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Efectos del tabaco en el medioambiente

Cada año se consumen en el mundo más de 6 billones de cigarrillos, que son responsables de la muerte de unos 8 millones de personas en ese mismo periodo, cifra que triplica las muertes producidas hasta la fecha por la COVID-19. Además de las pérdidas humanas, también es preciso considerar el gasto sanitario derivado del tabaquismo, que apenas se ve compensado con la recaudación de impuestos por la venta de este producto.

Estos datos son lo suficientemente elocuentes para preguntarnos cómo es posible que todavía se permita la venta de tabaco, un producto que contiene más de 75 compuestos carcinógenos y más de 200 de carácter tóxico, constituyendo la primera causa de muerte evitable en el mundo. ¿Alguien compraría un yogur en el supermercado si le dijeran que produce cáncer?

Pero el problema no termina aquí. Además del impacto en la salud y en la economía, el tabaco también es responsable de gravísimos problemas ambientales, especialmente los producidos por las colillas de los cigarrillos, que constituyen lo que se denomina “tabaco de cuarta mano”. Se ha estimado que un 75% de las colillas se arrojan al suelo, siendo arrastradas por el viento, la lluvia y transportadas a través de las alcantarillas hasta ríos y mares, constituyendo actualmente el principal tipo de residuo a nivel mundial.

La peligrosidad de las colillas reside en su filtro de acetato de celulosa, un polímero plástico no biodegradable que puede permanecer mucho tiempo en el medioambiente (hasta 10 años), liberando lentamente los compuestos tóxicos que han sido retenidos por el filtro al fumar, tales como nicotina, metales pesados, hidrocarburos aromáticos policíclicos, fenoles e insecticidas. La ingestión de las colillas por parte de muchos animales, la liberación de los compuestos tóxicos almacenados en el filtro, y los micro y nanoplásticos que se van desprendiendo, ocasionan graves impactos en la biodiversidad, los ecosistemas y la salud, muchos de los cuales todavía no han sido caracterizados suficientemente.

Uno de los grandes desafíos a los que se enfrentan las administraciones en relación con esta problemática global es el desarrollo de leyes o regulaciones adecuadas y seguras para la gestión de este tipo de desechos, que en algunos países ya han sido reconocidos como residuos tóxicos y peligrosos. En la actualidad, las colillas que se tiran a la basura se concentran en la fracción “resto”, que en la mayor parte de las ciudades es depositada en vertederos. Sin embargo, debido al carácter tóxico de las colillas, éstas no deberían tratarse de este modo, ya que por su composición química requieren de una gestión especial.

La gran mayoría de los productos que se comercializan se convierten tarde o temprano en residuos, que deben ser tratados adecuadamente para reaprovechar sus materiales y evitar que contaminen, siguiendo las pautas que marca la tendencia de la economía circular. Estos productos, susceptibles de transformarse en residuos, son también responsabilidad del productor que los ha fabricado, lo que se denomina “Responsabilidad Ampliada del Productor”, que está regulada desde hace varios años por la Unión Europea y que solamente se aplica a aparatos eléctricos y electrónicos, pilas y acumuladores, vehículos, envases, neumáticos y aceites minerales.

Asimismo, la Directiva (UE) 2019/904 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 5 de junio de 2019, relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medioambiente señala, en relación con el tabaco, que “es preciso reducir el enorme impacto medioambiental causado por los residuos generados por el consumo de productos de tabaco con filtros que contienen plástico, que se desechan de manera incontrolada directamente en el medioambiente”.

Por lo tanto, la Responsabilidad Ampliada del Productor puede ser un buen modelo para establecer nuevas leyes sobre la gestión de los residuos de los cigarrillos, de manera que la industria tabacalera se implique en el gravísimo problema ambiental que ella misma produce. Un ejemplo claro de esto podría ser sufragar los costes de la limpieza de los vertidos de colillas en el mundo y hacerse cargo de los costes del establecimiento de una infraestructura específica para la recogida de los residuos posteriores al consumo de productos del tabaco, como recipientes apropiados para colillas en lugares donde habitualmente se concentra su vertido.

A estas medidas habría que añadir la realización de campañas de educación pública dirigidas a reducir el desperdicio de colillas, concienciando a los fumadores de los drásticos efectos que estos residuos tienen sobre el medioambiente. 

Por otra parte, los ayuntamientos deberían implementar una estrategia adecuada para la gestión de las colillas. Cada vez son más las empresas que se están especializando en el reciclaje de colillas, cuyas tecnologías innovadoras ayudarían a paliar la problemática ambiental asociada a este tipo de residuo.

Finalmente, otra alternativa para reducir el impacto de las colillas es eliminar los filtros de los cigarrillos, ya que diversos trabajos científicos, refrendados por la Organización Mundial de la Salud, han demostrado la poca eficacia de los filtros de acetato de celulosa para proteger la salud del fumador. La alternativa sería la creación de filtros más eficientes y biodegradables, lo cual reduciría el tremendo impacto causado a escala global por los filtros actuales.

En definitiva, parece evidente que la implementación de muchas de estas iniciativas y los cambios de conducta generados en la sociedad a través de una educación ambiental basada en la ciencia, constituyen herramientas tremendamente eficientes para resolver un problema tan importante como la contaminación generada por las colillas de los cigarrillos, ayudando así a salvaguardar la salud de nuestro planeta.

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Jesús Miguel Santamaría

Catedrático de Química Analítica, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

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