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Descarbonización segura del vehículo eléctrico privado

Toyota anunció hace un tiempo que dejaría de fabricar modelos de vehículos equipados únicamente con motores de combustión interna hacia 2025, centrando su producción en los vehículos híbridos o en los eléctricos exclusivamente. La firma sueca Volvo notificó el pasado 2 de marzo que a partir de 2030 solo venderá coches eléctricos en Europa. Y la empresa Ford planteó el mismo objetivo con el paso intermedio de que a partir de mediados de 2026 toda su gama de coches en Europa se compondrá de modelos híbridos enchufables o 100 % eléctricos, descatalogando los híbridos enchufables en 2030. A esto se añade la creación por Renault de la primera factoría a gran escala de economía circular del sector de la automoción con su fábrica de Flins donde, entre otras cuestiones, se reacondicionarán vehículos antiguos a una nueva versión eléctrica y se potenciará el reciclaje de las baterías.

¿Cuál es el objetivo común de todas estas iniciativas de las empresas automovilísticas? La descarbonización del transporte privado, promoviendo la sustitución de los vehículos convencionales de combustión por otros cada vez menos contaminantes, ya sean eléctricos o con pila de combustible de hidrógeno (quizás la mejor alternativa, aunque esto sería objeto de otra reflexión específica).

Por otra parte, en Europa existen decenas de miles de plazas de aparcamiento asociadas a edificios construidos. Es de suponer que un alto porcentaje de estas se ocuparán en los próximos años con vehículos eléctricos. No obstante, tales plazas fueron diseñadas atendiendo a los requerimientos de protección contra incendios de vehículos con motores de combustión, no eléctricos.

Si bien tanto los fabricantes de vehículos eléctricos como los instaladores de puntos de carga de electricidad aseguran que se trata de sistemas muy seguros, y es así, no es menos cierto que no existen sistemas perfectos e infalibles. A esto hay que sumar que los incendios en motores eléctricos han de apagarse con procedimientos distintos a los de los motores térmicos, con lo que esto implica de afección al espacio del aparcamiento, las instalaciones que alberga y a la propia estructura física del edificio.

En este contexto, hace un año se presentó en el Departamento de Construcción, Instalaciones y Estructuras de la Universidad de Navarra un estudio que aportaba medidas pasivas, activas y acciones de mantenimiento para mejorar la seguridad de los vehículos eléctricos en los aparcamientos subterráneos y prevenir así posibles accidentes. Estas medidas incluían desde el análisis en el acceso de la potencia de los vehículos que pudieran aparcar (pues no es lo mismo que aparquen 6 vehículos con baterías de 100 kWh, que 16 vehículos con baterías de 35,5 kWh), a la colocación de cámaras termográficas para controlar el calentamiento de las baterías, o la supervisión de los procesos de carga.

De hecho, la normativa española sobre coches eléctricos no incluye actualmente actividades de seguridad o mantenimiento para los aparcamientos subterráneos, lo cual exige una adaptación de los documentos y conocimientos existentes en otras áreas de trabajo para su traslación a la edificación, reduciendo así los posibles peligros que involucran las baterías de los vehículos eléctricos.

Asimismo, el estudio evidenció la necesidad de llevar a cabo una intensa y eficaz investigación transversal adicional, además de justificar que las medidas que pueden y deben implementarse, no son complejas ni caras. Más bien todo lo contrario, el estudio detalla cambios que están a tiempo de implementarse a la vista del impulso que está viviendo este sector y que en breve puede suponer la creación de miles de nuevos puestos de trabajo, como se acaba de conocer tras la noticia sobre la creación de un Consorcio entre el Gobierno, el Grupo Seat-Volkswagen e Iberdrola para levantar una planta de fabricación de baterías de coches eléctricos en España.

En este panorama de evolución tecnológica trepidante, los arquitectos tenemos el deber y la responsabilidad, junto con los legisladores, de garantizar la seguridad en los edificios. Es el momento de desarrollar planes de seguridad para estos nuevos usos antes de que se instalen decenas de miles de puntos de carga en el interior de los edificios sin conocer su comportamiento en caso de emergencia. Al fin y al cabo, tan urgente resulta la implantación del vehículo eléctrico para contribuir a la descarbonización de nuestras ciudades, como lo es mantener y mejorar los niveles de seguridad de los ciudadanos.

Como se viene apuntando de forma insistente en diferentes foros, las nuevas tecnologías que se implanten en los edificios requieren en paralelo la mejora proactiva de la seguridad con nuevas medidas que actualicen las existentes.

Marta Blanco, Arquitecta, y César Martín-Gómez, Profesor Titular del Departamento de Construcción, Instalaciones y Estructuras, Universidad de Navarra.

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