Quizás sea deformación profesional (como investigadora), el hábito casi inconsciente de preguntarme el porqué de las cosas. Una fecha señalada como esta no es la excepción: ¿por qué seguimos celebrando el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia? ¿Aún no ha llegado ese momento en que no haga falta un día así porque sus objetivos se hayan logrado? Me parece que la respuesta varía según el lugar y el escenario cultural en el que nos encontremos. Es indudable que en muchos sitios aún queda un largo trabajo, empezando por garantizar el acceso igualitario de hombres y mujeres a la educación. En otros contextos, como el que nos encontramos hoy en día en España, el reto puede ser distinto.
Como mujer, siento un profundo agradecimiento a todas aquellas que me precedieron y me allanaron el camino. Gracias a su empeño, en ningún momento me he visto en desventaja respecto a mis compañeros varones a la hora de perseguir una carrera en Ciencias. Nunca se me ocurrió cuestionarme mi vocación de estudiar la Naturaleza por ser mujer. Desde muy niña decidí que quería estudiar Biología, y no percibí mi condición femenina como un obstáculo. Probablemente el ejemplo de mi madre – una mujer con dos carreras universitarias – me hizo asumir que mi sexo no era un factor limitante para decidir mi formación. Referentes como Margarita Salas o Rachel Carson, cuyas biografías conocí en la juventud, reforzaron la idea de que mi sitio, como mujer, estaba en las Ciencias Naturales. La relevancia de seguir visibilizando referentes de ambos sexos, y de crear una cultura que respete la libertad de cada persona para perseguir su vocación, me parece hoy en día incuestionable.
Si bien el acceso a unos estudios en Ciencias no parece suponer un problema para las mujeres de nuestro país, perseguir una carrera científica o investigadora en general, es otro cantar. Sin embargo, no parece tan claro que los obstáculos que una encuentra en este camino vengan asociados a su sexo sino a otras cuestiones vitales, como la decisión de formar una familia o la necesidad de cuidar personas dependientes. Estos son roles que tradicionalmente hemos asumido las mujeres, aunque cada vez más hombres toman este tipo de responsabilidades y se encuentran con dificultades que hasta hace unos años parecían exclusivas de sus compañeras. ¿Cómo compaginar mantener el ritmo de producción científica – es decir, publicar un cierto número de artículos o desarrollar proyectos de investigación – con cuidar de un bebé? ¿O de un padre anciano? ¿Cómo mantenerse al día en el propio campo de trabajo y encontrar tiempo para hacer vida en familia? ¿Puede un/a investigador/a no trabajar los fines de semana y alcanzar los objetivos que le exige su profesión?
En una sociedad afortunadamente más igualitaria, estos retos hasta ahora propios de las mujeres empiezan a afectar también a los hombres. En una familia, la carrera investigadora de uno de los miembros de la pareja depende más de lo que creemos del apoyo del otro (imaginemos cómo se complica la cosa cuando falta uno de esos miembros). Tradicionalmente, las mujeres se han sacrificado en este sentido, abandonando sus carreras en favor de las de sus maridos. Hoy en día cada vez encontramos más ejemplos de hombres que asumen una mayor carga doméstica y/o un puesto menos reconocido pero estable para que sus compañeras puedan dedicarse a la investigación. Junto con el avance social que este nuevo reparto de roles supone, se nos pueden plantear nuevos interrogantes. ¿Por qué sigue habiendo estas dificultades de conciliación en la carrera investigadora? ¿No parece contradictorio que acontecimientos que naturalmente ocurren en la vida (como convertirse en madre o padre) frenen una carrera que se dedica a estudiar la vida misma?
Siempre hay cosas que mejorar y la propia Ciencia nos enseña eso. Si algo caracteriza a cualquier disciplina científica, es esa actitud constante de preguntarse, cuestionarse, revisar sus propios mecanismos y convicciones. En esto se basa su avance, en asumir que siempre hay algo por comprobar, en estar abierta a corregirse a sí misma. Días como el que celebramos nos invitan a celebrar lo que hemos avanzado hasta ahora a la vez que nos cuestionamos cuál debe ser la siguiente meta. Tenemos más representación femenina en las carreras científicas y tecnológicas que en cualquier periodo pasado, va creciendo el número de mujeres que lideran proyectos de investigación y que dan clases en carreras de Ciencias, y toda la sociedad se beneficia de estos cambios. ¿Cuál será el siguiente objetivo para lograr una Ciencia inclusiva?
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Ana Villarroya Ballarín
Profesora del Departamento de Biología Ambiental, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.