es específico, de los principios físicos, pero a la vez, en los actos humanos concurre también con esos principios, incluida la causa material. En este contexto el materialismo consistiría en negar la realidad del espíritu, afirmando que las facultades espirituales no tienen un origen diverso al de las causas estrictamente físicas, llamadas materiales por con-causar con la causa material.
En definitiva, el materialismo destensa la convivencia de la pluralidad de la experiencia con la unicidad de nuestro conocimiento. Se trata de una falsa solución en la que la razón se encuentra cómoda: reduce la pluralidad a la unicidad, abrazando un monismo en el que se otorga a la realidad física lo que pertenece en exclusiva a la razón.
El dualismo, pluralismo en general, tampoco consigue hacer verdaderamente las paces entre razón y realidad: lo que consigue es multiplicar los problemas. Respecto al dualismo, por ejemplo, se podría decir que no es más que un monismo duplicado. Resuelve en falso el problema de la pluralidad, porque la pluraliza atomizándola. Consigue incomodar a la razón al pretender que abandone su unicidad, aunque en realidad no lo consigue. Le deja además como problema adicional la tarea de unir los fragmentos en los que ha dejado rota la unidad propia de la realidad.
Si la materia se apropia de lo que no le pertenece y, no contentándose con ser causa (un co-principio), se convierte en "cosa", acabamos por no saber qué cosa es la materia. Si se afirma que todo es materia, al tener ésta que responder ante la razón de aquello de lo que no es responsable, queda convertida en una opción más entre otras que, desde la confusión propia de monismos o pluralismos (vitalismos, espiritualismos, etc.), se presentan como candidatas para explicarnos la realidad. O todo "emerge" como epifenómeno de la materia, o la materia es una fase del espíritu, o sea, espíritu. Estas propuestas se presentan como posibles interpretaciones alternativas sólo cuando no se sabe lo que es la materia. El materialismo como alternativa, más que una interpretación posible es una pobre comprensión de la realidad, especialmente de la realidad material.
Referencias
- Arana, J., Materia, Universo, vida, Tecnos, Madrid 2001
- Giberson, K., y Artigas, M., Oráculos de la Ciencia. Científicos famosos contra Dios y la religión, Encuentro, Madrid 2012
- Polo, L. El conocimiento del universo físico, Eunsa, Pamplona 2008
- Soler, F. J., Mitología Materialista de la Ciencia, Encuentro, Madrid 2013
Notas
(1) In Boetium De Trinitate, q. 5, a. 2, co 3.
(2) Arana, J., Materia, Universo, vida, Tecnos, Madrid 2001, p. 24.