Imagine un material eficiente, sostenible y renovable. Imagine un material diseñado con tal precisión que soporta con solvencia cargas de hasta 7.000 veces su propio peso. Eso sí, no lo busque entre los inventados por el hombre. Es obra de la naturaleza. Es la madera.
La madera es única. Ningún otro material natural de construcción puede presumir de haber sido diseñado desde su origen para serlo. Es la naturaleza quien la ha diseñado por nosotros, quien la fabrica. Y ya en su origen, cumple la misma función estructural con la que solemos emplearla en nuestros edificios.
La madera es el esqueleto de los árboles. Por ello, responde primigeniamente a una función constructiva como la estructural. La madera es el soporte responsable de que el árbol permanezca en pie, la encargada de resistir su propio peso y los embates del viento.
Desempeña otro papel crucial, pues transporta la savia que alimenta al árbol. Es por ello que la madera se ahueca. Redunda en una mejora del material, pues le confiere algunas de las propiedades que la hacen más adecuada para la construcción: ligera y resistente. No en vano, ha sido minuciosamente diseñada por la naturaleza bajo una estricta economía de recursos. Consigue máximos resultados con mínimos gastos.
La madera es más flexible que los demás materiales estructurales, y también es inferior su resistencia. Mas, dada su ligereza, se concluye en ventaja. Al comparar la rigidez y resistencia de los diversos materiales estructurales con su peso es cuando la madera demuestra su óptimo diseño. Su rigidez específica resulta ya similar, no menor. Pero el hecho diferencial es su resistencia específica, donde gana (y con mucho). Es cuatro veces superior a la del acero, y cuarenta respecto a la del hormigón. Sólo aleaciones muy ligeras, como el aluminio, o materiales muy tecnológicos, como la fibra de carbono, proporcionan resistencias específicas similares. Es el motivo por el que, en el origen de la aviación, éstos (como el Spruce Goose de Howard Hugues, el avión de mayor envergadura de la historia -97,5 m.-) se construyeron con madera.
No es sorprendente, por tanto, que la madera sea uno de los primeros materiales de construcción empleados por el hombre. Ya nuestros antepasados descubrieron sus magníficas propiedades estructurales, y comenzaron a usarla como dintel en sus puertas, como cubrición de sus casas. Su reducido peso facilitaba su manejo, y se empleaba profusamente. Fue el apoyo necesario e imprescindible como cimbra para la construcción de arcos y bóvedas, y quien después los protegía de la lluvia.
En el siglo XX la modernidad trajo otros materiales, y el conocimiento atesorado en la tradición pareció quedar relegado al olvido. En la actualidad, vuelve a ser un material constructivo apreciado y valorado.
Podría pensarse que este redescubrimiento de la madera se debe a criterios ecológicos y medioambientales. La madera es un material natural que absorbe CO2, y que, por tanto, contribuye a la descarbonización (como gustan decir ahora los políticos). Además, es renovable e inagotable, pues se produce en los bosques. Aunque existen malos ejemplos, que nos recuerdan el peligro de diezmarlos, son numerosos los bosques cuidados durante siglos, en los que se ha mantenido el equilibrio entre aprovechamiento forestal y medio ambiente. Las actuales certificaciones forestales (como FSC o PEFC) garantizan no solo la adecuada procedencia de la madera, sino, más importante aún, la sostenibilidad del bosque donde crece y de la sociedad que lo cuida.
No nos engañemos: el motivo no es ecológico. Como casi siempre en sectores industriales, la explicación es más simple. Si no pudieran construirse edificios equivalentes a los hechos con otros materiales, nada importaría su baja huella ecológica. Olvide los romanticismos. Los motivos que han impulsado este cambio son puramente económicos y de eficiencia, basados en las propiedades innatas de este material ya enunciadas: ligereza, eficiencia, resistencia.
En poco se parece la construcción moderna con madera a la carpintería tradicional, a los elaborados ensambles desarrollados por generaciones de experimentados carpinteros artesanos. En las últimas décadas, se ha desarrollado un intenso trabajo de estandarización y mejora del conocimiento científico en el área. Y, sobre todo, se han diseñado nuevos productos y técnicas especialmente adaptados a las necesidades de la construcción actual.
Podemos usar un símil para explicarlo. Piense el lector en la empresa sueca de muebles IKEA. Seguramente la conoce, e incluso probablemente tenga alguno de sus productos. Si ha traspasado fronteras es porque ha superado en muchos aspectos a la industria tradicional del mueble. Son sus paquetes planos, la sencillez de montaje, sus estándares de calidad, resultados de una intensa industrialización, el germen de su éxito. Ha aplicado técnicas y conceptos modernos a una industria tradicional.
Algo similar ha ocurrido en la industria de la construcción con madera. Poco tiene ya de técnicas tradicionales y artesanas. Un ejemplo es el panel contralaminado, el CLT, responsable en gran medida del éxito actual de la construcción con madera. Este panel se fabrica a partir de capas de tablas encoladas entre si, con cada capa girada 90 grados respecto a la anterior. Esta peculiar disposición mejora su estabilidad dimensional y sus propiedades estructurales. El resultado es un elemento polivalente, que se puede emplear como muro para soportar cargas verticales en su plano, o como forjado para cargas a flexión.
Aunque en realidad, como en el caso de IKEA, la gran revolución no está en el producto, sino en el sistema. Lleva a buen término lo aprendido en experiencias pasadas de prefabricación y fabricación industrial. Emplea desarrollos paralelos de otras industrias, como son los más avanzados elementos de fijación, el diseño digital, o la fabricación por control numérico. De este modo obtiene una construcción rápida, precisa y sencilla. Los paneles llegan a obra ya cortados en su medida y forma exactas, y muy pocas personas son necesarias para colocarlos en su lugar y unirlos simplemente atornillándolos entre si. Este sencillo ensamblaje permite que la construcción avance de un modo muy rápido y con muchísima precisión. Al ser productos que llegan prefabricados a obra, se mejora el rendimiento y se simplifica el proceso de producción. Todavía el ahorro es mayor, pues al ser una construcción seca también se está ganando mucho tiempo al no tener que estar esperando al fraguado de los elementos húmedos.
Las ocho plantas del primer edificio del mundo en CLT marcaron el comienzo de un nuevo paradigma y un ejemplo para futuros desarrollos. Construido en 2008 en Londres, la estructura de madera de Murray Grove fue construida por solo cinco carpinteros austríacos en escasamente ocho semanas, a razón de una planta semanal. Fue esta mayor rapidez lo que convenció al promotor para probar el sistema, pues en lugar de los dos años habituales para un edificio estándar, el proceso con madera conllevó apenas un año.
Obviamente, los edificios de madera son más ligeros. La repercusión más evidente es que se reduce sustancialmente la cimentación. Pero no es la única, porque los edificios más ligeros también se comportan mejor en caso de terremotos. Por ello, no es de sorprender que en países con alta amenaza sísmica, como Japón, su tradición constructiva emplee profusamente la madera. También, al ser edificios más ligeros, se ahorra mucho coste de transporte. Se disminuyen las emisiones relacionadas, y los atascos y molestias en el vecindario.
Aún hay más. No solo se ahorra en la construcción. No solo se obtienen estructuras seguras y fiables en tiempos reducidos. Los edificios de madera son también más eficientes energéticamente. Construir con madera ahorra energía. Lo hace durante su producción, pues se requiere mucha menos para trabajarla y llevarla a obra. Y durante la vida del edificio, pues consume menos al estar mejor aislado. Y es que la madera es un magnífico aislante natural. Junto con las modernas técnicas, se consigue de modo relativamente sencillo construir un edificio de consumo reducido, acorde a las demandas actuales.
Volviendo a IKEA, quizá el lector desconoce que también fabrica casas (amuebladas con sus productos) a través de su filial BoKlok. Son casas modulares, que se construyen en algo menos de dos meses a un precio muy competitivo. Huelga decir que, evidentemente, son de madera.
No lo olvidemos: el mérito es de la naturaleza, que nos regala un material tan fascinante como la madera. Seguimos siendo meros aprendices. Mjøstarnet, un hotel en la ciudad noruega de Brumunddal, es actualmente el edificio más alto del mundo construido con madera. Pero sus 85,4 metros se quedan pequeños en comparación con el mayor árbol del mundo, la sequoia estadounidense Hyperion, de 116 metros de altura, 30 metros más alta. Sigamos aprendiendo.
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José Manuel Cabrero
Director de Cátedra Madera, Universidad de Navarra.
Colaborador del Eurocódigo 5, Diseño de Estructuras de Madera.